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El refugiado de Bañugues que ayudó a fundar Israel

Rubén González Solís ya conocía la historia. Había ocurrido ya, setenta años atrás, aunque ahora estuviera repitiéndose, día a día y exactamente, en las playas, en las estaciones, en las vallas de las fronteras€ Era la historia de los refugiados de guerra que siguen invadiendo Europa en su huida de la guerra de Siria. Ya la conocía Rubén: era la misma tragedia que su abuelo, el marinero de Bañugues (Gozón) Jesús Fernández Granda, había dejado escrita en un pequeño diario que Rubén había transcrito con 13 años y que ahora releía para constatar con qué obstinación la miseria humana tiende a repetirse. El abuelo escribió: (3 de febrero de 1938) "€ Y sin comer llegó la noche y preparamos la cama en el suelo, al aire libre con una gran escarcha, muriendo cuatro hombres durante la noche que no pudieron resistir el frío".

Rubén ha cedido a LA NUEVA ESPAÑA el diario que su abuelo escribió en febrero de 1938 en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, la gélida playa a donde fueron a parar cien mil hombres y mujeres del medio millón de republicanos españoles que cruzaron la frontera tras la caída de Cataluña en la Guerra Civil española. En esta playa del departamento francés de los Pirineos orientales, a 35 kilómetros de la frontera de Portbou, Jesús Fernández, pasó uno de los meses más largos de su vida, sin apenas qué comer, casi a la intemperie, azotado por uno de los inviernos más crudos que se recordaba. Hasta el mal tiempo parecía haberse conjurado con Franco para castigar a los derrotados.

En estas dos páginas se transcribe íntegramente el contenido de ese diario que dejó escrito Jesús Fernández, un patrón de cabotaje bañuguero cuya vida, como tantas que surcaron los peligrosos años 30 y 40 en Europa, está llena de aventuras, sinsabores y, como se verá al final de estas líneas, también de un toque de realismo mágico.

Jesús era nacido en Bañugues y pertenecía a la familia de los "Del Dios". El mote se lo había ganado su padre a fuerza de ir todo el día rezando, incluso cuando iba por la calle. Antes de la Guerra Civil española, en los tiempos de la primera contienda mundial, Jesús había trabajado en Estados Unidos en la construcción de vías de ferrocarril. En 1938 era patrón de cabotaje en El Musel y el día 21 de octubre de ese año, tras la caída del Frente Norte, escapó con su barco cargado de republicanos. Fue el comienzo de un largo exilio que le llevaría, tras pasar por el campo de Argelès, a una estancia en Francia hasta 1958, cuando regresó a Candás, junto a su extensa familia, que ya regentaba un negocio de helados hoy muy conocido en Candás y Luanco: Helio Hermanos, empresa fundada en los años treinta por Juan José Heliodoro Fernández González, hijo de Jesús, que había aprendido los prodigios del frío de un compañero valenciano durante el servicio militar.

El abuelo volvía a España para pasar sus últimos años. Y el dinero que le garantizaría un retiro apacible lo había obtenido en 1947, en un negocio que bien podría haber formado parte de la novela "Exodus" de Leon Uris, el best seller que cuenta la inmigración judía a Palestina para formar el Estado de Israel. Ese año, Jesús del Dios zarpó desde Marsella en el barco "San Benito" con 800 judíos a bordo, todos supervivientes del Holocausto huidos del Este de Europa, y rumbo a Palestina, por entonces un protectorado británico al que afluían judíos de todo el mundo. En aquel viaje, como fogonero, le acompañaba su yerno Amaro Fernández, otro bañuguero con una historia no menos interesante: también exiliado republicano, luchó en Francia con la Resistencia y, tras la victoria sobre los nazis, trabajó como conductor para el Ejército americano. En su casa, como recuerdo, aún conservan tenedores donde aparece grabado "US Army". Amaro era el abuelo de Alain Fernández, actual director gerente del teatro Prendes de Candás y del centro polivalente "La Baragaña".

Salieron de Marsella en el "San Benito", un montón de chatarra flotante, en un viaje financiado por la Agencia Judía, que abonó la aventura en libras esterlinas. Iban aún sin sus pasajeros. La tripulación la formaban ocho asturianos, además de un valenciano, un mallorquín y dos gallegos. Zarparon bajo pabellón panameño, horas antes de lo previsto, para burlar a las autoridades británicas, que estaban advertidas del viaje. Atravesaron el estrecho de Mesina y al amanecer llegaron al puerto italiano de Santa María de Leuca, donde se aprovisionaron de agua y carbón. Volvieron a alta mar a esperar la noche.

Con la oscuridad se acercaron a la costa para proceder al embarque. Tardaron dos noches. En una de ellas, una de las barcas se hundió. La tripulación del barco patroneado por Jesús "del Dios" evitó que hubiera muertos. En cuanto salieron de aguas territoriales italianas, aquel "San Benito" cambió de nombre. Pasó a llamarse "Tevotinon", que significa "Nuestra Esperanza". El comité sionista que lideraba al pasaje izó la bandera blanca y azul con la estrella de David que, andado el tiempo, se convertiría en la del Estado de Israel.

Cambiaron de rumbo mil veces. El barco daba cada vez más bandazos a medida que se iba agotando el carbón y se descompensaba. Hubo que utilizar las bombas de achique, que se estropearon. También estalló la caldera. La embarcación quedó sin gobierno, con la hélice al aire€ Lanzaron un SOS. Un avión inglés los localizó. Pronto apareció un destructor británico que les interrogó en francés. Los ingleses tomaron el barco para reparar las averías y lo condujeron hacia Chipre. La tripulación, después de tres semanas de viaje, fue enviada al puerto de Haifa y más tarde a Francia, donde Jesús Fernández permanecería hasta 1958.

En el país vecino vivió un episodio que iba a marcar los últimos años de su vida. Una noche llegó a casa lívido. Les contó a sus hijos que había escuchado una voz que, en perfecto español, le había dicho: "Morirás en España, un 5 de febrero, rodeado de tus hijos". La hija que oyó este testimonio pensó, más bien, que papá había bebido demasiado. Jesús se había casado un 5 de febrero, día del Cristo del Socorro en Luanco. Y un 5 de febrero había naufragado dos veces. Desde aquel día de la extraña voz en Francia, cada 6 de febrero preguntaba qué día era. Se lo decían: "6 de febrero, güelito". Respiraba tranquilo: "Bueno, un año más". Jesús del Dios murió el 5 de febrero de 1976. Tenía 86 años.

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