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Muchos árboles no hacen un bosque

El ecosistema forestal es más que una masa de arbolado: un superorganismo que integra ricas comunidades de flora y de fauna, sujetas a complejas relaciones entre sí y con el medio

Muchos árboles no hacen un bosque

"Sitio poblado de árboles y matas". Con esta definición tan simplista y escueta despacha el Diccionario de la Real Academia lo que es un bosque. Esa vaguedad conceptual explica la ceremonia de la confusión reinante en torno al término, que lleva a hablar de "bosques de eucaliptos" en Asturias o a dar por tales cualquier superficie arbolada, sin que importen su extensión, su composición ni su estructura. Y no es una cuestión baladí, ya que esa percepción estética acaba dirigiendo la ordenación y la gestión forestal.

Predomina al hablar de bosques una noción paisajista (masa de árboles) y productivista (recurso maderable). Sin embargo, un bosque es mucho más que una suma de árboles (aunque ésta sea una condición necesaria) o una fábrica de madera: es un ecosistema, ciertamente con una cubierta vegetal arbolada que lo caracteriza, pero bajo ella se cobijan muchas otras plantas y ricas comunidades de fauna, interrelacionados por medio de complejas tramas de también comprenden factores abióticos como el suelo, el agua y el clima.

Dicho de otro modo, concebir un bosque como una mera agrupación de árboles es como reducir una ciudad a la concentración de edificios, considerados además como estructuras vacías, sin tener en cuenta sus conducciones de agua, electricidad y calefacción, sus pobladores, los servicios que alojan viviendas, comercios), la red de calles que los comunica, etcétera. Bosques y ciudades son universos complejos, y tanto en unos como en otros la estructura y la estabilidad del sistema dependen de las condiciones del medio y de las relaciones de sus habitantes con éste y entre sí. Frente al bosque, las plantaciones o cultivos forestales, agrupaciones arbóreas de origen artificial y sometidas a un manejo orientado a la producción de bienes, carecen de la estructura y la funcionalidad de un ecosistema y, a lo sumo, dan cobijo a algunas especies generalistas u oportunistas de plantas y animales. Además, usurpan el lugar de los bosques naturales, como han hecho en Asturias los pinares y los eucaliptales, suplantando las carvalledas en toda la franja costera. Siguiendo con el símil, no dejan de ser "decorados" huecos, ciudades de cartón piedra.

Incluso entre los bosques naturales hay categorías: primarios o primigenios, secundarios o alterados, y manejados. La primera categoría es inexistente hoy en día en la comunidad, aunque sí quedan bosques más o menos intactos, sobre todo en zonas orográficamente complejas. Los bosques asturianos son, en esencia, bosques fragmentados, modificados y más o menos degradados, o directamente manejados, como las grandes extensiones de carvalledas transformadas en castañales. Las arboledas, las matas de árboles salpicados en paisajes abiertos, como las campiñas, no llegan a ser bosques, estructural y ecológicamente, pero poseen un elevado valor en los territorios más humanizados.

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