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Estamos en el Antropoceno

Desde la mitad del siglo pasado, el planeta Tierra - ha entrado en una nueva era geológica marcada por el impacto devastador de la civilización humana

Estamos en el Antropoceno

Creo que cada vez es mayor la preocupación por el futuro del planeta. Realmente lo que nos inquieta es la amenaza para la vida del hombre y otras especies que le son favorables. La tierra seguirá ahí, quizá con otra atmósfera, quizá con otra corteza. Los científicos que estudian estos asuntos están de acuerdo: estamos en una nueva era geológica que denominan Antropoceno. Hace 11.700 años la tierra había entrado en el Holoceno que ahora abandonamos. Las épocas suelen comenzar tras grandes acontecimientos, como el final de Cretáceo hace 66 millones de años cuando, de acuerdo con las investigaciones de los Álvarez, una dinastía de origen asturiano estudiada admirablemente por Carlos Rodríguez, un enorme meteorito cayó sobre el Yucatán. No fue sólo el impacto lo que produjo el cambio en la superficie de la tierra, más importante fue el calor que generó al comprimir la atmósfera y su onda expansiva. Se extinguieron los dinosaurios que ahora nos gusta imaginar desde sus huellas. La alteración de las rocas subyacentes y de las capas sedimentarias se puede observar todavía hoy. ¿Qué cambios tan importantes observan los científicos del grupo de trabajo del Antropoceno cuando se atreven a afirmar, en una publicación de enero en "Science", que estamos en esa época desde la mitad de siglo pasado?

El Paleolítico finaliza con la introducción de la agricultura. Una afirmación que se discute, pues en algunos lugares se hallan signos de cultivo ya en esa época. De cualquier forma, el dominio del grano y el ganado modificó no sólo la vida del ser humano, también la del planeta. Al principio levemente, pues la población era escasa. Es lo que se denomina el Antropoceno temprano consecuencia de la deforestación. El descubrimiento de América trajo nuevas especies y transformaciones. Un cambio importante ocurrió con la revolución verde, arrastrada por la explosión demográfica: semillas seleccionadas, pesticidas y abonos minerales. La cantidad de nitrógeno y fósforo en la superficie de la tierra se duplicó en los últimos 65 años. Se observan nuevos minerales y tipos de roca que muestran la diseminación de nuevos materiales como el aluminio, que apenas existía antes del XIX, o el hormigón, del que se ha producido tanto como para poder cubrir la superficie de la tierra. Y qué decir del plástico, la producción anual iguala el peso de toda la humanidad. Tardarán más de 1.000.000 años en desaparecer de los desiertos y el hielo los rastros de las explosiones nucleares que se realizaron en el siglo pasado, y las que algunos países llevan a cabo ahora. Esos productos, carbono 14 y plutonio 239, se unen a la cantidad de nuevos minerales que se encuentran en los vertederos procedentes de la industria extractiva y constructiva. Es la consecuencia de la industralización que ha trasformado la superficie de la tierra, más de la mitad cubierta de edificios, carreteras, minas, granjas, vertederos, etcétera. Nadie se puede imaginar que en los últimos 60 años cada día se inaugura una nueva presa. Sus beneficios para la agricultura, la producción de electricidad y el control del caudal no impiden los posible perjuicios en el transporte de sedimentos al océano y la evolución de las formaciones geológicas. Y qué decir, en este panorama de violación de la superficie de la tierra, de las consecuencias de la combustión de fósiles: se ha cargado de carbón negro, cenizas esféricas inorgánicas, y en la atmósfera no sólo el CO2 que tanto nos preocupa, ademas los hidrocarbonos, los bifenilos policlorinados y el plomo que procedía de la gasolina, todo ello con el tiempo depositado en la tierra. Y aunque el grupo mencionado no lo recoge, hay que señalar el impacto de las nanopartículas, substancias que en los últimos años se emplean cada vez más en todas las manufacturas desde la ropa a los alimentos. No sabemos cómo influirán en la ecología más elemental.

A la par que contaminamos la superficie de la tierra y la atmósfera, lo hacemos con nuestro organismo y la misma transformación y acomodación a las nuevas circunstancias que debe hacer la tierra la tenemos que hacer nosotros. Qué consecuencias para la salud se derivarán de ello. De momento no son extremas pero sí preocupantes. Por ejemplo, la contaminación atmosférica, sobre todo las partículas menores de 2,5 micras, es causa importante de morbimortalidad no suficientemente estudiada. Y ciertos productos químicos acumulados en las grasas corporales se comportan como seudohormonas alterando los complejos equilibrios neurohormonales. El panorama es muy amenazador. Al mismo tiempo, la fuerza creativa, y destructiva, de la ciencia y la industria que nos lleva a esta situación, está generando conocimiento y técnica con capacidad de mejorar la salud, tanto porque mejora el estándar de vida como porque puede atajar las enfermedades. Nunca se vivió tanto y tan bien. No sé si sabremos cambiar la orientación de nuestra civilización de consumo, la potencial forma de parar el ritmo de modificación de la tierra. Tengo más esperanza depositada en que ciencia y tecnología vean en el afrontamiento del problema una oportunidad y que con fuerza renovada seamos capaces de reconducir la situación mediante nuevas industrias que aprovechen el desastre para hacer dinero y eso beneficie a todos: creación de riqueza desde la basura y los desechos orgánicos, inorgánicos y atómicos.

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