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Así me convertí en "vegeta"

La dieta vegetariana, que cada día gana adeptos en Asturias, es sobre todo una postura ética ante el maltrato animal y choca contra un sinfín de obstáculos sociales - José luis salinas, PERIODISTA DE la nueva españa, lleva una estricta dieta vegetariana. En este artículo explica qué le llevó a adoptar esta forma de alimentación que tiene mucho de postura ética ante el mercado y el manejo de los animales

Esta es la historia de cómo me hice vegetariano. Formar parte de una minoría es complicado. Y más cuando ese reducto de gente pone en tela de juicio algo tan básico como la alimentación y, por extensión, la cultura de los demás. Ser vegetariano, es decir, prescindir de la carne y el pescado, es difícil. Ser vegano, o sea, añadir a esa lista de autorrestricciones el resto de productos de origen animal (leche, queso, miel?) lo es mucho más. Es como nadar a contracorriente. "¿Y entonces, qué comes, sólo ensaladas?", "¿marisco, sí o no?", "¿de dónde sacas las proteínas?", "¿lo haces porque te gustan los animales?" y "¿no te sientes débil?" son algunas de las preguntas más frecuentes de los que van en la otra dirección alimentaria, la mayoritaria, la carnívora. Las hay peores, si uno está sentado a la mesa de un restaurante, y más en tierras donde los productos cárnicos son, incluso, un reclamo para atraer turistas. Comer fuera se convierte en una odisea, una aventura. Las bromas del estilo "¿también pastas, como las vacas?" tienen gracia una sola vez. Los que decidimos dar este paso solemos hacerlo convencidos y sin marcha atrás. Aunque suponga un cambio de vida radical.

¿No te sientes más débil? Asturias no es un sitio fértil para los vegetarianos. Tampoco, por extensión, España o Europa. Lo dicen hasta al otro lado del charco. Scott Jureck, un ultramaratoniano estadounidense y experto en nutrición, reconoce que sólo en dos ocasiones tuvo que saltarse su estricta dieta vegana, una de ellas fue a este lado del bravo Atlántico. En aquella ocasión, no encontró mejor alternativa que un plato de pescado. Su experiencia, sus dudas y su curiosidad han servido de motor para muchos de los que hemos dado el paso al veganismo. Un punto de inflexión y una demostración práctica de que suprimir a los animales del plato no te hace más débil.

En su autobiografía ("Comer, correr") el deportista cuenta cómo a medida que iba retirando productos animales de su dieta, lejos de empeorar, como pronostican muchos de sus amigos carnívoros, su rendimiento mejoró notablemente. Aguantaba mejor las tiradas kilométricas, las carreras de más de doscientos kilómetros eran hasta llevaderas, se lesionaba menos y se recuperaba asombrosamente más rápido que cuando era omnívoro. El suyo no es un caso aislado. A menor ritmo, muchos amateurs también hemos sentido esos efectos. El velocista Carl Lewis, la tenista Martina Navratilova y el triatleta Dave Scott también seguían este tipo de alimentación y lograron ser de los mejores del mundo en sus disciplinas.

Pero a muchos no les interesa correr más rápido ni jugar al tenis mejor. Por eso la organización ecologista Peta también se ha vanagloriado de las bondades de una dieta en la que no se incluyan animales con un anuncio subido de tono en el que insinúan que los veganos tienen más aguante en la cama. La televisión americana ha vetado el spot, que se iba a emitir durante la final de la Liga de fútbol americano (la Superbowl). Cuestión de captar adeptos.

¿Y, entonces, tú comes sólo ensaladas? Cuando uno entra de lleno en este tipo de alimentación se abre ante una jerga que al principio resulta algo incomprensible. Hay que buscar significados de muchos productos y a qué equivaldrían para un carnívoro. Entra en un nuevo mundo de posibilidades gastronómicas que hasta ese momento permanecía oculto. Y se descubren alimentos como las semillas de chía, el tempeh, el tofu, la quinoa, el seitán y la espirulina, muchos igual de saciantes que un filete cualquiera y que comienzan a ser tremendamente fáciles de conseguir. Y últimamente, más. A medida que este tipo de dieta se ha ido popularizando han ido rebajando su precio. Ya no son un lujo, como hace unos pocos años. No son algo exótico que hay que ir a comprar a las herboristerías o por Internet. Muchos se encuentran ya en cualquier supermercado.

Una vez dentro, el desconocimiento de los demás asusta. Porque, contrariamente a lo que creen algunos camareros que cuando les pides un plato vegetariano ofrecen, por ejemplo, gambas al ajillo, en la lista de la compra del vegano tipo no figura tampoco el marisco. Afortunadamente, también hay más cosas que lechugas para hacer ensalada. Y no, no comemos hierba.

Sentarse en una mesa llena de carnívoros es una experiencia extraña para cualquier vegano. La mayoría de las veces hay que aguantar un chaparrón de preguntas. Todo el mundo mira hacia tu plato -si es que en el restaurante tienen alguna opción- y lo comenta. No suele faltar un "con los buenos que están los filetes...". Al final, uno acaba acudiendo a reuniones gastronómicas exclusivamente con los de su minoría. Pero sorprende la reticencia de muchos a probar cualquier plato vegano. Es una forma de vida que, por falta de alternativas, nos empuja a muchos a ser menos sociables.

En el momento que uno decide dar este cambio en su dieta comienzan a salir expertos en nutrición hasta debajo de las piedras. Todos echan de menos esta u otra vitamina. "¿De dónde sacas las proteínas?" es la cuestión obsesiva, pese a que la fuente para conseguirlas es de lo más diversa, variada y nutritiva. Lo que no saben es que vienen precisamente de una retahíla de alimentos que parece que permanecen ocultos para los carnívoros. Como el propio tofu, la quinoa e, incluso, muchos vegetales.

Pero algo está empezando a cambiar. Hace no mucho, la Asociación Americana de Dietética, una asociación implantada en uno de los países con mayor índice de obesidad, aseguraba que "bien planificadas, las dietas vegetarianas o veganas son saludables, nutricionalmente adecuadas y pueden proporcionar beneficios para la salud en la prevención y trastorno de ciertas enfermedades". Fue como una luz verde entre tanto carnívoro agorero. También hay voces en contra en el sector médico. Pero todas apuntan hacia el mismo sitio: la planificación. La dieta ha ser equilibrada. De acuerdo, pero no sólo la vegana, también la de un omnívoro. Varios estudios médicos señalan, por ejemplo, que las anemias producidas por la falta de hierro tienen una incidencia similar en los no vegetarianos y en los que lo son.

La salud es importante. Pero la ética, muchas veces, está también por encima de este estilo de vida. Lo normal es que, para muchos, estos caminos para llegar al veganismo se nos entremezclen. A Jonathan Safran, un importante escritor neoyorquino, se le planteó una seria duda cuando nació su hijo. Él, vegetariano militante, dudaba de si darle la misma dieta. Su inquietud desembocó en una investigación que le llevó a colarse en varias granjas agrícolas y de cerdos americanas. Desveló un panorama desolador en el que lo que primaba era ganar lo máximo al ritmo más rápido posible. Ni la delicada salud de los animales, ni sus chillidos cuando iban de camino al matadero, ni su hacinamiento, ni sus enfermedades provocadas por las malas condiciones en las que vivían detenía a los industriales. Pero Safran también visitó granjas tradicionales donde se trata al animal con respeto, se le otorga una vida digna, se le deja ver la luz del sol a diario, se le cuida? Pero el número de estas factorías artesanas de la carne había descendido de forma alarmante durante los últimos años. Casi eran una rareza. Ésa es una cuestión que se nos plantea muchas veces a los veganos. Probablemente, si se garantizara menos sufrimiento a los animales, a muchos no les importaría comer algo de carne o pescado.

¿Lo haces porque te gustan los animales? Lo que para muchos de nosotros comienza siendo una cuestión de salud, acaba como una forma de vida orientada a tratar a la naturaleza de una forma mucho más respetuosa. El propio Albert Einstein llegó a asegurar que "nada beneficiaría más la supervivencia de la vida sobre la Tierra que ir a una dieta vegetariana". Frans de Wall, holandés, biólogo de formación y especializado en conducta animal (etología), ha dedicado años a estudiar y divulgar el comportamiento moral en los primates, elefantes y delfines. Todas estas especies tienen bien desarrolladas algunas funciones psicológicas superiores. Según demostró, distinguen algunas emociones, se reconocen ante un espejo y pueden comunicarse entre ellos... Aunque cada vez son menos, pese a que su carne todavía no es muy demandada en Europa. Sí lo está la de los cerdos, por ejemplo, que suelen ser igual de juguetones que los perros.

Como buena forma de vida, el veganismo lleva, con el tiempo, a buscar ropa que no tenga nada de origen animal, ni a usar productos cosméticos y de higiene que hayan experimentado con ellos. Las organizaciones de defensa de los animales suelen colgar con frecuencia qué marcas son respetuosas y cuáles no. Esto ha servido para que muchas empresas, ante esta avalancha de mala publicidad, hayan cambiado sus hábitos y su forma de producir. Algo es algo.

El vegetariano ha formado extraños compañeros de mantel, unidos por su dieta. Comparten mesas libres de productos animales personajes tan diversos como el actor Brad Pitt; la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, y el expresidente de Uruguay José Múgica.

Es indudable que la popularidad de este movimiento va ganando adeptos día a día. Aunque aún es minoritario, los supermercados cada vez tienen más productos veganos y hay cada vez más tiendas donde comprar. Se van dando pasos cortos, como el hecho de que un concurso culinario internacional eligiera en 2015 una hamburguesa sin carne como la mejor del año. La minoría "vegeta" se va haciendo grande.

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