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Nuevos retos en la lucha contra el cáncer

Nuevos retos en la lucha contra el cáncer

La guerra contra el cáncer comenzó en 1971 cuando el presidente Nixon firmó un decreto por el que se ponían medios y organización para acabar con esta enfermedad en un plazo razonable. Entonces se iniciaba la era de la quimioterapia, en la que se habían depositados grandes expectativas. No en vano el grupo que encabezaba Devita había logrado vencer el linfoma de Hodgkin con la atrevida combinación de cuatro fármacos. Para conseguir esas curas era necesario llevar su importante toxicidad hasta el máximo, un riesgo que había que combinar con los beneficios. Todavía no se hablaba de costes.

Han pasado casi 50 años y, aunque los avances en cáncer se pueden calificar de espectaculares, la reducción en la mortalidad es moderada, sobre todo si se la compara con la de la enfermedad cardiovascular. Hoy los tratamientos quirúrgicos son menos agresivos, baste recordar la mutilación a la que se sometía a las mujeres con cáncer de mama, una operación que se llevaba por delante los pectorales y las cadenas ganglionares. O la radioterapia, que hoy se reduce al lecho tumoral y las áreas elegidas con una precisión impensable entonces. Pero donde más se ha progresado es en la farmacología. Obama denomina su estrategia "Moonshot" en cáncer, un símil del esfuerzo realizado para poner a un hombre en la Luna. En 2015 había logrado un incremento de 260 millones de dólares en la inversión, que ya era de 5.000 millones de dólares. Nada en comparación con lo que vendrá, además de modificaciones en las reglas, regulaciones y organizaciones.

Desde hace muchos años se dice que el cáncer no es una enfermedad sino muchas, cada una, por tanto, debería tener su estrategia de investigación y curación. Lo que los une es la presencia de mutaciones en el ADN. Son mutaciones que modifican el comportamiento de la célula dotándola de al menos dos propiedades: la inmortalidad y la capacidad para invadir. La primera niega una característica de las células de un organismo pluricelular: tienen limitado el número de veces que se reproducen. La segunda es la que forma el tumor.

Mientras las células normales dejan de reproducirse cuando llenan el espacio asignado, las otras lo ignoran y se amontonan unas sobre otras, con uniones débiles que les permite separarse y caer en el torrente sanguíneo o linfático en una emigración hacia otros órganos o tejidos: son las metástasis. Lo ideal en cáncer, como en cualquier enfermedad, sería la prevención: evitar que se produzca. Conocemos 118 agentes cancerígenos a los que se suman otros 75 probables. A pesar de estos avances, en los últimos años la lista se alargó en unas docenas, hay muchos cánceres, algunos comunes, de los que ignoramos todo o casi todo. Esta enfermedad ocurre por demasiados azares, mutaciones que se producen casualmente. En estos casos la prevención es imposible.

Por otro lado, la comunidad científica y la sociedad depositaron grandes esperanzas en la detección precoz. Sin embargo, cuanto más sabemos menos confiamos en ella.

En los tratamientos sí que ha habido avances esperanzadores. Los más importantes tienen que ver con la capacidad de diseñar moléculas que actúan sobre lugares específicos de la célula modificando su comportamiento. Es la medicina personalizada, frente a la intervención ciega que realiza la quimioterapia tradicional. Por ejemplo, la posibilidad de elegir a quien tratar con hormonas en pacientes de cáncer de mama: sólo a las que exhiben receptores hormonales en el tumor. Ésta sería la primera terapia molecular personalizada. Más específicos son los fármacos que actúan cuando el tumor tiene una cierta mutación. Tenemos varios en colon, pulmón y melanoma, por mencionar tres. Para saber que son efectivos se han hecho estudios en los que se trataba con el medicamento, o sin él, a los que tenían y no tenían la mutación y se observaba cómo se beneficiaban unos y otros.

Son ensayos clínicos, la llave para permitir la utilización de un nuevo fármaco o una nueva indicación. Entre las propuestas de los expertos con influencia para avanzar en cáncer menciono tres: que se edite el genoma del tumor a todos los pacientes, que en función de sus mutaciones se le administre el fármaco que en el laboratorio o la clínica ha demostrado capacidad para esa mutación (no hace falta que sea para ese tumor) y que mediante sistemas de recogidas de datos aprendamos de esas experiencias individuales. Se trata, en definitiva, de saltarse los ensayos clínicos que enlentecen la comercialización de nuevas moléculas. Es una apuesta muy agresiva, que posiblemente reconfortará a las industrias farmacéutica, informática y biotecnológica. Y ¿para los pacientes y la sociedad? Creo que confían demasiado en la deducción a partir de la biología -deben saber que la realidad ha defraudado demasiadas veces nuestras previsiones- y en la calidad de la recogida de datos ordinaria. Además de su coste posiblemente inasumible para un sistema público.

La lucha contra el cáncer entra en una etapa nueva y apasionante. En la de tomar la decisión de cómo enfocarla, que afectará a nuestra salud, el sistema sanitario, el conocimiento científico y tecnológico y la economía, todos deberíamos opinar, cada uno desde su conocimiento e intereses.

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