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Palabras del corazón

Antología de las cartas de amor ganadoras en el certamen de misivas de San Valentín de Grado, el más arraigado de la región y que cumple una década

La revelación

Querido Roberto: Una tarde de diciembre del año pasado te vi en una entrevista de TV sobre trasplantes de corazón. Roberto Durán, aquel joven inconformista, mi compañero de estudios, mi amor platónico y que siempre quiso ser médico, es ahora cardiólogo y tiene el pelo canoso. Sigues teniendo el mismo encanto. (...) He dudado mucho antes de escribirte porque no estoy seguro de que te guste saber de mí y porque te voy a revelar algo que ahora quiero compartir contigo.

Aquella tarde en la TV, mientras hablabas, volví a recordar tu brillante oratoria como si fuera ayer, aunque han pasado más de 40 años desde que dejamos el internado católico a los 16 años. (...) Roberto, es que soñaba tanto contigo que no creía que fueras real. Al amanecer me levantaba y me iba a tu cama a verte dormir. (...) Una noche, cuando todos dormían, me deslicé de madrugada agazapado entre las camas del dormitorio comunitario, me metí debajo de tu cama y me quedé tumbado en el suelo boca arriba. Pasé horas acariciando el colchón entre los alambres del somier tocando con la punta de los dedos la deformidad ovalada que tenía el colchón al abrazar tu cuerpo. (...) Me las arreglaba para jugar al fútbol de defensa y contra ti, así en pantalón de deporte podía ir a quitarte el balón, regatear y chocar mis piernas con las tuyas desnudas, tocarte la cintura esporádicamente o abrazarte en la disputa del balón o estampar mi sexo contra cualquier parte de tu cuerpo cuando te atacaba o incluso rodar por el suelo los dos medio agarrados. Nadie se enteró nunca de mi pasión por ti. (...) Han pasado muchos años, pero te sigo queriendo y no he conseguido olvidarte ni aun casándome. Ahora te dedicas a sanar corazones. (...) Tus colegas han puesto fecha de caducidad a mi vida, y quiero que sepas que te quiero tanto que este corazón que ni tú puedes salvar y que siempre fue tuyo, cuando dé su último latido, ése será para ti solo. Guárdalo? ya no podré darte otro.

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