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Pesca con muerte: riberas como selvas y cauces abandonados

"Están acabando con los ríos". Gil Rico, presidente del club "La Socala" del Esva, está indignado. Sin pelos en la lengua, asegura que la gestión de la pesca fluvial en la región es "desastrosa". "Cada vez son más restricciones. Esto se acaba, ya no tiene solución", lamenta Rico, que se agarra a la orilla con muerte. "Nosotros queremos pescar para llevar, como toda la vida se hizo. Los otros se escudan en que los pescadores tenemos la culpa de que cada vez haya menos peces. Pero eso no es así". Para este veterano aficionado, la culpa es de la Administración. "Tienen los ríos abandonados, como una selva. Llevamos diez años denunciando que hay árboles tirados y que por tanto no entra el sol, que hay matorrales, que no hay por dónde entrar a las riberas... Y en vez de solucionarlo, se ponen a recortar y a recortar a los pescadores", cuenta, con fuerzas suficientes para seguir con sus críticas. "Antes eran los paisanos los que gestionaban los cotos y ahora resulta que no pueden tocar nada. Señores, pero ¿adónde vamos a llegar? ¿Quién paga la contribución de las fincas?". Gil Rico se queja de que la Confederación Hidrográfica del Cantábrico y el Gobierno regional no paren de pasarse el "marrón" sin dar "ninguna solución". Y mientras tanto, la vida en los ríos agoniza.

Antón Caldevilla, presidente de la sociedad de pescadores "El Esmerillón" del río Sella, constata un preocupante descenso del turismo nacional e internacional. "¿Quién va a venir para pagar y no pescar nada?", razona. De media, por día ya son entre 20 y 40 euros por el coto. A ello hay que sumar todo lo demás: gasolina, moscas, ropa, licencias... Caldevilla, al igual que su colega Gil Rico, habla malhumorado: "Se puede pescar y a la vez mantener el río sano. Pero da igual decirlo, no nos hacen caso. En la Administración entra cualquier funcionario y, al mes, ya sabe más que tú".

Caldevilla está en contra de las limitaciones con las que la Consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales castiga año tras año a la modalidad tradicional. Al igual que en 2015, la pesca con muerte sólo está permitida desde el 24 de abril al 31 de julio. Antes y después, se puede tirar la caña, pero sin llevarse al rey de los ríos a casa. "Hoy se verá la gente que hay pescando: cuatro. Sólo hay que mirar las estadísticas. El 98% de los aficionados practica la modalidad con muerte. Lo que pasa que los otros hacen más ruido", asegura. Caldevilla afirma que no todos los ríos son aptos para utilizar mosca -requisito imprescindible para pescar sin muerte- y pone como ejemplo el Cares y el Sella.

En este sentido, Gil Rico denuncia que hay pescadores "interesados" que estando "en temporada sin muerte y en cotos sin muerte, acaban metiéndose el pez en el bolsillo". "Eso es lo que realmente hace daño y no se controla como se debería", clama. Por eso, pide sanciones más duras y guardas exclusivos para los ríos durante la campaña. "No puede ser que tengan que controlar los salmones y al mismo tiempo tengan que contar pájaros y marchar si hay ataques del lobo", insiste.

Los pescadores de esta orilla ven lo mismo que la otra: no hay relevo generacional. Los jóvenes, afirman, no le encuentran el gusanillo a la pesca fluvial en el Principado. El dato es preocupante, ya que de ello depende el futuro del sector. "La gente lo que quiere es pescar. Pero si no puede, entonces no va y el deporte no tiene tirón", comenta Enrique Berrocal, responsable de la sociedad Las Mestas del Narcea. Berrocal se coloca entre las dos orillas. Entiende a unos y a otros, pero cree que ahora (con un stock tan limitado de salmones) no es el momento de la división, sino de la unión. Su asociación pretende potenciar esta temporada el proyecto ARCA, que puso en marcha por primera vez el año pasado. Se trata de donar durante la campaña con muerte ejemplares para contribuir a su repoblación. En 2015, la estación de alevinaje de Pravia recibió siete salmones, de los cuales sobrevivieron tres (dos hembras y un macho), que fueron desovadas y devueltas al medio natural. El 90 por ciento de las huevas eclosionarán dentro de mes y medio y saldrán de la estación praviana en el plazo de un año.

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