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En busca del ave más amenazada

Relato de un viaje a Camboya, donde el ibis gigante, dado por extinguido en 1964 y "redescubierto" en 1993, mantiene la mayor parte de su población mundial, acorralada por la deforestación y la caza

En busca del ave más amenazada

Un grupo de científicos planteó hace dos años un análisis para determinar cuáles eran las aves con mayor prioridad de conservación, atendiendo a un tiempo a su significación evolutiva y a su riesgo de extinción. La lista resultante la encabezó el ibis gigante, dado por desaparecido en 1964 y "redescubierto" en 1993. Actualmente habita sólo en el norte de Camboya (es el ave nacional) y, en muy escaso número, en el sur de Laos, con una población mundial de 115 parejas y un total de 345 individuos, según la estimación realizada en 2012. Un objetivo de primera clase para cualquier ornitólogo, que justifica por sí sólo un viaje al país del antiguo imperio jemer, cuyo interés pajarero se ve eclipsado en la región indochina por la larga lista de especies de su vecino Tailandia.

Camboya tiene, además, otros ases en la mano para ganarle la partida a los destinos ornitológicos más afamados de la región. Por ejemplo, las colonias de cigüeñas del lago Tonle Sap, donde se registran las mayores concentraciones de aves acuáticas del sudeste asiático; el 97 por ciento de los efectivos mundiales de ibis de Davison y un importante núcleo de sisón bengalí, uno y otro en peligro de extinción; la población más accesible de lavandera del Mekong, exclusiva del gran río asiático, y dos especies endémicas: el charlatán de Camboya, confinado al remoto monte Aural, la cumbre más elevada del país (1.813 metros), y el sastrecillo de Camboya, descubierto accidentalmente en 2009, en un control de la gripe aviar, y descrito aún en 2013, con una distribución ceñida a las llanuras de inundación de los ríos Tonle Sap y Mekong, y concentrada en torno a la capital camboyana, Phnom Penh.

El encuentro con un ave tan escasa, tan localizada y tan valorada como el ibis gigante es un momento de gran intensidad emocional, precedida por la tensión de la incertidumbre (aunque los guías locales, imprescindibles, conocen al dedillo sus costumbres, en esto no hay reglas exactas ni garantías). El lugar idóneo para buscarlo son los bosques de dipterocarpáceas de Tmatboey, en el santuario de vida silvestre de Kulen Promtep, en el norte, cerca de la frontera con Tailandia y Laos. La zona cuenta con un rústico lodge de capacidad muy reducida, determinada por el modelo de ecoturismo aplicado por su gestor, el Sam Veasna Center, al que confié la organización del viaje, de cuyo coste invierte un 15 por ciento en las comunidades locales, que así obtienen un beneficio directo y tangible, que ha promovido un cambio de actitud hacia la naturaleza, y otro 24 por ciento en conservación. El centro, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, lleva el nombre de un pionero del conservacionismo en Camboya, fallecido en 1999, a los 33 años, por una malaria cerebral. Sam Veasna también da su "apellido" científico a la lavandera del Mekong.

El acercamiento al lugar de observación del ibis es relativamente largo, primero en todoterreno y luego a pie. Se ven muchas aves interesantes en el camino, pero todos los sentidos se concentran en buscar al gran pájaro (más de un metro de longitud) de largo pico curvo, que se localiza principalmente en los "trapaengs", los humedales salpicados por los claros del bosque. Las horas previas al atardecer y las primeras luces de la mañana son los mejores momentos del día para rastrearlo. El primer intento fue al atardecer, y tuvo recompensa. De pronto, los guías se detuvieron y comenzaron a hacer signos (no hablaban ni una palabra de inglés), señalando a unos árboles a unos 50 metros. Y allí estaba, aupado a una gruesa rama, acicalándose calmosamente, preparándose para pasar la noche. La prolongada contemplación de esta "rara avis", todo un privilegio, es uno de esos instantes que quedan para siempre en la retina y en la memoria. De vuelta en el coche, mientras la luz se iba, dos íbises gigantes vinieron a posarse a un árbol seco a apenas 100 metros. Y aún hubo un tercer encuentro, al día siguiente, con un bando de tres ejemplares, en vuelo, que dejaron oír su sonoro y gangoso trompeteo.

Esta especie, ahora mimada, fue muy perseguida por su carne y por sus huevos, y ha sufrido la deforestación galopante que afecta a la mayor parte de Asia, en beneficio de las plantaciones forestales, en otros lugares de palma aceitera y aquí de caucho, teca, mandioca y especies productoras de pasta de papel. El primer factor se ha corregido, haciendo que la conservación del ibis deje beneficios a las comunidades locales. La misma estrategia ha funcionado en Prek Toal con las colonias de marabúes y tántalos. La deforestación es más difícil de detener.

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