La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Supe lo que era el dolor cuando la mina me quitó a mi hijo"

-Mama, vengo de pedir modo en la mina.

Así anunció en casa Óscar Luis Velasco Robledo que iba a trabajar en el pozo Candín. Poco sabía él que, veinticinco años después de su primer viaje en la jaula, el grisú le arrebataría la vida. Fue una de las víctimas del último accidente mortal registrado en Hunosa, en el año 2007, y su placa está en la primera fila del Memorial Minero.

Su madre, Pilar Robledo, no tardó en encontrarla cuando llegó al pozo Sotón. "Este pobre mío, cuánto nos acordamos de él", sollozó ante la lámina de acero. Buscó con la mirada a la presidenta de Hunosa, María Teresa Mallada, que estaba de visita en las instalaciones. La felicitó por su trabajo: "Gracias por darnos esto".

A Pilar Robledo, la muerte de su hijo le quitó veinte años de vida. Óscar Luis Velasco estaba casado y tenía dos hijas, "los dos tesoros" que dejó a la abuela. Le quedaban seis meses para prejubilarse cuando murió. Cuenta su madre, cuando las lágrimas dan tregua, que un escape de grisú le alcanzó en plena jornada laboral. "Dio la vuelta a coger la chaquetilla y allí quedó, el grisú pudo con él".

Pudo con él y devastó a la familia entera. "A mí, cuando me contaban una desgracia así, siempre pensaba que vaya disgusto que tendrían esos padres. No supe lo que era el dolor hasta que la mina me quitó a mi hijo". Le queda el consuelo de saber que Óscar Luis Velasco trabajaba en lo que le gustaba, que su hijo era más feliz cuando escuchaba el "turullu".

Lo llevaba en la sangre. Era la quinta generación de mineros en la familia Robledo. Una vida bajo tierra que ha hecho de Pilar una mujer sufrida, que no escatima en cariño. Resignada, dice que "éste es el precio de la mina, que tanto nos da y tanto nos quita".

Compartir el artículo

stats