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La Caja de las Ágatas contiene múltiples mensajes encriptados

Los 99 huecos para las joyas remiten a la contracción numerológica de la aclamación "Amén", su forma guarda similitud con el Arca de Noé y las 120 piedras de la tapa aluden a los años de penitencia antes del Diluvio, según una investigación de García de Castro

La Caja de las Ágatas contiene múltiples mensajes encriptados

La Caja de las Ágatas, una de las joyas del arte de la Monarquía asturiana, es más que una simple arqueta virtuosamente decorada. Mucho más. Es, en realidad, un contenedor de profundos mensajes teológicos que fueron codificados gracias a la elección de los materiales, la ordenación y número de todos los elementos que componen la pieza. Nada es casual en ella. A los ojos del hombre del siglo XXI, su significado permanece oculto. Mil años después, ya no manejamos los códigos que sus constructores utilizaron con absoluta soltura. Era un sistema de referencias que las gentes de la época comprendían con idéntica facilidad. Pero un trabajo del arqueólogo César García de Castro -publicado en "Anales de la Historia del Arte"- nos desvela la complejidad conceptual con la que fue concebida esta joya que se custodia en la Cámara Santa, junto a la Cruz de la Victoria y la de los Ángeles. García de Castro ha "descifrado" el contenido de la arqueta, la pieza menos estudiada del tesoro catedralicio. Es un trabajo pionero y esclarecedor, que hace aflorar toda una concepción del mundo contenida en esta joya con forma de prisma rectangular y tapa en tronco de pirámide, donada en el año 910 por el entonces infante Fruela, hijo de Alfonso III el Magno.

Madera sagrada

Está construida en madera de ciprés. No es una elección al azar, pues es una especie que no existe en el Cantábrico. Es una madera que resiste muy bien la humedad y repele a los insectos xilófagos. Es, por tanto, un material muy seguro para construir un contenedor. La caja es diferente de sus hermanas las cruces. La de los Ángeles tiene alma de cerezo; la Cruz de la Victoria es de roble. García de Castro ve una "clara voluntad" de elegir una madera mediterránea. El ciprés está "cargado de las más prestigiosas referencias bíblicas". El Arca de Noé y el Templo de Salomón se construyeron con ciprés. "Ello pone en la pista del sentido del objeto y de sus antecedentes en el plano simbólico". El Arca de Noé y el Templo de Salomón se veían, desde la óptica cristiana, como "antecedentes o prefiguraciones" de la Iglesia. El Papa León III (795-816) también eligió la madera de ciprés para construir un arca donde guardar las reliquias bajo el altar mayor de San Juan de Letrán de Roma, que era la iglesia principal de la Cristiandad y residencia papal hasta que se construyó San Pedro del Vaticano.

Una pequeña Arca de Noé

Aunque las proporciones de la caja no se ajustan, evidentemente, a las medidas de los objetos que serían sus referentes bíblicos (el Templo de Salomón, el Arca de Noé, el Arca de la Alianza), sí que fue construida para tener similitud con uno de ellos. García de Castro apunta que en el comentario al "Apocalipsis del Beato de Liébana", un libro de gran difusión en la Alta Edad Media, se dice que el Arca de Noé, en su tercer piso, estaba rematada desde las cuatro esquinas hasta unirse en un punto de la dimensión de un codo. Es decir, una cubierta en pabellón justo como la de la arqueta ovetense. La Caja de las Ágatas, también como el Arca de Noé, se describe como una construcción de tres pisos (larguero de la caja, larguero de la tapa y pabellón piramidal).

Está diciendo "Amén"

La caja que atesora la catedral de Oviedo tiene 99 huecos cubiertos por ágatas. ¿Por qué 99? ¿Significa algo? La cifra, según subraya García de Castro, no es casual. En la iglesia de San Apolinar en Classe, cerca del puerto de Rávena, en el ábside de este tempo, un gran disco cierra un cielo estrellado sobre el que se sitúa una cruz con piedras preciosas, que simboliza el cruce de los brazos y la faz de Cristo. Sobre la cruz se ve una mano que surge de las nubes: es la mano de Dios. Pues bien, en ese cielo estrellado hay justo 99 estrellas.

Según detalla García de Castro, citando a Deichmann, el número 99 es la contracción numerológica de la aclamación "Amén" en alfabeto griego (AMH,N = 1+40+8+50). Este número, por tanto, sitúa los huecos de la caja de las ágatas "en un contexto de eterna alabanza apocalíptica". La alabanza que se cita en Apocalipsis 19, 4: "Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes se postraron adorando a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén, aleluya".

Pero, al hablar sobre la interpretación del número 99, García de Castro cita otras interpretaciones. La de Dinkler, aludiendo a la homilía de Cirilo de Jerusalén, es que el número 99 son los 99 ángeles que acompañan a la segunda venida de Cristo, "en exacta equivalencia de las 99 ovejas de la parábola evangélica, en cuyo contexto la Humanidad corresponde al restante justo por el que se inmola Cristo". La parábola (Evangelio según San Mateo 18, 12) comienza: "¿Qué pasará, según ustedes, si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extravía? ¿No dejará las noventa y nueve en los cerros para ir a buscar la extraviada?". Además, 99 es el producto de 3 por 33, es decir, "la Trinidad multiplicando la edad de Cristo encarnado", aunque no existen testimonios de esta exégesis, puntualiza García de Castro.

La visión de Ezequiel

La Caja tiene en su parte inferior una lámina de plata aplicada con 123 clavos. En el centro hay una cruz latina, gemada, de brazos rectos. En los cuatro cuadrantes definidos por esa cruz, y colocados posteriormente, están los cuatro seres vivientes que se citan en la visión de Ezequiel que aparece en la Biblia: el león, el hombre, el toro y el águila.

Un hijo rumbo al trono

En esa placa también figura la inscripción de la donación hecha por quien habría de convertirse en Fruela II y su esposa, Nunilo. Según García de Castro, los donantes se han inspirado "estrechísimamente" en el texto de la donación de la Cruz de la Victoria, dos años anterior. Fruela, entonces infante, y su esposa siguen "al pie de la letra la fórmula" de su padre y suegro Alfonso III el Magno. A partir de esto, García de Castro, subraya que "cobra así verosimilitud" la hipótesis de que con esta donación "Fruela quisiera emular la munificencia de su padre, apareciendo públicamente con gesto regio, en clara competición con sus hermanos al trono".

Cristo, en el centro

La placa superior es la pieza clave, de la que irradiara toda la estructura posterior de la Caja de las Ágatas. El orden cromático original de la pedrería engastada en la arqueta es muy difícil de deducir, por las pérdidas sufridas a lo largo de la historia y porque tras 1977 se hizo una reconstrucción aleatoria/estética, apunta García de Castro. Este orden cromático no es posible de reconstruir, en orden a extraer una significación. Salvo en la placa superior. Ahí aparece un mensaje central. En esa placa aparece una cruz de cuatro grandes piedras rojas. Estas significan la pasión de Cristo. Hay un cabujón (piedra preciosa pulimentada y no tallada, de forma convexa) central transparente que representa a Cristo. Aparecen cuatro piedras azules en las esquinas, que representan los ríos del Paraíso y hay cuatro perlas intermedias, que representan a los cuatro Evangelistas, de los que brotan los ríos paradisiacos. Además, en torno a esa cruz central hay doce plaquitas esmaltadas donde aparecen pájaros, cuadrúpedos y reptiles, los tres géneros de animales de la Antigüedad clásica. El mensaje, en definitiva, es: Cristo, en el centro, abraza y redime las cuatro dimensiones del mundo.

Penitencia del Diluvio

La arqueta, en cuanto a pedrería, tiene 120 piedras en la tapa y 104 piedras en la caja. Hay que interpretar estos números a la luz del Libro III de las Etimologías de San Isidoro, dedicado a la matemática, la referencia en este aspecto en la Alta Edad Media. El número 120 aludiría al plazo de Penitencia establecido antes del Diluvio, 120 años. Y, en segundo lugar, a las 120 almas sobre las que descendió el Espíritu en Pentecostés, que significan la primera Iglesia y al conjunto de todos los creyentes en el tiempo de la Encarnación.

Al margen de la interpretación de fundamento bíblico, la elección del 120 está en la raíz de un sistema de cálculo de base duodecimal, que hoy en día se ha conservado en el cómputo habitual de artículos por docenas.

Sobre el número 104, García de Castro subraya que coincide con el número de perlas de la cubierta del Codex Aureus de Sankt Emmeram de Ratisbona. Y además se puede descomponer en 100 y 4, lo que remite a cifras redondas y perfectas.

La Palabra de Dios

Todo está engranado en orden a un sentido final. A García de Castro no le cabe duda de que fue hecha para contener un gran códice altomedieval, un texto bíblico. No sólo por sus dimensiones y robustez. También por la riqueza de su confección y sus materiales y por la carga teológica que encierra, acorde con la función de acoger la Palabra de Dios. El texto que acogería sería un evangelio, subraya García de Castro, "a juzgar por los estrechos paralelos compositivos que la tapa representa con las cubiertas de las encuadernaciones orfebrerísticas altomedievales, en su inmensa mayoría destinadas a cubrir evangelarios y, en menor proporción, salterios". La caja funciona, por tanto, como contenedor del códice en una procesión solemne, que hace efectiva la memoria de la presencia real del Señor, simbólicamente representado por su Palabra.

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