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ALBERT SASSON | Presidente de BioEuroLatina, ex subdirector general adjunto de la Unesco y gran experto en biotecnología

"Las bacterias modificadas son el combustible del futuro"

El profesor, en un momento de la entrevista. fundación ramón areces

Con una población que superará los 9.000 millones de habitantes en 2050 es inevitable apostar por la mejora de la genética de las plantas para declarar la guerra al hambre, que sólo en el África subsahariana pone en grave riesgo la vida de 280 millones de personas, proclama Albert Sasson (Rabat, 1935), presidente de BioEuroLatina, ex subdirector general de la Unesco y una de las principales autoridades mundiales en las aplicaciones de la biotecnología, que expone en la Fundación Ramón Areces sus amplios conocimientos acerca de cómo combatir la aún triste pandemia de la hambruna con técnicas capaces de silenciar o subrayar un gen determinado para mejorar el valor nutricional de los cultivos. Defensor acérrimo de los alimentos transgénicos, Sasson recrimina a Greenpeace que enarbole la bandera de la alimentación orgánica "que tan sólo los más pudientes se pueden pagar" mientras miles de niños fallecen o crecen sin las vitaminas y nutrientes necesarios para convertirse mañana en hombres sanos. El profesor Sasson elogia sin reservas en esta entrevista exclusiva con Epipress al expresidente brasileño Lula da Silva por haber convertido a su país en la "gran finca del mundo".

-Profesor Sasson, ¿cómo podemos abordar en serio la tragedia de los 1.000 millones de personas que pasan hambre y malnutrición en el mundo de hoy?

-Esa dramática situación no es más que una demostración de las desigualdades que existen en el mundo. El hambre suele estar ligada a la pobreza extrema y es un mal multifactorial debido no sólo a la falta de alimentos, sino y sobre todo a los malos gobiernos de algunos países, a la corrupción y al mal reparto que se hace del producto interior bruto en algunas naciones. Para luchar contra el hambre hay que aplicar medias sociales y económicas que acaben con esa pobreza extrema sin olvidar la necesidad de apostar por las tecnologías tradicionales y las más avanzadas para incrementar la producción agrícola. Eso es lo que han hecho y con mucho éxito los brasileños.

-¿Qué resultado ha dado la campaña "Fome Zero" a la que usted alude y que fue puesta en marcha por el entonces presidente Lula da Silva en Brasil?

-Brasil ha impulsado una revolución agraria con la que ha reducido su dependencia alimentaria y se ha convertido en la gran finca del mundo gracias a las medidas impulsadas por Lula da Silva para acabar con el hambre. Millones de brasileños han salido de la pobreza convirtiéndose en pequeños agricultores que producen en minifundios. El programa "Fome Zero" no sólo transforma los suelos para que produzcan más sino que va acompañado de una bolsa familiar para las personas con menos recursos, se instalaron también cisternas de agua en áreas semiáridas del país, se abrieron restaurantes baratos y se educó a la población en hábitos alimenticios saludables distribuyendo vitaminas y minerales. Lula da Silva ha impulsado la agricultura familiar de subsistencia facilitando además el acceso a los microcréditos.

-¿Son este tipo de medidas las que se necesitarían para acabar con la malnutrición en África y Asia?

-Por supuesto. Cuando ves que existen tierras cultivables y que la gente muere de hambre te das cuenta de que algo se está haciendo mal y más si comprendes que son precisamente los agricultores más pobres los que más sufren esta pandemia. Ver que 280 millones de personas del África subsahariana pasan hambre es intolerable. Parece que no existe voluntad política para acabar con este grave problema que, insisto, no se zanja únicamente alimentando a la población, sino que tiene que ser atajado con medidas socioeconómicas. A los niños hay que garantizarles sus vacunas, animarles a que vayan a la escuela y evitarles el trabajo. Hay que facilitar la tecnología mínima al agricultor para que produzca. Tampoco tenemos que desechar los avances agronómicos y agrobiotecnológicos para mejorar la calidad de los procesos de producción y transformación de productos agrícolas y alimentarios.

-¿Cómo contribuirá la agronomía a aumentar una producción agrícola de calidad?

-Con el dominio de diversas técnicas para manejar mejor, por ejemplo, el agua. La irrigación de los cultivos se está abandonando. Es un crimen malgastar el agua. Hay que saber también cómo cultivar los suelos que en el mundo desarrollado están demasiado gastados por abonos y pesticidas mientras que en los países más pobres son difíciles de trabajar. Hay que apostar por la siembra directa que no altera el suelo, incrementa la cantidad de agua que se infiltra en él, aumenta la retención de materia orgánica y favorece la conservación de nutrientes en el suelo. Las técnicas agronómicas nos llevarán a una forma de cultivar más inteligente que redundará en la calidad de los productos.

-¿Qué podemos esperar de la agrobiotecnología?

-La agrobiotecnología nos abre las puertas a la plantación de cultivos mejorados que además a simple vista son exactamente iguales a los llamados cultivos normales o de selección convencional. Lo que se hace con estas plantas mejoradas es añadirles uno o varios genes que aportan rasgos nuevos.

-¿Será posible entonces mutar los genes de las plantas para mejorar su calidad y a la vez para hacer frente por ejemplo a las plagas?

-Por supuesto. En esos rasgos nuevos aparece por ejemplo la resistencia a las plagas y a los herbicidas siempre y cuando se conozca el genoma de la planta. Estas técnicas se han desarrollado con éxito para hacer cultivos genéticamente mejorados o transgénicos.

-¿Qué papel juegan los transgénicos en este nuevo panorama alimentario?

-Un papel fundamental. Toda la soja que produce Argentina es transgénica y los países que la importan comen esa soja transgénica a través de los pollos. La soja de Argentina es para alimentar pollos que comen estos granos y nosotros comemos la carne de los pollos sin que se resienta nuestra salud. El ADN que se ha modificado en el grano está digerido en el estómago del pollo y también en el nuestro.

-¿Por qué tienen tan mala fama?

-Los científicos no eligieron la mejor palabra para denominar a estos cultivos y además se ha lanzado el mensaje de que estos alimentos son malos para la salud.

-¿Lo son?

-En absoluto. La Organización Mundial de la Salud ha dejado claro que los transgénicos no suponen un riesgo para la salud y hasta el Vaticano ha bendecido su cultivo como medida indispensable para acabar con el hambre en el mundo. A pesar de estas declaraciones, Europa, en general, rechaza estos cultivos aunque investiga sobre ellos sólo en los laboratorios. Sólo en España se cultivan 100.000 hectáreas de maíz para ganado.

-¿A qué cree que se debe este rechazo?

-Porque se trata de países donde la comida sobra y viven en una absurda moda gastronómica en la que la comida es una nueva divinidad. Europa no ve interés a producir estos cultivos porque no los necesita, pero no se da cuenta de que la población mundial crece sin parar y todos necesitamos alimentarnos.

-¿Qué pasará cuando superemos los 9.000 millones de habitantes en 2050?

-Que habrá que triplicar la producción de alimentos y para ello habrá que mejorar las técnicas agronómicas y utilizar de forma más inteligente el suelo cultivable que aún existe, sobre todo, en África. En el mundo ya hay millones de hectáreas plantadas de cultivos transgénicos, sobre todo de maíz y soja, y funcionan muy bien. También se produce trigo. Casi todo el maíz de Estados Unidos es transgénico. México, cuna del maíz, importa cada año 12 toneladas de ese maíz amarillo transgénico que sirve para alimentar al ganado. Ahora, el Gobierno mexicano ha autorizado el cultivo en unas parcelas alejadas de los cultivos de maíz criollo el de maíz transgénico. África, Estados Unidos, India, China y América Latina son los países en los que se están produciendo estos cultivos genéticamente mejorados y de esas naciones vendrá la solución del problema.

-¿Desaparecerán los transgénicos cuando sean superados por nuevas técnicas de mejora de los productos?

-Es que ya viene ahora una nueva tecnología que va a permitir modificar la genética las plantas desde dentro. Se podrá silenciar o subrayar un determinado gen para mejorar estos cultivos. La Unión Europea discute ya cómo llamar a estas nuevas plantas y su regulación.

-En Estados Unidos se desató una campaña llamando Frankenstein Food al cultivo transgénico de un tomate que acabó con el producto porque los supermercados lo rechazaron. ¿Verdad?

-Y en el Reino Unido pasó lo mismo. Lo curioso es que era una salsa de tomate que se vendió muy bien al principio porque era más barata y además más versátil para la cocina. Greenpeace empezó entonces una campaña contra los transgénicos y se dedicó a presentar esa salsa con la pegatina de una calavera. Ése fue su fin. Greenpeace lo que hace es atacar un sistema de cultivo industrial cuando la agricultura orgánica o biológica que defiende sólo está al alcance de unos pocos que la pueden pagar. Lo que hay que garantizar es una agricultura industrial que respete al medio ambiente para producir más y mejor.

-¿Cómo está funcionando el caso del arroz dorado?

-Se trata de un ensayo biotecnológico impulsado por el ingeniero Potrykus para dotar al arroz de los precursores del beta-caroteno, fuente de la vitamina A tan necesaria para la visión. Con este ensayo, que no ha llegado muy lejos, se evitaba que los niños de la India se quedaran ciegos por infecciones en la córnea que les hacía perder su agua. Pronto Greenpeace demonizó este arroz sin darse cuenta de que puede salvar a millones de niños.

-¿Habla de alimentos biofortificados?

-Exacto. Son alimentos a los que se les añade alguna propiedad que no tienen para hacerlos más completos. Por ejemplo, a un frijol se le puede fortificar con hierro y cinc, un oligoelemento este último importantísimo para el desarrollo del cerebro. Los niños muchas veces no siguen las clases en la escuela por falta de cinc. La biofortificación de cultivos se plantea como una estrategia para disminuir la deficiencia por micronutrientes a través de los alimentos, de forma sostenible y destinada a los países más pobres.

-¿Por qué es tan importante conocer el genoma de las plantas?

-Es vital para mejorar los cultivos. Hemos secuenciado ya el genoma de muchas plantas, de la patata, del maíz, del arroz, del frijol y del tomate. Ahora sabemos cuáles son los genes interesantes para hacer combinaciones trabajando sobre varios genes. Transferir un gen a una planta es fácil, pero no es la solución más eficiente para, por ejemplo, hacer un cultivo resistente a una plaga.

-¿Cuál es entonces la solución?

-Actuar desde dentro de la planta con una herramienta nueva que se llama Crispr/Cas9 para la edición de los genomas. Esta tecnología permite introducir encimas a las plantas. Corta el ADN en un lugar preciso e introduce un gen que mejora el cultivo, puedes meter un gen que frene, ralentice o elimine un proceso o apostar por otro gen que subraye la característica que más te interese. Con esta técnica ya no se hablará más de transgénico porque la actuación en la planta será dentro del genoma.

-¿Se acelerarán entonces las modificaciones de las plantas que nos alimentan?

-Efectivamente, porque modificar genéticamente una planta es más rápido que hacer cruces tradicionales.

-¿Qué labor están haciendo el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para luchar contra el hambre?

-El Fondo Monetario Internacional vigila los equilibrios monetarios del planeta y el Banco Mundial financia proyectos de desarrollo agrícola en países en vías de desarrollo. También ha apoyado mucho a la Fundación Ford y los ensayos para crear un nuevo maíz en 2017 para África que será resistente a la sequía. Este maíz está apoyado también por la fundación Bill and Melinda Gates y revolucionará la agricultura de los más pobres de África.

-¿Cómo influye el cambio climático en la crisis alimentaria?

-Muchísimo. El cambio climático es otro riesgo, otra urgencia, que nos va a obligar a adaptar nuestra agricultura.

-¿Qué papel jugarán los agricultores en esta revolución agrícola?

-Los agricultores serán los actores principales de esta revolución doblemente verde porque no sólo hay que producir más sino que hay que hacerlo mejor y respetando el medio ambiente.

-Pues cada vez hay menos agricultores en los países desarrollados.

-Es cierto y ser agricultor tendría que ser una profesión de moda. Las facultades de Agronomía están vacías en Europa sin darse cuenta de que con el 2 por ciento de la población activa dedicada a la agricultura en Estados Unidos se alimenta a todos los estadounidenses y al resto del mundo. Los países desarrollados necesitamos tecnología punta. En los países en desarrollo, el 60 por ciento de su población activa se dedica a la agricultura y son ellos los que nos van a alimentar.

-Profesor Sasson, ¿qué futuro les ve usted a los biocombustibles?

-La situación no es buena para ellos. Brasil es una excepción que produce alcohol y etanol al mismo tiempo que tiene azúcar y se lo puede permitir. En otros países, dedicar tierras a biocombustibles cuando no hay las suficientes para plantar alimentos es inadmisible. Hay algunos que se van a África de manera un tanto turbia a cultivar caña de azúcar o soja cuando el precio del barril del petróleo está a 30 dólares. Los biocombustibles no son hoy en día más baratos que el petróleo.

-¿Qué se puede hacer con las microalgas?

-Eso es otra cosa. El gran desafío del futuro es el cultivo de microalgas y microorganismos. Las microalgas son fotosintéticas y producen biomasa que puedes convertir en materia grasa y casi en un carburante. Pero me pregunto: ¿por qué no utilizar esta biomasa para alimentar a peces y así producir proteínas animales? Quemar esa biomasa rica en vitaminas es una barbaridad. Es mejor que nos la comamos a través de los animales.

-¿Qué pasa con las bacterias?

-Las bacterias se pueden transformar genéticamente para que produzcan un carburante, a través de moléculas similares a las que existen en el petróleo. Éste es otro desafío.

-Así que Tom Ford se equivocaba cuando predijo que el etanol sería el combustible del futuro, ¿no?

-Se equivocó. El combustible del futuro debería de obtenerse de bacterias modificadas genéticamente.

-¿Qué papel puede jugar la caña de azúcar como combustible?

-La caña de azúcar es una planta extraordinaria y hay que lograr que esta planta produzca el máximo de sacarosa y que resista a las plagas. Su biomasa es también muy interesante porque no se elimina y se usa como combustible y como abono. La caña da el zumo que destilado es el etanol y lo que queda, las melazas, se pueden redestilar para convertirlas en abono. La parte celulosa, el bagazo, es un combustible para la misma planta. Por eso Brasil produce un etanol tan barato y cuando Fidel Castro dijo que era un genocidio usar el azúcar para hacer etanol, Lula le respondió que él alimenta a los brasileños con azúcar y además les da combustible.

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