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El ocaso de la quinta del buitre

Once de las dieciséis especies de aves carroñeras que habitan en Asia, África y Europa han perdido más del 80 por ciento de su población desde los años noventa, intoxicadas por fármacos y venenos

El ocaso de la quinta del buitre

Los buitres están en crisis. Una crisis global, sin precedentes, por causas humanas. Podría haberse evitado y puede corregirse. La debacle se debe en Asia al tratamiento de las reses con diclofenaco, un medicamento de uso veterinario mortal para estas aves, que se alimentan en gran medida de cadáveres de ganado; en África está unida igualmente a la ingesta de productos tóxicos, pero en este caso colocados intencionadamente en la carne de las carroñas para matarlos a ellos o a grandes carnívoros. Además, en África occidental y austral son perseguidos para el empleo de partes de su cuerpo en la medicina tradicional y para el consumo de su carne. Europa, que comparte especies con Asia y con África, mantiene a flote las poblaciones de sus cuatro buitres, aunque el alimoche común ha perdido ya la mitad de sus efectivos. Los que esperan la muerte (como los llamó poéticamente Félix Rodríguez de la Fuente) están ahora a verla venir.

Los datos de la evolución de las poblaciones de los buitres asiáticos desde la década de los noventa del siglo pasado son dramáticos, con reducciones de hasta el 99 por ciento en el buitre dorsiblanco bengalí, del 97 por ciento en los buitres picofino e indio, y del 94 por ciento en el buitre cabecirrojo; el buitre del Himalaya se salva porque vive en zonas de montaña donde el uso del diclofenaco está menos extendido. La rápida (aunque leve) recuperación de los buitres tras la prohibición del fármaco, en 2006, primero en India y, después, en Nepal y en Pakistán, hace albergar esperanzas sobre su futuro.

La crisis de los buitres africanos también viene de finales del siglo XX, aunque se ha acelerado en los últimos años. Siete especies han perdido en tres décadas más del 80 por ciento de su censo, una disminución que alcanza el 97 por ciento en el buitre moteado, el 96 por ciento en el buitre cabeciblanco, el 92 por ciento en el buitre de El Cabo y el 90 por ciento en el buitre dorsiblanco africano. Un estudio internacional realizado el año pasado atribuye el 61 por ciento de las muertes al veneno, colocado por ganaderos para el control de depredadores (leones, hienas y chacales, entre otros) o puesto por los furtivos para encubrir las matanzas de elefantes y rinocerontes, ya que el vuelo de los buitres delata la localización de sus víctimas. Otro 29 por ciento de las bajas corresponde a la caza para surtir el mercado de la curandería.

Los buitres europeos que también habitan en África y/o en Asia han disminuido igualmente en ambos continentes, mientras que en Europa sólo el alimoche común se considera amenazado, con una reducción de efectivos del 50 por ciento, debida a envenenamientos, colisiones con tendidos eléctricos y a la pérdida de fuentes de alimento por cambios en el hábitat y en la ganadería.

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