En cierto sentido la evolución nos jugó una mala pasada cuando nos puso cinco dedos en cada mano. El más primitivo y obvio sistema para contar es usar los dedos. Cinco no es un buen número; es primo (no tiene más divisores que el 1 y él mismo), y nuestra agilidad para las matemáticas se resiente por ello. Si en algún lugar existen criaturas inteligentes con cuatro o seis dedos, a buen seguro que serán más rápidas, intuitivas y versátiles para el cálculo numérico que nosotros. Aun así no siempre nos anclamos al 5 o al 10 para contar e históricamente se han usado (y usan) otros modelos de conteo y con frecuencia hemos olvidado por qué. La respuesta, en estas dos páginas.