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Arquitectura personal 1

Un interiorista en los exteriores de 5 continentes

-Nací en la calle La Paz del barrio de Ciares (Gijón), en 1949. Soy hijo único.

-Sus primeros recuerdos.

-Gijón acababa en la mitad de la cuesta Ciares, Hermanos Felgueroso. En Ciares estaba el cementerio, La Coría eran prados y casas de aldea y si bajabas al Llano casi salías de Gijón.

-¿Cómo se llamaba y era su madre?

-María Teresa Pomeda. Era de Moreda, excepcional. Se dedicó a la moda, al principio tuvo talleres de costura y luego trabajó en dos tiendas emblemáticas, Modas Barreda, en la calle los Moros, y Modas Tamar, inicialmente de los Nesprales y de la mujer del alcalde Bertrand, donde se jubiló.

-Sus padres trabajaban.

-En casa vivía mi abuela materna, Patrocinio. Fue un poco la madre cuando mi madre iba a trabajar.

-Usted es hijo del pintor Aurelio Suárez. ¿Cómo era su padre?

-Era de 1910, viajó por toda la costa de España, vivió el Madrid de la República y fue un gran maestro de la vida, un manual de uso. Me transmitió su posición de libertad inmensa en la persona y en la obra. Nunca me riñó ni me castigó. No marcaba pautas porque estaban en el aire. No decía que había que llegar a cenar a las diez. Él cenaba a las diez y sabías que tenías que estar a esa hora.

-¿De verdad nunca le riñó?

-Una vez. Fue un ejemplo. Con menos de 9 años jugábamos en el Piles y un día cogí un muil y me empeñé en llevarlo para casa, para cenar. En la cena me sirvieron muil, pero estaban mis primos y les pusieron filete de carne. "Quiero filete", dije. "Hay que comer muil". Tuve una perreta, supongo que no hubo postre, y al día siguiente, de primero y de segundo tuve muil. Hubo que comerlo. La enseñanza fue "no hay caprichos".

-¿Cómo era como padre?

-Me enseñó francés cuando tenía menos de 8 años. Su hermano Gonzalo tocaba la guitarra y mi padre, el piano y la flauta. Siempre deseé tocar un instrumento. Intentó que aprendiera, pero no tengo oído y no toco nada. Hasta los 12 años nos reuníamos en su taller de la calle Capua, su reducto, donde le vi pintar. Eso te influye y te forma. En el parque de Isabel la Católica me explicaba quién era Fleming delante de la estatua. Mi padre era muy amante de la naturaleza y paseante y me sacaba por La Coría cuando era niño.

-La naturaleza es importante en su vida.

-Así me empezó a transmitir su interés por la naturaleza y las ciencias. En casa del abuelo y de los tíos había una biblioteca muy completa y a los 12 ya había leído Salgari, Verne y algunos clásicos. A los 13 años iba con mis padres a pasar septiembre en Felechosa de Aller. A los 14 años, ya involucrado en mi época deportiva, pasaba 8 o 10 días con ellos en ese contacto con la naturaleza.

-Su primer colegio.

-En Ciares, a los 3 años. A los 6 o 7 fui al San Vicente de Paúl, el colegio del Muro; luego, El Vergel, en la calle Cabrales con San Agustín, y en el año de ingreso, a la Academia España, con José Luis García Rúa, Cándida Aguirre, Ángel, la Cuca... Era un colegio libre e ibas a examinarte al instituto. Así hice hasta el final de cuarto de Bachiller. Salía de clase e iba al estudio de mi padre o volvía a casa con mi madre. Hablo de un Gijón que no tenía nada más allá de la Puerta la Villa. Cuando fuimos a vivir cerca de la estación del Norte y salíamos hacia la plaza del Carmen todo eran naves industriales y cocheras de los autobuses municipales. La avenida de Portugal medía 100 metros y la gasolinera era el Lejano Oeste.

-¿Qué tipo de rapacín fue?

-Muy malu, igual que sigo siendo de mayor. Hasta que entré en la Academia España me echaron de tres colegios. En El Vergel fui a sacar la sangre con mi madre y me compró un coche, jugué con él en clase, la monja me lo quitó y lo guardó en el mandilón. Le pedí que me lo devolviera y me mandaron para casa. Otro día salimos al recreo, tuvimos una trifulca entre compañeros, uno se chivó, la trifulca siguió en clase, llamaron a mis padres, no acepté arrepentirme y me echaron. Mi padre no quería saber nada si me echaban de los colegios. No sé si fue tan malo como yo de crío, sí sabía que fue inquieto y revoltoso. No puedes poner ejemplo cuando no lo eres.

-¿Qué tal estudiante fue?

-Hasta cuarto de Bachiller podía suspender una asignatura; luego fui a Madrid e hice el Bachiller hasta sexto y reválida como buen estudiante.

-¿Cómo empieza su vida deportiva?

-A los 12 o 13 años, en la Academia España, empiezo a jugar a balonvolea con García, el entrenador que sacó ese deporte a niveles nacionales masculino y femenino.

-Pero usted fue gran nadador.

-Cuando fuimos a vivir a Marqués de San Esteban bajábamos al pedrero de Poniente y donde está ahora el Acuario había unos balnearios, una piscina cerrada y unos canales que tenían arena. Allí aprendí a nadar con mi padre. El Grupo Covadonga organizó una competición infantil para formar equipos de natación, participé en 100 libres y gané un trofeo que conservo. Entré en el equipo de infantiles y competí en el absoluto de 1963 a 1971, nueve temporadas.

-¿Le fue bien pronto?

-Fui campeón de Asturias infantil y juvenil y regional cuando era la Asturleonesa y cubría León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia. A los 16 años me propusieron ir a Madrid para entrar en la residencia Blume, pasé los tests y me dieron la beca.

-¿Qué le dijeron en casa?

-Nada. A partir de los 12 años me consideraban responsable para tomar decisiones. Les satisfizo. Yo mismo no me hice torres de papel. Mi operativo en la vida es que he ido haciendo cosas y que me marco objetivos que deben tener cierta dificultad.

-¿Cómo llegó a Madrid?

-Nos llevó Jesús Revuelta, que fue presidente del Grupo Covadonga, o su chófer. Iba con su hijo Tomás en un Seat 1.400 grande y cuadrado. Llegamos a la residencia del INEF (Instituto Nacional de Educación Física), que estrenamos, y luego nos metieron en el colegio mayor Siao-Sin, chino y con chinos.

-¿Qué le pareció Madrid?

-Viví el ambiente universitario con amigos y amigas y también el de mi inquietud, los conciertos de música en el Teatro Real, el jazz, las actividades de los colegios mayores, los museos, conocer la ciudad inabarcable. Fui feliz. Eran los mediados de los sesenta y yo estaba solo en Madrid. Para trasladarlo a hoy hay que pensar que Madrid estaba a doce horas en el tren expreso, lo que tarda hoy un avión en llegar a Sudáfrica. Años más tarde, a las amigas de entre 20 y 25 años de mis pandillas de Gijón sus padres no las dejaban vivir en Oviedo, donde estudiaban.

-¿Qué planes vitales llevaba?

-La beca deportiva me resolvía la vida unos años, pero yo debía aprovecharla para estudiar. El deporte no facilitaba que acabaras una carrera académica, pero yo quería sacarle rendimiento a los estudios y eso me generó una responsabilidad.

-¿Qué estudió?

-Empecé Aparejadores, pero compatibilizar la competición de alto nivel y estudiar es difícil. Entrenaba toda la mañana y estudiaba por la tarde. En la escuela, a las cinco de la tarde los compañeros tenían que darme codazos para mantenerme despierto. Había fines de semana que no salía de la habitación para descansar.

-¿Qué llegó a ser deportivamente?

-Campeón de España universitario dos años. Había ligas a nivel nacional, fui campeón y récord regional y fui el primer asturiano que nadó una final del Campeonato de España absoluto. No fui un primera línea, mis marcas se movían entre el cuarto y el sexto del Campeonato de España. Las residencias Blume concentraban ese nivel de competición cuando sólo había una residencia en Madrid y otra en Barcelona.

-¿Qué era lo bueno de nadar? ¿Ganar?

-Soy enormemente frío para todo. Nunca di importancia a ganar o no ganar. Entrenaba, ganaba y punto. Entre los 14 y los 20 años estaba en la prensa o en la radio y disfrutaba con todo ello, pero no presumía.

-¿Ligaba más por ser un deportista?

-Te miraban con ojos distintos e ibas teniendo tus mocinas y tus refrescos.

-¿Qué aprendió entonces?

-Que, como le pasaba a mi padre, no me gusta dedicarme a muchas cosas. Si me dedico a algo, me dedico. Siempre digo que estudié en la Universidad de la vida y tengo varios másteres, los años para aparejador y luego hice Interiorismo, que fue a lo que me dediqué. Jamás he trabajado para nadie. Profesionalmente he sido autónomo desde 1978 hasta 2009. Y luego están las montañas.

-¿Por qué dejó de nadar?

-En 1971, con 22 años, me quitaron la beca en septiembre y dejé de nadar. En enero fui a la mili. Hice el campamento en El Ferral (León) y el resto en el cuartel de Rubín (Oviedo) con una compañía de los cuerpos especiales (Coes). Escalar fue la continuidad, te marcas metas, evolucionas y te requiere una gran disciplina porque la vida está en juego.

-¿Era la primera vez?

-No, ya escalaba. Un día en el Grupo Covadonga había un chico practicando con los estribos de escalar en la parte de atrás del frontón, con los hierros que salen de la estructura metálica. Le pregunté si podía engancharme con él y más tarde fui a unas escuelas de escaladas que hay en Quirós. En Madrid, en la residencia, organicé algunas salidas a la sierra de Guadarrama. No veo la montaña como deporte, sino como una filosofía de la vida.

-¿Qué dice esa filosofía?

-El Papa Pío XI fue alpinista y dijo que escalar no se explica porque el que no es como tú nunca te va a entender.

-¿Qué siente?

-Escalar es una parcela del mundo de las montañas. Da satisfacciones inmensas. Lo haces por amor al arte a pesar de sus grandísimos riesgos. Llevo 44 años y siempre le saqué jugo a todo. Ahora saco lo que queda en la piel. En 1971 salía del coche y mi objetivo era abrir una vía y llegar arriba. Ahora salgo del coche y le dedico más tiempo a mirar una flor o a sentarme a ver un pájaro, cosas que antes ya hacía, y subir a la cima es más secundario.

-¿Siente algo trascendente o espiritual?

-No, mientras no se demuestre lo contrario, el universo se rige por unas leyes fijas. Cuando estás colgado en una pared de 800 metros hay que tener mucha seguridad en ti mismo y no cometer errores.

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