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Enfermedad psicosomática

Las consecuencias sobre la salud de la escisión entre lo espiritual y lo corporal

Enfermedad psicosomática

Es imposible no pensar que somos ese homúnculo que está en algún lugar de nuestra cabeza al mando del cuerpo mortal en el que habita. Esa escisión entre el yo espiritual y el corporal se vive desde la temprana infancia. Entre los dos hay un gozne, una especie de dios Jano de dos caras, una mirando al soma y otra a la psique. La medicina psicosomática trata de conciliar esos dos mundos, es ese gozne. Fue a mediados del siglo pasado cuando más prestigio adquirió. En España Rof Carballo, con su prosa florida escrita desde la percepción del hombre como un ser cuya vida tiene significado espiritual y social, cautivó a médicos y no médicos al contrastar una visión integradora del paciente con la que predominaba entonces, dominada por la técnica y una ciencia demasiado reduccionista.

Desde esta visión muchas enfermedades se consideraron consecuencia de un desarreglo, de un desequilibrio de la psique, un fracaso de ese homúnculo al ordenar el comportamiento ciego del cuerpo. La úlcera de estómago era una de ellas. El que la padecía era una persona amargada, abrumada por las preocupaciones que emergían en el estómago, un órgano delicado íntimamente conectado con la psique. Pero no, no es una mala jugada de la psique lo que produce la úlcera: es una bacteria que anida en el estómago y altera el equilibrio de la mucosa. Y no se cura con meditación o con un cambio de actitud que ayude a afrontar el estrés, lo hacen los antibióticos.

Por esa época, ante la epidemia de infarto de miocardio y la aceleración de la vida se pensó que una causa de esta enfermedad era la personalidad. Se inventó un clasificación: los predispuestos eran del tipo A. Se describe como una persona ambiciosa, obsesionada con el trabajo y los logros, organizada de forma muy rígida, impaciente, en lucha permanentemente contra el tiempo. Pero los estudios nunca lograron probar que estas personas tuvieran mayor riesgo coronario. El infarto se cebaba entones, o se veía con más claridad, en los ejecutivos agresivos porque ellos eran los que más fumaban, los que apenas hacían ejercicio y llevaban dietas más ricas en grasas saturadas, los que bebían socialmente de manera inmoderada y se atiborraban de aperitivos salados.

Mientras los obreros gastaban su energía en mover las máquinas y se alimentaban con cereales y legumbres, no tenían tiempo ni dinero para fumar. Pero cuando sus condiciones de vida mejoraron, sobre ellos cayó la enfermedad coronaria, aunque estas víctimas nunca fueron tan visibles como las de los ejecutivos que ya habían adoptado un estilo de vida más saludable. El estrés sí influye, sobre todo cuando en el trabajo uno no puede decidir cómo ni cuándo hacerlo, lo que ocurre principalmente en los puestos más bajos, y cuando las recompensas no son proporcionales al esfuerzo. No es la personalidad, son las circunstancias laborales y sociales las que más afectan a la enfermedad coronaria.

Recuerdo cuando mi primera experiencia con una persona a la que una migraña le había producido un trastorno de la visión y caída del párpado. Era también su primera vez y estaba asustada. Ésta es una de las típicas enfermedades psicosomáticas. Se atribuía a la histeria con todo el fundamento, pues ocurre con más frecuencia en el periodo menstrual o premenstrual. Histeria viene de útero, eran las mujeres las que más la padecían con espectaculares manifestaciones, desde la parálisis hasta el desmayo pasando por todo tipo de síntomas.

El estrés y la depresión también se consideran causas de la migraña. Así que las personas que las padecen, en su mayoría mujeres, no sólo tienen que soportar el dolor y la postración, además tienen que sufrir la mirada propia y ajena cargada de culpación y sentir la impotencia de ese yo incapaz de gestionar con eficacia el cuerpo mortal. Pero no es un defecto de personalidad lo que produce esas terribles jaquecas. La teoría más actual es que las redes neuronales que controlan los impulsos sensitivos que llegan al cerebro, olor, sonido, color, tacto etcétera, se activan espontáneamente de manera que la percepción del volumen de los impulsos aumenta hasta hacerse insoportable. Por una especie de resonancia debido a la interconexión entre redes neuronales, también se afecta el equilibrio, el pensamiento, la visión, aparecen nauseas y otras manifestaciones neurológicas. Lo importante es saber que no es el ruido o las hormonas lo que producen la jaqueca, sólo amplifican los efectos de esas redes desreguladas, lo mismo que lo puede hacerlo el estrés o ciertos alimentos.

El efecto placebo sería un ejemplo de lo psicosomático. En mi opinión con la voluntad no podemos cambiar los ritmos del organismo: la secreción de hormonas, la frecuencia cardiaca, la actividad del sistema inmunológico o del sistema nervioso vegetativo. Pero sí se afectan por las emociones: el sentir que esa pastilla está haciendo algo. Y cuando las emociones se traducen en una mejor capacidad de restaurar la salud deteriorada, entonces el efecto psicosomático ocurre. Quizás el control del dolor sea el mejor ejemplo. Su influencia en otras situaciones es más difícil de aceptar.

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