La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LUIS MIGUEL JIMÉNEZ | Sufrió una hemorragia cerebral en 1999. Ahora imparte talleres para ayudar a otros pacientes

"Todo lo que hacemos en nuestra vida está encaminado a la recuperación"

El fisioterapeuta Elisardo de la Torre masajea el pie izquierdo de Luis Miguel Jiménez, en su clínica de La Corredoria. Franco Torre

El diagnóstico tiene la aséptica frialdad de todos los diagnósticos: hemorragia intraperenquimatosa con desplazamiento homolateral de la zona ventricular derecha. Luis Miguel Jiménez, que lo sufrió dieciséis años atrás, lo traduce a un lenguaje mucho más cercano, mucho más real: "La sangre me salió con tanta fuerza que me desplazó el cerebro dentro de la cavidad craneal". Los médicos dudaban primero que saliera con vida del trance, y después que volviera a valerse por sí mismo. Ahora, este vecino de La Fresneda (Siero) no sólo es completamente autónomo, sino que imparte talleres a otras personas que han pasado por trances similares, a las que enseña pautas para ayudarles en su recuperación, dentro del programa Pacas.

Para concretar qué es lo que Jiménez puede aportar a esos otros pacientes, cuál es el valor de sus enseñanzas, hay que despejar la elipsis, profundizar en esos algo más de dieciséis años que han transcurrido desde el 31 de octubre de 1999, el día en el que sufrió la hemorragia cerebral. Pocos daban un duro por él, pero tras dos días en coma seguía vivo. No saldría del hospital hasta mayo de 2000. "Adelgacé 33 kilos, era sólo piel y huesos. Salí en silla de ruedas, y me dijeron que sería para siempre, que ahí me quedaba", relata Jiménez, que tenía toda la parte izquierda del cuerpo paralizada. Por si eso fuera poco, la enfermedad acabó también con su matrimonio.

Pese a los malos augurios, Jiménez se propuso volver a valerse por sí mismo. "Tenía un bote con garbanzos y los iba cogiendo uno a uno, haciendo la pinza con los dedos", explica. Primero con el pulgar y el índice, después el corazón, el anular... El siguiente reto fue aún más complejo: estaba instalado en un sótano y quería subir las escaleras. Eran, en total, dieciséis escalones, y tardó tres meses en conquistarlos. "Las subí de rodillas, y cuando llegué arriba estaba agotado y eufórico. Pero entonces me encontré el auténtico problema: ¿Cómo volvía abajo? Aquello era un precipicio", explica. Acabó bajando de culo. Poco a poco, con mucho esfuerzo, Luis Miguel Jiménez fue quemando etapas. "Soy discapacitado, no inútil", se repetía antes de afrontar cada reto. Leyó todo cuanto cayó en sus manos sobre su enfermedad, se entregó a recuperar cada músculo, cada articulación. Con ayuda de su fisioterapeuta, Elisardo de la Torre, y de su hijo Miguel Ángel, que le acompañó cuando se fue de casa tras separarse de su esposa, fue logrando cada vez una mayor autonomía.

En estos años, Jiménez ha trabajado como extra en películas de José Luis Garci y Gonzalo Suárez, ha bajado el Sella y ha vuelto a conducir, en un coche con cambio manual. Entre medias, rehizo su vida junto a Soledad, que hoy es su mujer. Ahora, comparte su experiencia con otras personas que luchan por recuperar el timón de su vida. "El poder es aprender a manejar nuestra salud. Tenemos que hacer valer la ley del esfuerzo. Todo lo que hacemos en nuestra vida está encaminado a la recuperación", sentencia.

Compartir el artículo

stats