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JUAN MANUEL | Exjugador del Real Oviedo y comerciante

"Cada vez que la afición me aplaudía al correr la banda en el Tartiere era como oro para mí"

"Pese a la muerte de mi padre en la mina, yo creo que el internado con los Jesuitas en Vitoria, con una disciplina férrea, me modeló y fue positivo"

4. En Vitoria, con el equipo juvenil Javier, en 1957 o 1958. Juan Manuel, segundo por la izquierda de pie. Agachados, Arámburu, segundo por la izquierda, que jugó en el Oviedo; Coque, cuarto, jugador en el Zaragoza y en el Mallorca, y Amador, quinto, de Pola de Lena, que jugó en el Lenense ("un fuera de serie, un Iniesta, pero no siguió en el fútbol", comenta Juan Manuel).

Oviedo

A Juan Manuel (Fernández González) todavía hoy se le humedecen los ojos, se le empasta la voz y traga saliva casi 53 años después del salto a un césped que colmó toda su vida deportiva. Fue el domingo 10 de noviembre de 1963, en el estadio Carlos Tartiere, en contienda y victoria frente al Zaragoza (2-0). La crónica de LA NUEVA ESPAÑA al martes siguiente, con la prosa eficaz de Juan Luis y las fotos de Vélez, decía: "El allerano Juan Manuel, que debutaba ante los asturianos, se mereció de verdad los muchos aplausos que le fueron dedicados y que nosotros celebraríamos actuasen a modo de 'despertador' para los que siguen empeñados en ir a buscar fuera de casa y a precios casi siempre escandalosos lo que aquí pueden encontrar mejor y más barato. Como decía un amigo nuestro a la salida: 'Ya llueve menos'". En efecto, sobre ese partido y los que siguieron hasta la temporada 1975-76, Juan Manuel constata hoy que "cada vez que la afición me aplaudía al correr la banda era como oro para mí". El veterano del Real Oviedo, después comerciante en el centro de la ciudad, y que acaba de cumplir 76 años, dicta sus "Memorias" a LA NUEVA ESPAÑA en esta primera entrega y en otra más, mañana, lunes.

Huérfano de padre minero. "Nací en Orillés, Aller, el 29 de marzo de 1940. Mi padre, Juan, era minero en Industrial Asturiana, que entonces todavía tenía minas al tapín, horizontales y pegadas al prau; muy posteriormente hicieron allí mismo el pozo San Fernando. Mi madre, Adelaida, se dedicaba a la casa y a algo de ganadería que teníamos. Fuimos tres hermanos: Celia, Josefina y yo. Empecé en la escuela del pueblo, mixta y con una maestra, Amelia, y al salir de clase ayudaba en las labores del campo. Los mineros de los pueblos compatibilizaban la mina con un poco de ganado, porque en aquellos tiempos la cosa era muy difícil. No tuve familiares en la Guerra Civil y en la posguerra Orillés fue un lugar tranquilo, aunque ocurrieron algunos hechos que no puedo describir porque no los conocí directamente. Mi padre murió en la mina en 1948, a sus 38 años. Cayó una capa de carbón y le pegó en la cabeza. Mi madre tenía muchas hermanas y hermanos que nos ampararon y nos ayudaron a seguir con el poco ganado, supliendo así a mi padre. Pero al poco tiempo, el Reaseguro de la Minería, una mutualidad de Madrid, le ofrece a mi hermana Josefina ir a un colegio de Irún. Le preguntaron si tenía algún hermano y al año siguiente me llaman. Era lo que ofrecían a los hijos de mineros que se habían matado en la mina y a hijos de silicóticos en tercer grado".

Disciplina férrea. "Me tocó ir a Vitoria, porque la Laboral de Gijón no existía todavía; la estaba haciendo Girón. Fue duro marchar, pero cuando pasa un caso como el nuestro tratas de huir de la mina y no entrar en el mismo sitio, que era a lo que estábamos destinados todos en mi zona. Fui al colegio Jesús Obrero, de los Jesuitas, una escuela de Formación Profesional. Allí nos juntamos setenta asturianos internos de varias edades, todos huérfanos o de padres con silicosis avanzada. En el colegio había también alumnos externos, de pueblos de Álava. Primero estudiábamos lo que venía a ser la EGB y luego pasábamos al oficio. Hice primero un ciclo de ajustador y luego pasabas a tornero y fresador. Yo era un estudiante normalín, para aprobar o para estar un poco más holgado en alguna asignatura. La primera adaptación fue dura, pero nos acogieron de maravilla y me adapté bien al internado. Había mucha disciplina, férrea, severa. Aunque en algún momento pudo ser un poco excesiva, me valió mucho. Fue una de las épocas más importantes en mi vida, porque me ayudó a modelarme. Pese a la muerte de mi padre, yo creo que aquello fue positivo".

Un "girín" de la madre. "Pasábamos en el colegio nueve meses seguidos y volvíamos a casa en el verano. En aquellos años, ir a Vitoria era como viajar hoy a Nueva York. Dependiendo de los trenes, de los enlaces y de los retrasos, igual tardabas 12 o 14 horas. Hubo alguna vez que tardamos 24 horas de Ujo a Vitoria. Esperábamos seis horas en Venta de Baños a que pasara el tren Madrid-Irún, y luego otras dos o tres en Burgos. Los primero años que yo viajé, el Reaseguro reservaba un vagón para nosotros, para los chicos y las chicas que iban a Irún. Para el viaje nos reunían a todos una mañana en Oviedo, en la calle San Juan, donde la Audiencia. Pasaban lista y allí estábamos, cada uno con su madre. Nos pagaban la comida y salíamos de la Estación del Norte en el expreso. A las madres les reservaban una habitación en el hotel Covadonga, para que pasaran esa noche y volvieran al día siguiente. Estaba todo muy organizado. Al llegar el tren a Venta de Baños, separaban nuestro vagón y lo enganchaban a Madrid-Irún, cuando llegaba. La beca del Reaseguro cubría los estudios, el internado y la ropa. Luego estaba el 'girín' que me mandaba mi madre, con una pequeña paga, pero bastante hacía con mandarte algo. Y de vez en cuando te mandaban unos paquetinos con chorizo y lo uno y lo otro. En las primeras Navidades estabas todo el día pensando en venir a casa, pero eras un chaval y estabas con setenta amigos y se te pasaba un poco la nostalgia. Y allí estaban varios de mi zona, dos chavales de Cabañaquinta y otro de mi parroquia que llegó más tarde. Mucha gente de mi pueblo había muerto en accidentes mineros. Los paisanos eran entre atrevidos y valientes, y se arriesgaban más de la cuenta. Además, no había las medidas de seguridad que se fueron implantando después".

Relatos del "Atleti". "En el colegio, 30 o 40 íbamos a ver jugar al Alavés, y nos acompañaba un jesuita, un hermano o un padre. Y en el tiempo libre empiezo a jugar al fútbol. Era aficionado desde pequeño porque en Orillés había un chaval que nos inculcó la afición al Atlético de Madrid. Su padre vivía en Madrid e iba a verle, y cuando volvía nos hablaba del 'Atleti', cuando no había televisión ni nada. Y muchos años después, ese chaval, Manolo, fue a verme el día que yo debuto con el Oviedo y jugábamos en Madrid contra el Atlético. En Vitoria, primero se jugaba por clases, luego contra colegios y después, cuando yo tenía 14 años, nos federamos en un equipo juvenil, el Javier, con el que quedábamos siempre campeones porque éramos bastante buenos. Pertenecíamos a Guipúzcoa y a mí me seleccionaron, con varios compañeros, para la selección guipuzcoana, pero como había que ir a San Sebastián no hubo manera, porque no había permiso para salir del colegio. En Vitoria estuve hasta 1959 y es el día de hoy que vuelvo cada dos años a ver a los amigos de entonces. Ese año el Ministerio nos cambia de colegio y nos manda a Málaga, también al colegio de los Jesuitas. Jugué dos partidos con el Málaga juvenil, porque había allí un asturiano de Sotrondio, Pipi, que jugó en el Málaga y en el Real Madrid. Yo había empezado a jugar como central, pero como era un poco ruinín de cuerpo pasé a medio. Después anduve brujuleando por todos los lados y al final me pusieron de lateral porque mi fuerte era correr. En eso sí era bastante fuerte y rápido, y en eso me basaba mucho, porque técnicamente era normalín".

Tornero en el Vetusta. "Tras un año en Málaga vuelvo a Asturias en 1960 y me pongo a trabajar de tornero en Industria Fernández en Vallobín, donde trabajaba mi cuñado. El trabajo me dificultaba mucho el entrenamiento. Salir antes de unas horas determinadas no se veía bien porque había mucho trabajo. Empecé a entrenar con el Santiago de Aller en Moreda, pero el Vasco tardaba mucho y no pude seguir. Pero un amigo, Falo el Esclavu, que jugaba en el Santiago, me presentó a Marino, un defensa central del Vetusta, y fuimos a hablar con Antón, el gran jugador del Oviedo, extremo derecha y entrenador del Vetusta. Y Antón me dijo que podía entrenar con ellos en Buenavista, a las ocho de la noche. Necesitaba estar en condiciones para poder probar por algún equipo, pero mi sorpresa fue que a los 15 días el Vetusta tuvo unas bajas y Antón me dijo que si quería jugar con ellos. El Vetusta estaba en Primera Regional. Empecé a jugar y termina esa campaña. Al empezar la siguiente, el Vetusta fichó a los mejores de Asturias para ascender a Tercera, y entonces quedé fuera. Fui a probar por el Caudal, pero el problema era que iba sin preparar porque estaba trabajando diez, doce, trece horas, y no podía abandonar aquello porque primero era lo seguro para vivir y después lo otro. Volví a entrenar con el Vetusta y sucedió lo mismo: hubo unas lesiones y empecé a jugar otra vez. Ahí sí arranqué e hice una campaña bastante buena. Subimos a Tercera y estaban todos los futbolistas del Vetusta fichados por el Oviedo, menos yo, que había llegado de relleno. La siguiente campaña empecé bastante bien y a los tres o cuatro partidos me llama Antón y me dice que el Oviedo quiere ficharme".

Tira y afloja. "Pedí permiso en la empresa y el hijo del dueño me dijo que sin ningún problema, que me guardaban el puesto. Fiché de una forma un poco especial, regular; en aquellos tiempos no había representante. Entrenaba con el Oviedo y jugaba con el Vetusta, y al acabar la campaña quedé en el medio, porque había una parte de la directiva que quería que siguiera otro año en el Vetusta y otra parte decía que pasara al Oviedo en firme. Les dije que mi ciclo del Vetusta había terminado y si no encajaba por la razón que fuese me dieran de baja. Pero en ese medio tiempo jugamos un partido amistoso por un homenaje a un futbolista de La Felguera y allí quieren ficharme. Hubo un tira y afloja porque el Oviedo quería cederme y ellos dijeron que no, que me llevaban fichado. Entonces tuve la suerte de que no se pusieron de acuerdo y hablaron con el entrenador del Oviedo, Orizaola, que era de Santander y había estado en el Barcelona, y dijo que él veía que me podía quedar en la plantilla. Ese día me hicieron un contrato en condiciones. Fue en septiembre de 1963. Estuve entrenando un mes y pico y hay un partido amistoso contra la Cultural Leonesa. Volviendo para Asturias, se me acercó Miguel en la Venta de la Tuerta y me dijo: 'El domingo juegas en Madrid', y yo le repliqué: 'Bah, estás de broma'. Pero al domingo siguiente debuté contra el Atlético".

Todo el pueblo. "Era mi primer partido con el Oviedo y ganamos 0-1, pero la emoción fue la del domingo siguiente, contra el Zaragoza en Buenavista. Esa emoción de saltar al Tartiere? eso no se olvida nunca. Porque es el día de hoy que me emociono? porque yo era un chavalín de un pueblo y saltar al Tartiere es una emoción que no la puedes ni narrar, es algo fuera de lo normal. Para un asturiano chaval de un pueblo?, jugar en el Oviedo es lo máximo. Y tuve la suerte de que encajé muy bien con la afición del Oviedo, que es muy especial. Eso fue otra de las cosas grandes, porque creo que me llevaron siempre en volandas, me ayudaron? Todo eso no lo puedo olvidar. En el campo empecé a subir por la banda, que entonces era algo que no se veía mucho. Podía hacerlo porque tenía facultades para ello y era muy rápido. Entonces empecé a prodigarme y la gente me daba alas, o sea, la afición, al ver que yo subía de aquella manera, que hacía la carrera, que subía como un tiro, estaba muy contenta conmigo. Eso me ayudó a seguir progresando y subiendo. Más que nada era subir y centrar; eso lo hacía bastante bien, aunque a veces, por precipitación o porque yo era muy impulsivo, a lo mejor no logré hacer tanto como pudiera haber sido posible. No acerté siempre? pero la gente me ayudaba, tal vez por ver mi forma de ser y mi entrega. Siempre tuve a disposición del Oviedo hasta la última gota de sudor. Era una persona muy nerviosa y una vez que saltaba al campo era muy impulsivo. Iba a por el balón, no quedaba pasivo, y eso la afición lo agradecía. Hombre, a veces entraba a destiempo, pero lo habitual era lo otro. Mis recuerdos de aquel primer día en el Tartiere son formidables, porque, además, vino todo el pueblo a verme".

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