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El balón no enciende a las espectadoras asturianas

Mujeres vinculadas al fútbol asturiano asienten a las conclusiones de un estudio científico que certifica que el fútbol dispara más la ira en los hombres: "Nosotras tendemos a esconder más la agresividad"

Toña Is, a la izquierda, y Beatriz Álvarez, ante un futbolín en un bar del barrio ovetense de Teatinos. miki lópez

Un viejo anuncio de brandy, convertido por el paso del tiempo en paradigma del machismo retrógrado en la publicidad de los sesenta, enseñaba un partido de fútbol mientras una chica proclamaba risueña el eslogan que promocionaba el licor: "Es cosa de hombres". La falacia del balompié de género único salta a la vista en el césped y en las gradas unas cuantas décadas y mucho progreso social más tarde, pero puede que el viejo fútbol conserve todavía algunas de sus "cosas de hombres". La ira, la agresividad, la hostilidad física y verbal son reacciones que tienen un cierto perfil masculino, que se desbocan más en los espectadores que en las espectadoras y esto es ahora una evidencia de laboratorio además de una impresión constatable a pie de campo. Lo dicen también las conclusiones de un estudio del profesor Alejandro Carriedo, doctorado en la Universidad de Oviedo con una tesis que ha sacado de la observación científica del comportamiento la certeza de que el fútbol enfada más y peor a los hombres.

Beatriz asiente. Sin "corporativismo". Sin pasión feminista. En sus veinte años de fútbol, de jugadora a presidenta de club femenino, Beatriz Álvarez ha tenido tiempo de ver a un hombre a punto de pegar a un árbitro "de catorce o quince años" de un partido de infantiles. También a una mujer que quería saltar a por un colegiado de la Primera División femenina, pero el juicio desapasionado la lleva a imaginar más frecuente la primera escena. Ahora preside el Oviedo Moderno y sabe bien que el fútbol es todavía "un deporte masculinizado". Cada día menos, pero aún con más padres que madres en los partidos que juegan sus hijos y, sí, con "cirios" en la grada que ellos montan con alguna asiduidad mayor que ellas. Aunque haya excepciones, aunque un sector de la audiencia femenina sea también "cañera" y "nosotras también tengamos las nuestras".

Si el campo es por definición la espita por donde se liberan emociones acumuladas sin diferencia de género, y si el fútbol es también lo que dijo de él el filósofo existencialista Jean Paul Sartre, "una metáfora de la vida", la grada podría ser un universo a escala en el que se reacciona dentro más o menos igual que fuera. "Tengo la impresión de que los hombres expresan su hostilidad de forma verbal, corporalmente o con gestos", asegura, "mientras las mujeres tendemos a esconder más nuestra agresividad o nuestros enfados". En la grada y en la vida, "emocionalmente, nosotras nos expresamos de otra manera, tal vez más con llanto, hablando o gritando, pero un hombre enfadado quizá da la sensación de ser más agresivo".

Se ve la diferencia, remarca Álvarez, en los partidos de categorías inferiores que juegan mezclados los niños y las niñas, o por comparación, cuando crecen, en el comportamiento de las jugadoras y de los jugadores. En el fútbol femenino, en el campo, "puede haber insultos, pero de otra manera", asegura. Casada con un exfutbolista, dice haber visto en partidos masculinos de Tercera División "actitudes que en una mujer la llevarían a la expulsión inmediata". Puede que pese algún condicionante social y que en los hombres, aventura, "eso se vea incluso más normalizado".

Pronto dirá Ana Isabel Fernández, presidenta de la única peña femenina de aficionadas de Asturias, "La Regenta", del Oviedo, que la cuestión de fondo es que para esto y para casi todo, para bien o para mal, "somos diferentes". Asiente también Candelaria Fernández, "Candy", 25 años, doce temporadas jugando al fútbol y capitana del Mareo de Gijón. Ella recuerda que ya su primer partido oficial, a los trece en el campo avilesino de La Toba, la asustó con un duro enfrentamiento librado de banquillo a banquillo. "A ellas las entrenaba una mujer y a nosotros, un hombre. El nuestro estaba mucho más calmado", pero el tiempo le ha enseñado que la norma de comportamiento es en general diferente. El pasado fin de semana, el Mareo ganó en el campo del Tordoia, en La Coruña. "Expulsaron a la portera del equipo local en una decisión que a la grada no le pareció correcta", por decirlo de manera correcta. "Había alguna mujer alterada", recuerda Candy, "pero se escuchaban sobre todo insultos con voz de hombre. Las propias jugadoras del equipo les pedían calma". Al Mareo lo sigue entrenando un hombre, pero no se nota. "Es muy tranquilo", remata la capitana.

Con sus matices, mujeres que como ellas practican, degustan a distancia o mueven hilos en el fútbol se ven más sosegadas que los hombres. "Hay de todo", subraya Candy, pero "en los estadios lo ves incluso con los críos. Hasta los niños se alteran más, insultan más?" Ana Isabel Fernández Llaneza es seguidora del Oviedo y el Oviedo nunca ha dejado de recordar, por encima de todos sus aficionados, a una aficionada. Emilia García, "La Pixarra", la hincha más célebre y longeva, que murió en 2006 a los 99 años dejando hasta un busto en el complejo deportivo que lleva su apodo, que además de por su fidelidad se hizo famosa por su vehemencia en el graderío. Como su caso hay otros abundantes, "se ven mujeres que vociferan, y mucho", asegura Fernández, y ella la primera. "Yo chillo. Sin faltar ni malas palabras", reconoce, "pero me cabreo muchísimo con los árbitros, a los que en general veo mal, da lo mismo en una categoría que en otra". De ahí para arriba, eso sí, a su alrededor la norma es otra. "Veo a las mujeres más prudentes". Al frente de la peña femenina "La Regenta", fundada en 1998 con setenta componentes, resistente en 2016 con diecisiete, ha visto algunos enfrentamientos entre aficiones, muchos verbales y unos cuantos físicos, con recurrente mayoría masculina.

A Toña Is, que fue futbolista internacional y ejerce ahora como seleccionadora nacional sub-17 y sub-16, componente de la generación que hizo el fútbol femenino en Asturias, el asunto la devuelve a un partido reciente de infantiles, de niños contra niñas, y a la reacción de varias madres de ellos, que en pleno "baño de fútbol" del equipo femenino al masculino las insultaban a ellas con algún comentario machista de los que "hacía muchos años que no oía". Le dio pena, le dejó la impresión de que a veces "son peores las madres", pero también cree que en el campo las diferencias de género en cuanto a los niveles de ira las gobiernan los mismos mecanismos que en la calle. Hay matices y siempre el caso concreto puede desmentir las generalizaciones, pero "un hombre actúa a menudo más por impulsos, tal vez no piensa tanto las cosas como una mujer al hacerlas o le cuesta controlar la euforia. Nosotras solemos ser más calculadoras, tardamos en rebasar la barrera que separa el enfado masivo de la agresividad", apunta, pero aporta al análisis sus propios condicionantes, nacidos de la certeza de que en los estallidos de furia al ver moverse el balón también influyen "la educación, el nivel social o cultural de la persona?" El pitido final deja la certeza de que el fútbol altera. Tal vez más a unos que a otras, pero a menudo transforma. "Enrique el Ultrasur" era una canción de "Los Nikis": "En el fondo no es un chico malo, aunque a veces se le va la mano. Ha aprobado todo en FP, un domingo va a misa y al otro también. En Argüelles piensan que es un chico formal?"

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