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Rata, la reina "underground"

La aparición de roedores en el centro de Oviedo, que ha causado alarma social, sólo evidencia la "ciudad paralela", por lo general oculta, que bulle en el subsuelo de todos los núcleos urbanos

Las ciudades tienen un reverso tenebroso, un submundo bajo el asfalto de las aceras. Esa dualidad ha sido muy explotada en la ficción (literatura, cine, cómic) para hablar sobre el bien y el mal (por poner un ejemplo gráfico y popular, en la Gotham City de Batman, de cuyas siniestras entrañas surge Oswald Cobblepot, el Pingüino, un malhechor forjado en un cruel destierro a las sentinas de la sociedad), pero la alegoría encierra un sentido literal: la ciudad pulcra, acogedora y organizada de la superficie se refleja en el subsuelo en un universo paralelo, oscuro e inhóspito: alcantarillas y canalizaciones por las que circulan su sangre (agua, electricidad, fibra óptica) y sus residuos (aguas fecales y desechables, basuras). Este es el hogar de la rata parda, común o "de alcantarilla".

La rata no suele asomar el hocico a la luz del sol. Sabe que a la intemperie, frente a la muchedumbre humana, está desprotegida y amenazada. Son muchos siglos de coexistencia y de confrontación. La rata parda es comensal del hombre (rural y, sobre todo, urbano), es decir que se aprovecha de sus construcciones y de sus actividades para alojarse y abastecerse. Y le ha ido muy bien. La población de ratas de las ciudades multiplica varias veces la de personas (la estima media, conservadora, es de cinco ratas por habitante). También en Oviedo, donde, en los últimos días, los roedores han sembrado la desazón al dejarse ver en las calles del centro a plena luz del día. De repente, sus conciudadanos humanos han sido conscientes de su vecindad. Y no les ha gustado.

Hay motivos para la inquietud si se trata de establecer la preeminencia de una especie frente a otra. Porque la rata es una superviviente nata: prolífica, adaptable, resistente... posee las cualidades biológicas de una triunfadora. Y lo ha demostrado históricamente, reiteradamente, en las más diversas circunstancias y épocas. Se diría indestructible. Es, desde ese punto de vista, un animal admirable, si bien los prejuiciosos ojos humanos sólo la ven como un símbolo de la suciedad, la enfermedad e, incluso, de la maldad. Aunque en esto también hay excepciones: en la ciudad india de Deshnok, en el estado occidental de Rajastán, existe un templo (Karni Mata) donde son tratadas como animales sagrados, veneradas y alimentadas. Para Occidente, sin embargo, son un indeseado convidado, refugiado en las sentinas, en las sombras, como si no existiera. Hasta que alguna (casi invariablemente individuos enfermos o desterrados por un implacable sistema de castas) emerge a la luz. Entonces son noticia y motivo de inquietud.

La rata es un transeúnte nocturno y cuidadoso. Sólo se confía en los basureros, donde la glotonería interfiere en sus alertas. Aún así no es difícil tropezarla a altas horas (o de madrugada) en calles poco transitadas, rondando los cubos de basura, o en las bocas de alcantarilla, o pegada a una pared para moverse de un refugio a otro. Atenta a la gente y, si no es muy corpulenta, a los gatos, su principal enemigo urbano. Su vida en superficie se limita a breves incursiones, bien para obtener alimento, bien para desplazarse. El grueso de su actividad discurre en el subsuelo, en las redes de túneles y cámaras donde se aloja cada clan (formado por un macho dominante, con su pareja o su harén, según los casos, más los descendientes que no han alcanzado la madurez), que defiende ferozmente su posesión frente a los grupos rivales, si bien cuando el alimento abunda esa tensión se relaja y da paso a una jearquía individual, que otorga a los individuos dominantes las mejores posiciones de acceso a la comida. En ambos casos, existe una estratificación social que determina una casta poderosa, una "clase media" y un estrato de parias, que sigue un ritmo de actividad independiente, probablemente para evitar la competencia, y que a menudo practica el robo a los "tiranos".

Las ratas viven de noche, pero se vuelven diurnas si las circunstancias lo requieren, por ejemplo donde sufren mucha presión de depredadores nocturnos. Su movilidad también varía, en función del acceso a la comida; así, cuando ésta escasea, pueden recorrer hasta tres kilómetros diarios para buscarla.

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