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La ira del hombre-hincha: problema de aumento de testosterona y de elevada identificación con el equipo

Los hombres reaccionan al fútbol como espectadores de manera mucho más agresiva que las mujeres y, además, son mucho más proclives que ellas a justificar acciones violentas o fuera de la norma. Es decir, el fútbol reduce a ellos más que a ellas el nivel de "funcionamiento moral". Estas afirmaciones, muy acordes con la realidad que se observa en las gradas, son algunas de las que contiene la investigación realizada por el ovetense Alejandro Carriedo dentro de su tesis doctoral, leída en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación. Tras un estudio con 332 estudiantes de la Universidad de Oviedo, este joven asturiano constató, a través de una combinación de test psicológicos y mediciones estadísticas, que hay una clara diferencia de género cuando se trata de reaccionar a los partidos de fútbol.

El estudio de Carriedo concluye que la agresividad del aficionado al fútbol es mayor cuando está viendo un partido que en la vida cotidiana. A priori, al menos entre los sujetos analizados, los niveles de agresividad eran equiparables entre hombres y mujeres. Si acaso, sólo se pudo comprobar que los hombres manifestaban una tendencia mayor a la agresión física que ellas. Pero esa igualdad general se rompe ante la visión de un partido de fútbol. La reacción no es la misma entre hombres y mujeres. En los hombres se disparan los niveles de agresión verbal y de ira. Son más proclives a insultar al árbitro o a los rivales cuando están en la grada o ante un televisor. No obstante, eso no quiere decir que tengan más facilidad para llegar a las manos cuando están en el campo pues, según el estudio, la tendencia a la agresión física es la misma que manifiestan en su vida cotidiana. Los resultados de la tesis de Carriedo coinciden con los que ya constató en 2011 el Consejo Superior de Deportes: el 40% de los deportistas reconoció que tanto sus familiares como el público insultaban al árbitro. Y de este 40% de deportistas, la mitad se sentía agradada ante estas situaciones.

Con las mujeres, en cambio, no ocurre lo mismo. El balón no las enciende tanto. Los niveles de agresión física, verbal o de ira -es decir sus ganas de pelearse, insultar o las dificultades para controlar su genio- son equiparables a los que manifiestan en el día a día. Es más, los niveles de hostilidad de las mujeres son más bajos cuando están viendo el fútbol que los que manifiestan en la vida cotidiana. Por "hostilidad" se entiende la sensación desatada, por ejemplo, por la sospecha de que otros puedan estar criticándola o actuando en su contra.

¿Cuál es la explicación de esta diferencia de género como espectador futbolístico? "Esto podría sugerir que los hombres se involucran más en la dinámica del fútbol, quizás, debido a que las noticias del fútbol femenino tienen menor difusión en los medios de comunicación, o bien, y como posible consecuencia de la anterior, porque los hombres practican más este deporte y se identifican más con su equipo", indica Carriedo en su tesis. También hay otro factor: las hormonas. Sustentándose en diversos estudios, el autor del estudio indica que la visualización de partidos de fútbol importantes causa un aumento de los niveles de testosterona y cortisol, y que ese incremento era mayor en los espectadores jóvenes y en los que manifestaron ser más aficionados. Y añade: "Estos resultados son muy interesantes porque los niveles de testosterona y de cortisol se han asociado con las percepciones hostiles y amenazantes de las personas".

El estudio que sustenta esta parte de la tesis se hizo con 168 estudiantes varones y con 164 mujeres de la Universidad de Oviedo. Las edades oscilaron entre los 18 y los 36 años. De media, todos los participantes consumían 1,43 partidos de fútbol a la semana, tanto por la televisión como en el campo. La media en los hombres era de 2,06 partidos semanales y en las mujeres de 0,79 partidos. La investigación trataba de explorar qué ocurría en el lado del espectador, pues el análisis de sus procesos morales durante el visionado de deportes era una orilla hasta entonces inexplorada. Distinto trabajos previos indicaban que, en los deportistas, cuanto mayor era el tiempo de implicación en el deporte, más reducido era el nivel de funcionamiento moral. Dicho de otra manera, con mayor facilidad justificaban determinadas conductas antisociales (como lesionar a un rival) como parte de la competición o, incluso, más se llegaban a valorar éstas como necesarias para conseguir la victoria. Además, no se consideraban agresivas. ¿Pero con los espectadores se repetía el mismo esquema? La tesis de Carriedo concluye que sí hay una correlación. Eso sí, no es igual en los hombres que en las mujeres. Ellos se toman el balón mucho más a pecho.

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