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Las primavera no sabe cuándo llega a Asturias

El cambio climático modifica los ritmos de las estaciones y provoca que numerosas flores, insectos y aves migratorias aparezcan antes

Las primavera no sabe cuándo llega a Asturias

Hoy comienza la primavera astronómica, la que señala la estación en el calendario (siempre entra el 20 o el 21 de marzo en el hemisferio Norte). La primavera meteorológica aún está por venir, si es que viene (las estaciones de transición, primavera y otoño, tienden a desdibujarse en favor de las estaciones extremas, invierno y verano). Y la primavera biológica, la que concierne a la fenología de los seres vivos, a los fenómenos biológicos relacionados con el clima y con el ritmo estacional -como la reproducción y las migraciones-, sale del paso como puede, sorteando los efectos del cambio climático.

El dicho "la primavera, la sangre altera", que remite a los desajustes estacionales que sufren los neurotransmisores y las hormonas (estimulados, principalmente, por el incremento de las horas de luz y de la temperatura) y, más concretamente, al mejor estado de ánimo y a la mayor predisposición sexual que esas alteraciones fisiológicas traen consigo, se queda corto ante las primaveras "locas" de los últimos años. La modificación acelerada del clima ha introducido importantes variaciones en los procesos físicos y biológicos de la Biosfera, que han perdido el compás entre sí y tampoco son capaces de evolucionar tan rápido como exige el cambio de las condiciones ambientales. Este desbarajuste se aprecia particularmente en primavera, en el adelanto de fenómenos tan evidentes como la foliación de los árboles, la floración, la eclosión de los insectos y la llegada de las aves migratorias. Pero sus consecuencias son mucho más amplias y afectan a la tasa de éxito reproductor y de supervivencia de diversas especies, y al estado sanitario o a la tendencia demográfica de otras.

Un guión confuso

El "teatro" primaveral se ha renovado en las últimas décadas. Más bien se ha revolucionado. El termostato está más alto (las temperaturas máximas siguen un ascenso sostenido), la ambientación es más radical (hay un cambio de temporalidad, de frecuencia y de intensidad en las precipitaciones de agua y de nieve) y el "atrezzo" es diferente: los árboles echan antes las hojas (un estudio cifra en una semana el adelanto desde 1980), la floración se anticipa y, en suma, el paisaje enverdece primero. El mayor problema es que los "actores" salen a escena a destiempo: los insectos no coinciden con las flores que deben polinizar o de las que se alimentan, y las aves insectívoras no disponen de suficientes insectos cuando tienen pollos (es decir, cuando su demanda de alimento es mayor y, en general, más específica, ya que los adultos tienden a dietas más heterogéneas). La consecuencia de esos desajustes es un guión lleno de trampas y mal leído, donde los personajes se pierden y cruzan diálogos creando un discurso confuso.

En la cuerda floja

El urogallo común cantábrico, una raza endémica de la cordillera de la que toma su nombre, en serio peligro de extinción, sufre particularmente las primaveras anómalas, ya convertidas en norma. Los pollos son los más vulnerables. Antes nacían en la época de mayor abundancia de insectos, esenciales para su correcta nutrición, pero ahora las poblaciones de insectos han disminuido y sus eclosiones se han adelantado, de manera que cuando los jóvenes urogallos, nidífugos (a las pocas horas de nacer abandonan el nido y siguen a su madre), rastrean los brezales que bordean los bosques de montaña en su busca apenas encuentran qué llevarse al pico. Muchos mueren de hambre. Y la mayoría de los que logran comer lo suficiente acaban feneciendo por las condiciones atmosféricas adversas (fuertes lluvias y nevadas tardías) en sus primeros días de desarrollo, cuando no son capaces de regular su temperatura. La supervivencia de los pollos (afectados, además, por otras muchas circunstancias) es de 0,3 por nidada, una tasa insostenible que está en la raíz del fuerte declive de la especie. Pero también los adultos pagan un precio por las "primaveras locas" y, en general, por las alteraciones derivadas del cambio climático: disponen de menos alimento o no cuentan con el que necesitan en cada momento, lo cual repercute en su condición física y, en particular, en su capacidad reproductora, y pierden hábitat, viéndose obligados a "trepar" ladera arriba, como se evidencia en el uso de los cantaderos (los lugares donde los machos se exhiben durante el cortejo), cuya tasa de ocupación muestra una preferencia por los situados a más altitud.

El urogallo es un buen baremo del cambio climático y, en concreto, de los efectos de las "primaveras locas" (como lo es también para evaluar la calidad del hábitat y otras variables ambientales). Pero hay otros. También entre las aves (indicadores biológicos particularmente útiles: son muy visibles y reaccionan rápido a las alteraciones), los pájaros migratorios, sobre todo los transaharianos, aportan indicios de que la primavera "se mueve". Los registros de las primeras llegadas a España revelan un adelanto de las fechas desde los años setenta del siglo XX. Análisis realizados en otros países europeos muestran conclusiones similares (principalmente en Europa central; en el norte y en el sur las variaciones son más leves). Una larga serie de datos reunida desde 1908 en la localidad catalana de Tortosa evidencia un retraso en la llegada de la golondrina común entre las décadas de 1920 y 1970, y un cambio de tendencia a partir de la última fecha que ha producido un adelanto de 15 días en las primeras observaciones primaverales. Algo similar ha ocurrido con el vencejo común.

El cambio en las fechas de las migraciones es evidente, pero ¿cómo o por qué se relaciona con el clima? Un trabajo realizado en la Estación Biológica de Doñana establece esos vínculos y complica el puzzle. "Tanto el clima en España durante la primavera como el clima en África durante el invierno son responsables de esas diferencias entre años. Un grado más de temperatura en marzo y en abril hace que los primeros ejemplares se detecten entre 1,5 y dos días antes. Cuando la primavera es más cálida, pueden progresar a mayor velocidad hacia el Norte", agrega. Por otro lado, "después de años lluviosos en el Sahel las llegadas se adelantan". Así, la golondrina común llega una semana antes por cada cien litros más de lluvia registrados en promedio en invierno en esa región africana.

Reloj adelantado

Ese adelanto en el reloj documentado en las migraciones de las aves se advierte en otros fenómenos y procesos biológicos. La media de adelanto para los eventos primaverales es de 6,5 a 7 días por grado desde 1980. La foliación de los árboles caducifolios sigue esa pauta, aunque con matices: desde 1999 el adelanto en la salida de las hojas se ha ralentizado a 2,3 días por grado. Y, por paradójico que parezca, esa vuelta atrás también es consecuencia del cambio climático, ya que las hojas, para brotar, necesitan un frío mínimo acumulado, no basta que haya más luz. Además, las hojas caen ahora más tarde porque, al tiempo que la primavera se ha adelantado, el otoño se ha retrasado al ritmo de un día por cada grado más de temperatura.

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