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Don Quijote de Mieres

Seiscientos mierenses escriben e ilustran a mano su particular ejemplar de la gran novela de Cervantes para la Biblioteca Vital Aza y reinterpretan los personajes según sus vivencias

Que Don Quijote vivía en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quería acordarse Miguel de Cervantes no lo duda nadie. Pero en Mieres han logrado hacer casi vecino al personaje más universal de la literatura española. La Biblioteca Vital Aza exponeun ejemplar único de la obra, una réplica manuscrita e ilustrada en cuya elaboración intervinieron 600 vecinos del concejo. La quijotesca idea se les ocurrió a los trabajadores de la sala de lecturas en 2005, coincidiendo con la celebración del IV Centenario de la primera edición de "El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha". Hazaña cumplida tras reclutar a un ejército de hidalgos caballeros que pintaron, como nunca antes se habían pintado, las principales escenas de la obra. Un libro en blanco a la puerta de la sala de lecturas y un ejemplar de la obra para ser copiado hicieron el resto. La réplica estuvo guardada durante más de una década y ahora, en la conmemoración del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, sale a la luz.

Dice Carmela González, responsable de la biblioteca, que "asaltó de mala manera" a Toni Vila para encargarle el trabajo: "Sabíamos que él podía ilustrar el ´Quijote´ de una forma original", explicó la mierense. Y lo hizo, pero, como Alonso Quijano, con la ayuda de sus fieles escuderos. El pintor daba entonces clases de Arte en el centro de personas mayores de Mieres, llamó a un grupo de alumnos aventajados y les entregó unas plantillas para que copiaran y dieran color a la historia del "Quijote".

La batalla contra los molinos. La escena del "Quijote", que pocos hay que no conozcan, cayó en manos de Víctor Fernández. Un mierense de 80 años que trabajó duro para mejorar su técnica con la pintura, y ahora es el profesor del taller de carboncillo en el centro social. "Me hizo ilusión pintar esa escena por todo lo que representa, aunque yo del ´Quijote´ no sabría escoger. Me gusta todo el libro", afirma. Lo ha leído tres veces y dice que para entender bien el "Quijote" hay que estar o haber estado loco de atar alguna vez en la vida: "Yo lo estuve. Cuando era joven caí enfermo y tuve unas fiebres muy altas que me hicieron delirar".

Un alma gemela del delirante Alfonso Quijano. Quizás por todo lo que le une a la obra, Víctor Fernández ilustró un molino que parece girar en la pintura. Y un Don Quijote tan realista que apetece ayudarlo para que no caiga del rocín. Sus compañeros de clase Ignacio Martín y Juan Castañón también hicieron un buen trabajo, aunque no conocen la obra de Cervantes en profundidad: "Leímos algunos fragmentos, pero no entera", reconocen los dos artistas, que ahora tienen 91 años. Martín empezó a pintar cuando se jubiló de su trabajo como vagonero en las minas de Turón. En el "Quijote" de Mieres fue el encargado de ilustrar la imagen del "Clavileño", un caballo de madera con el que unos duques gastan una broma a Don Quijote y a su inseparable Sancho Panza.

Y esa determinante escena en la que arman caballero a Don Quijote fue la que ilustró Castañón. "Estaba preocupado por los colores, quería que no se viera oscuro", destaca. Y lo consiguió, porque la lámina transmite la solemnidad del acto y el orgullo de Don Quijote. La "Dulcinea" del equipo ilustrador fue Raquel González, también alumna entonces de Toni Vila y hoy con una tarta en la que ya ha soplado ochenta y siete velas. Empezó a pintar cuando murió su marido, hace once años, "para no quedarme en casa". Pronto se convirtió en alumna aventajada y sobre ella recayó la responsabilidad de ilustrar el duelo de Don Quijote contra el Caballero de la Media Luna. Una de las partes que más le gustan del libro de Cervantes, que estos días está repasando porque "ya hacía mucho que lo había leído".

Los impulsores de la réplica mierense del "Quijote" querían que las páginas del libro fueran una muestra de la sociedad del concejo. Quizás por eso no distinguieron en edad. Los dibujos de los personajes de la obra son de Toni Vila, pero les dieron color los escolares del Prau Llerón. Andrea Menéndez, hoy ya una joven de 17 años, se encargó de pintar al cura: "Quería pintarle los mofletes de rojo, tenía cara de borrachín", recuerda entre risas. Toni Vila la guió un poco para que los colores quedaran más acertados. Quizás fue esa obra la que despertó en Menéndez las ganas de más pintura y el gusto por la imagen.

Estudia el Bachillerato de Artes en el IES Bernaldo de Quirós y se formará en Imagen y Sonido.

A su compañero Ramón Lozano ilustrar el "Quijote" también le despertó la inquietud artística. Cuando pintó a "Rocinante" en color plata era un pequeño de 8 años. Ahora está empezando la carrera de Historia del Arte: "No sabía quién era ´Rocinante´, lo escogí porque me gustaban mucho los caballos", asegura. Le puso un fondo amarillo, "que le da fuerza", y pintó la crin en naranja: "Quería que fuera como el sol".

Las ilustraciones ya estaban hechas cuando los mierenses empezaron a escribir su réplica de "Don Quijote de La Mancha". Fue esa parte del proceso creativo la que dejó más anécdotas para recordar en la biblioteca. Como la que protagonizó un buen vecino que pasó más de una hora copiando de su puño y letra la obra de Cervantes. Tanto se afanó, que una trabajadora de la biblioteca tuvo que pedirle amablemente que dejara alguna página para los demás. Airado, respondió: "Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro". O como la visita de cierto instituto de la villa minera que dejó varias páginas marcadas con caligrafías jóvenes y corazones. Bien le quedó la declaración a la chica: "Digo que no puede ser que haya caballero andante sin dama, porque tan propio y tan natural les es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas. Covadonga x Ramón". En la biblioteca no saben qué fue de esa enamorada que, corazón pintado a boli mediante, también ayudó a que Don Quijote fuera un poco más de Mieres.

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