La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un comedor escolar que vuela, corre, navega, se arrastra y flota

Dos obras de dimensiones muy distintas, un equipamiento colegial y la ampliación del Bellas Artes, comparten el premio "Asturias" de arquitectura

Un comedor escolar que vuela, corre, navega, se arrastra y flota

-Y a vosotros, este comedor ¿a qué os recuerda?

-A un autobús.

-A una nave espacial.

-Un barco.

-No sé... Algo que se mueve.

-Es como un gusano metálico que se arrastra por el prao.

El arquitecto Miguel Ángel García-Pola recibió esta semana un feedback muy especial -y sabio- sobre su obra. Los escolares de sexto curso de Primaria del colegio público Jaime Borrás, en el barrio ovetense de Guillén Lafuerza, hablan con total libertad del comedor donde muchos almuerzan todos los días, una instalación que acaba de lograr, junto a otros dos trabajos, el XXIII Premio "Asturias" de arquitectura.

Y Miguel García-Pola Vallejo, sorprendido pero a la vez encantado con esa visión infantil que de algún modo conecta con sus intenciones.

El "gusano" en cuestión es un equipamiento que parte de cuatro módulos prefabricados (se construyeron en la nave gijonesa de Modultec) y rompe por completo esa idea peyorativa que acompaña a los elementos modulares.

El comedor complementa al colegio y se conecta a él a través de un tránsito peatonal cubierto que recuerda un andén de estación. No iban descaminados los chicos que mencionaban "un vagón de tren" para explicar la estética del comedor. Los módulos están "envueltos" en chapa perfilada de acero con aristas curvadas para suavizar la imagen y evitar canalones.

Por dentro, todo amarillo, color cálido que reviste una sala única de casi treinta metros de longitud y siete metros de anchura que incluye zona de cocina, área para guardar las mochilas y aseos. Mucha ventana, algunas a ras de suelo pensadas para los más pequeños. En el exterior, una mezcla muy asturiana de verde, edificios, naves industriales y autopista.

"Busqué lograr un espacio que fuera percibido como lugar de cobijo para los pequeños colegiales, casi a modo de vientre materno", explica García-Pola en su visita a la instalación tras conocer su premio.

Los galardones tienen carácter bianual. En esta edición, además del edificio de comedor escolar firmado por Miguel García-Pola, el Colegio de Arquitectos distinguió las obras de ampliación del Museo de Bellas Artes de Asturias (de las que se habla ampliamente en las páginas de "Sociedad y Cultura" de este periódico), proyecto de Francisco Mangado junto a Justo López García y Vicente Díez Faixat, y al libro "Lo moderno de nuevo. Arquitectura en Asturias (1950-1965)", de Nieves Ruiz y Fernando Nanclares.

Una obra de enorme trascendencia cultural en la región, generosa en presupuesto (por encima de los veinte millones), junto a una obra de uso cotidiano, con presupuesto de ejecución de unos 269.000 euros. De la emblemática plaza de la Catedral a uno de los barrios más populares de Oviedo. Un espacio de unos 4.000 metros cuadrados en un caso; apenas 226 en otro, pero bien aprovechados. La luz, protagonista en ambos.

El comedor escolar firmado por Miguel García-Pola se solventó en apenas cuatro meses de trabajo. Las obras de ampliación del Bellas Artes, comandadas por Patxi Mangado se iniciaron a finales de 2007 y no terminaron hasta la primavera de 2015, después de un sinfín de avatares.

Son proyectos muy diferentes, pero les une lo afortunado de la idea, la calidad del diseño y el acierto de ejecución. Espacios para sentirse a gusto. Y con algunas soluciones nada fáciles.

García-Pola se encontró en la finca del colegio de Guillén Lafuerza con un terreno irregular y en pendiente. Por una parte el edificio de forma prismática se apoya sobre un muro de hormigón apenas visible. En otro extremo el comedor parece flotar, sustentado sobre pilares de acero laminado a diferente altura para adaptarse a la topografía del terreno. Algo así como "un edificio con patas".

"Parece algo muy pesado, pero los cerramientos son ligeros". Los niños tienen su entrada y los productos de comida y bebida la suya, en una de las esquinas del aparcamiento del colegio. "Y sí, éste es mi primer proyecto de comedor escolar", dice Miguel García-Pola, nacido en el año 1957, licenciado por la Escuela de Arquitectura de Valladolid y profesional con poca pero selecta obra: "Prefiero no construir a construir mal", dijo en alguna ocasión.

Otra idea que sale de los chavalinos y su particular visión de las formas: la de la plataforma de acceso a los aviones desde las terminales de los aeropuertos. De nuevo la idea de movilidad y tránsito, que tanto gusta al arquitecto de origen avilesino.

El comedor escolar de Guillén Lafuerza no tiene nada que ver con las instalaciones colegiales ya existentes. El reto estaba ahí, en buscar sinergias y complementariedad. La cubierta de acceso al colegio sigue ahí, compartiendo espacio con la de acceso al comedor. Distintas a rabiar. No es problema, dice Miguel García-Pola.

Con la ampliación del Museo de Bellas Artes pasó algo parecido. La pinacoteca se asienta sobre cronologías muy distintas, edificios de diferentes épocas, siglos que se entrecruzan y se solapan, construcciones que se enriquecen mutuamente. Y frente a esa amalgama histórica, la ampliación llega de la mano del siglo XXI. Piqueta, la justa. Se construye más que se destruye. Los tiempos dialogan a través de las piedras. En el Museo, en el cole. Y en la vida.

Compartir el artículo

stats