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TINO DI GERALDO | Músico

"En Francia me trataban como una mierda y mi sueño era Avilés, donde no era menos que nadie"

"No me gustaba el colegio y fui bastante macarra callejero, pero desde niño sabía que era músico y que dedicarme a esto era lo que me iba a salvar"

Tino di Geraldo, en la terraza de Lord Byron, junto al teatro Palacio Valdés de Avilés. mara villamuza

-Nací en Toulouse (Francia) en 1960, hijo de asturianos. No emigraron por motivos políticos ni económicos, porque mi padre tenía un buen puesto de soldador en Ensidesa. Tenía un tío en Toulouse y fueron a probar suerte. A mi padre lo conocían como Pepe Viña; era hijo de un fabricante de instrumentos, tocaba la guitarra y cantaba en las orquestas "Gong" y "Bolero", importantes en la Asturias de los cincuenta, hasta que le pidieron "La vaca lechera": se negó y dejó de cantar.

-¡Qué singular!

-Era de Avilés, de la Calleja de los Cuernos. Tenía los dos extremos, podía ser la mejor persona y la peor. Muy especial.

-¿Cómo es su madre?

-Se llama Elisa Fernández Arias, vive en Soto del Barco y canta en el coro. Es una persona muy normal, muy honrada y buena. Su padre, Gaspar, era director de la banda de Pravia y tocaba todos los instrumentos.

-¿Tiene hermanos?

-Éramos tres y somos dos. Todos músicos. Mi hermana Tina, dos años mayor que yo, murió en un accidente de tráfico en 1989. Elsa es 11 años menor, apenas vivimos juntos. En la familia hay más músicos. Mi tío Tino se fue a Cuba con 16 años en un barco, fue guitarrista de música española y murió allá con setenta y muchos. También había un batería famoso de Avilés, Manolo Arias, de la familia. El primer profesional soy yo.

-¿Cómo empezó en la música?

-Mi padre me enseñó a tocar la guitarra, a partir de los 7 años, a la fuerza. Era muy autoritario y tengo que agradecérselo, porque si no, no habría aprendido. Soy muy vago. Me daba miedo no haber estudiado cuando volviera de trabajar. Lo primero que me enseñó fue "La cumparsita".

-¿Cuánto duró su estancia francesa?

-Diecisiete años. Vivíamos en un barrio nuevo, algo marginal, de bloques de vivienda social francesa, arquitectura moderna pero fría.

-Fue escolar en Francia

-Era bilingüe y pensaba en francés. Sólo hablaba español en casa y el mes anual en que veníamos de vacaciones. Hablaba francés y asturiano, porque en Francia no me entendía con los españoles fácilmente.

-¿Qué recuerdos tiene de Francia?

­-Malos. Aun sintiéndome francés y yendo a la escuela como los demás, siempre me trataron como un extranjero. No tenía los mismos derechos a ayudas para comprar los materiales de la escuela porque no tenía nacionalidad, y procuraban recordártelo.

­-¿Los compañeros?

-No, ésos bien. El director del colegio me dijo un día: "Sucia raza, ¿por qué no te vuelves a tu país?".

-¿Y eso?

-Por llegar tarde. En clase, compañeros, y en el barrio había de todo, marroquíes, "pies negros", y éramos todos iguales.

-¿Cómo fue usted?

-Bastante macarra callejero.

­-¿Qué tal estudiante fue?

-Potencialmente, bueno. Cuando me ponía les daba veinte vueltas a los demás, pero no me gustaba el colegio, nadie puso empeño y sacaba malas notas.

-¿Con quién se trataba más en casa?

-Con Tina. Íbamos juntos al colegio y aprendimos guitarra casi a la vez. Ella era más melódica -Crosby, Stills and Nash- y yo más rítmico, de James Brown.

-En casa se escuchaba mucha música

­-Y en el coche. Y muy dispar: clásica, jazz, de películas, brasileña, boleros, Sinatra, Luis Mariano, "Los Panchos", Sergio Mendes... así acabé siendo yo, que me gusta todo. En casa, si había una reunión, mis padres cantaban habaneras asturianas a dos voces. Ésos son los recuerdos buenos de pequeño.

-­¿Tenía planes para la música?

-Sabía que era músico, que me iba a dedicar a eso sin buscarlo, y que me iba a salvar.

-¿Cuándo empezó a encontrarse con la música?

-Con 14 años hubo un primer amago de volver a España. No sé por qué no cuajó pero, acabado el verano, quedé en Avilés con los abuelos. Dormía con unos y comía con otros. Me apuntaron al colegio Menéndez Pidal, hice octavo cuando me tocaba repetir el quinto curso francés, que sería como aquí séptimo. Fue un despropósito, pero conocí a un par de amigos con los que empecé a tocar: Miguel Montes, que se dedica a promover conciertos en Asturias, y Darío, que es un batería muy reconocido de Avilés.

-¿Cómo se organizaron?

-Vendimos papel y cartón y lotería asociada al cupón casa por casa y tuvimos la suerte de que no tocó, y compramos unos bongos, una guitarra... No me acuerdo de cómo nos llamábamos, pero sí de que nuestro primer bolo fue una boda en Ribadesella, la primera vez que toqué en público, con repertorio de Roberto Carlos, alguna cumbia... El caso era tocar y que te pagaran algo.

-Aprendió a tocar la guitarra, pero tiene una gran carrera como percusionista.

-La batería fue siempre lo que más me atrajo, pero en casa no había. La veía en la tele y alucinaba con el objeto. En la fiesta del pueblo, ante la orquesta, flipaba viendo el cacharro y pensaba en lo que me gustaría subir a darle porrazos. A la primera batería que toqué le faltaban la mitad de los parches.

-¿Estaba feliz con su orquestina?

­-Al curso siguiente volví a Francia, al mismo colegio y, sin repetir, me pasaron al curso siguiente. No entendía nada. Iba por ir, cuando iba. Tocaba la guitarra en casa o entre colegas. Estaba loco por volver a Avilés, que era el paraíso. En Francia te tratan como una mierda y estaba en la calle haciendo el gilipollas.

-¿Qué es hacer el gilipollas?

-Dejémoslo ahí. El sueño era volver. Avilés, su puerto, sus barcos pesqueros, la sidra, los chigres, la playa, la familia, la gente que habla como tú fuera de casa y en casa, donde no eres menos que nadie. Me echaron del liceo y me metieron en un colegio de oficios, de ajustador, un par de años, donde fui el primero de la clase en todo sin hacer nada. Iba sobradísimo, me querían saltar de curso. Eran tres años pero hice dos. Fue penoso y sólo me imaginaba volviendo para acá.

-¿Cómo volvió?

-Después de 20 años en Francia mis padres se dieron cuenta de que no hacían más que trabajar y esperar todo el año para venir aquí. Nos instalamos con los abuelos hasta que conseguimos un piso en Llaranes; luego, uno en el centro de Avilés, y al final, una casa con prado en Soto del Barco, que era el sueño de toda la vida de mis padres.

-­Llega con 17 años, ¿y qué hace?

-Vuelvo con los amigos a tocar con la orquesta y luego con "Nueva Imagen", con la que me hice todos los prados de Asturias en romerías y verbenas. Toqué con otra que se llamaba "Brío". Ganaba un dinerito, vivía con mis padres. Un día mi padre me dijo: "O estudias música o vienes conmigo a currar". Fui a estudiar solfeo y guitarra clásica con su amigo Luis Majo, muy conocido, violinista de la Sinfónica de Asturias.

-¿Cuántos años estudió?

- Tres. El día que me tocaba examinarme de tercero en el Conservatorio de Oviedo sonó el despertador , lo apagué de un manotazo y dije "paso".

-¿Por qué?

-Me dio por ahí. Uno decide sin saber por qué. El solfeo es útil, pero también un coñazo; me iba a ir de casa, tenía 19 años, tiraba solo y estaba la mili acechándome.

-Servicio militar.

-Campamento en Cáceres y luego estuve tres meses en un polvorín en Talavera de la Reina, en el monte perdido, donde hice de todo: desde llevar cabras a pastar y labrar el campo a construir una piscina para el capitán. Pasé la noche del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 con todas las armas encima, un machete en la boca, escuchando la radio y mirando para todos los lados a ver si había un agujero para esconderme porque yo no iba a pegar tiros. Me adapto a todo, pero estuve puteado al máximo.

-¿Por qué?

-El día de comienzo había tenido un juicio en Avilés por robar un coche, cosa que no había hecho porque ni tenía carné, ni sabía conducir, ni hacer un puente.

-Entonces, ¿qué pasó?

-Era 1980. Volvía alegre de una verbena y abrí la puerta a un coche que estaba sin seguro. Había unas cintas de casete, me fui a verlas, se puso a pitar, apareció un jeep de la Policía, me cogieron, me esposaron, me metieron en el calabozo y pasé allí tres días con sus tres noches. Total, que llegué a la mili un día tarde y como "robacoches".

-¿Cómo salió del polvorín?

-A base de ser pesado con los mandos. Me pasaron a Madrid, al cuartel de Ciudad de Barcelona, en el mismo centro.

-Madrid, 1981, buena fecha y buen sitio.

-Me enamoré. Cuando no tenía guardia salía a conocer la ciudad. El guitarrista Julio Gilsanz me daba cuartelillo, iba a su casa a quitarme el traje de romano y... a Lavapiés.

-¿Y la música?

-Nada. Al acabarla, vine a Avilés.

-¿Cuándo grabó por primera vez?

-Recién acabada la mili, a principios de 1982, para hacer la percusión en un disco de guitarristas que producía Max Suñé. La segunda fue poco después, cuando el padre de Angelillo, Muro de Zaro, presidente del Avilés Industrial, le encargó el himno del equipo a Julio Gilsanz. Fuimos a grabarlo a Madrid con un cantante de orquesta de Avilés.

-¿Cómo se fue a Madrid?

-Tuve una discusión muy fuerte con mi padre, me echó de casa y fue un empujoncito muy bueno.

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