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Daniel Torres levanta "La casa" con sus propias manos

El libro mezcla cómic, ilustración y texto y recorre la historia de la vivienda occidental desde hace 3.200 años en 580 páginas virtuosas y didácticas

Daniel Torres levanta "La casa" con sus propias manos

El dibujante Daniel Torres proyectó y levantó "La casa" en los últimos seis años, un libro de 578 páginas en el que despliega sus habilidades de narrador visual historietista, de ilustrador brillante, de constructor de historias y de divulgador. Subtitulado "Crónica de una conquista", es un recorrido histórico desde una primera aldea, a orillas de Jordán hace 3.200 años, hasta "soluciones habitacionales" futuristas que fueron o ideaciones que no, pasando por la Atenas y la Roma clásicas, la Europa de la Edad Media, la Italia del Renacimiento, la Francia absolutista, la Inglaterra de la industrialización, la Rusia del romanticismo y la América vertical de las ciudades y horizontal de los suburbios.

"La casa" tiene tono didáctico y recreativo de libro enciclopédico para jóvenes, relato histórico historietístico, reconstrucción documental y algo de voluntad ensayística. Se lee con agrado, se entiende por su asombrosa capacidad divulgativa y pasma en cada hoja por la gracia y el esfuerzo visibles en este monumental edificio gráfico.

Coinciden con la crisis inmobiliaria española los seis años de "La casa", el trabajo que va desde "Burbujas" -su intento, fallido, de ajustarse a los modales y al mercado de la novela gráfica- hasta el inicio del próximo álbum de "Roco Vargas", su aventurero espacial retrofuturista. Dedicó tres a documentarse e idear el libro y otros tantos a ejecutarlo.

Para no perder la sorpresa es bueno leer un capítulo diario. Al acabarlo se ven las casas y las ciudades de otra manera después de recorrer en 26 historias un tema que adquiere formas muy diferentes y que sitúa en la relación entre la vida y la vivienda que tanto nos determina como civilización y nos configura como seres urbanos. Torres marca los hitos que nos llevan del refugio primigenio al hogar actual y, en ese recorrido, cuenta historias: la especulación, la política y el negocio en Roma; el poder en la Edad Media; la creatividad en el Renacimiento, la convivencia, la familia, la explotación, la dictadura del arquitecto, la utopía arquitectónica, la distopía urbana... Y las cuenta en distintas claves y tonos: ligeras, dramáticas, costumbristas, cultas, graciosas, optimistas, lúgubres...

En Daniel Torres (Teresa de Cofrentes. Valencia, 1958) confluyen intereses que llevan a este libro y que le han dejado huella biográfica. Comenzó Arquitectura y terminó Bellas Artes. Se dedicó al cómic desde 1980 y la arquitectura ha sido siempre algo más que un fondo en sus historias. Ha sido ilustrador publicitario y de cuentos.

Ahora mira a la arquitectura pero usa un asombroso repertorio de imágenes procedentes de las bellas y de las plebeyas artes que tiene totalmente interiorizado y que da profundidad, textura y calor a este libro que no tiene nada de portafolio de planos de arquitecto ni de cuaderno de arqueólogo. El pergamino, el códice, la vidriera, la pintura, la decoración, el grabado, el cartel, la artesanía, la maqueta, el teatrillo, el recortable, la publicidad, el cómic están en el concepto y en la solución de relatos sometidos a una métrica común pero ideados para contar de la manera más eficaz distinta cada vez.

Aunque no todos los capítulos son igual de afortunados, su condición de relatos cortos les favorece. Torres siempre ha lucido su arte y su ingenio con más brillantez en los cuentos que en las narraciones largas. Son especialmente conmovedores "La ciudad devora a sus hijos" (Londres, 1866) y "Este soy yo Florencia 1456)".

El libro pertenece al género de artefactos gráficos y puede compartir anaquel o mesa de salón con el rascaestantes "Sin la sombra de las torres", de Art Spiegelman, sobre los atentados del 11-S; la caja libro juego "Fabricar historias", de Chris Ware, o el libro ilustración única "La gran guerra", de Joe Sacco, sobre el 1 de julio de 1916 y la terrible Batalla de Somme. Entiéndase que en lo que se parecen es en lo que se diferencian del relato dibujado encuadernado convencional.

Daniel Torres tiene una proyección internacional que le permite emprender empeños tan ambiciosos como la construcción de este libro como una casa que quiere luchar contra la fugacidad de los escaparates de las librerías, convertirse en fondo de biblioteca, tener una vida de long-seller, venderse como regalo adulto de buena ocasión. Se ve también la flexibilidad y versatilidad a la que obliga ganarse la vida como dibujante editado, incluso para el artista más destacado de su generación, el que se presentó en el blanco y negro de la revista "El Víbora" en 1980 pero encontró su sitio dos años después como revelación de "la nueva escuela valenciana" de dibujantes en la elegante "Cairo", tebeo paladín de la "línea clara" y el exotismo nostálgico aventurero de los años ochenta. Su carrera se hizo internacional enseguida y acabó llevándole desde el comic-book estadounidense hasta la animación.

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