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Sexo e infidelidad

Un reciente estudio refuta análisis previos que apuntaban a un 30% de hijos de relaciones extramatrimoniales

Sexo e infidelidad

Hay una teoría, que no sé qué confirmación tiene o puede tener, que justifica la exigencia de fidelidad por parte de los hombres a las madres de sus hijos en la necesidad de asegurar que la descendencia es suya. La madre no lo duda, pero ¿cómo puede saber el padre putativo que lo es? Ha debido de ser pronto en la historia del ser humano cuando se dio cuenta de que el sexo estaba ligado a la reproducción. En el Paleolítico se adoraba la maternidad, como demuestran las figurillas que se encontraron en centro Europa. Tienen más de 30.000 años. Muestran unas mujeres con los caracteres sexuales muy acentuados, figuras deformes con unas prominentes vulvas. Vulvas, vaginas y úteros que vemos también en la cueva de Tito Bustillo, representaciones muy posteriores. No sé si otros animales tienen conciencia de la relación entre sexo y maternidad, pero sí que tienen formas de protegerlo. Los perros son un ejemplo. Cuando un macho logra aparearse con una hembra en celo, en el acto estimula la ovulación provocando que sean sus espermatozoides los que tienen la oportunidad de fecundar. Para asegurar que otros perros no aprovechan esa situación se le hincha el glande de manera que permanece unido a la perra un buen rato tras la eyaculación. Pero si otros perros la cubren probablemente tendrá también descendencia de ellos.

Como ocurre en algunas culturas hoy día, es posible que en el Paleolítico los hijos fueran de la comunidad. Y que la exigencia de fidelidad, donde se hacía, llegara con la acumulación de riqueza, en el Neolítico. El razonamiento es bien simple: si yo me sacrifico trabajando y ahorrando para dar a mis hijos una vida mejor, quiero asegurarme de que son realmente míos. No estoy muy seguro de esta teoría, además creo que hay otras motivaciones, quizá la más importante la de poder y propiedad. Lo observamos en los mamíferos, que luchan por ser el rey de la manada con derecho a cubrir a todas las hembras. La motivación última es, creemos, la de trasmitir cuantos más genes propios mejor.

En los humanos es posible que eso también funcione. El hombre, el macho alfa, adquiere la propiedad de la mujer deseada y con ello el respeto y el poder. Lo veo en los ricos ejecutivos que visten descuidadamente por el verano pero exigen a sus mujeres que se muestren en sociedad bien adornadas con las prendas que denotan su estatus. Ese sentimiento de propiedad puede ser uno de los contribuidores a la denominada violencia de género. Perdido el poder sobre su mujer, deciden matarla y su sentimiento de indignidad, la percepción de deshonra, más acentuado cuanto más machista es la sociedad, lo obliga a matarse.

Lo mismo que en los perros, el esfuerzo del rey león por asegurar que las hembras sólo tienen su descendencia fracasa casi siempre. Ocurre que a escondidas las hembras se aparean con los machos, unos jóvenes, otros menos jóvenes, de manera que el resultado es que la variación genética en la camada se mantiene. Las hembras, por decirlo de una manera antropocentrista, en la mayoría de las especies son infieles por naturaleza. Y mientras la justificación para la promiscuidad de los machos es la lucha por dejar descendencia, entiendo que la de las hembras es la lucha por dejar una descendencia variada, capaz de afrontar los cambios que imponga el medio.

¿Qué ocurre en la especie humana? Hace años se publicó un estudio genético que examinaba la relación paterno-filial en familias y se descubrió que hasta el 30% de los hijos eran extramatrimoniales. Se descubría así una oculta infidelidad femenina. Yo la verdad es que no me lo creí. Recuerdo el estudio que hicimos en Avilés sobre hábitos sexuales. Coincidiendo con la baja tasa de cáncer de cuello de útero, que ya entonces se asociaba a infecciones de transmisión sexual, la mayoría de las mujeres sólo había tenido una pareja en su vida. Y eso es lo que ahora se confirma con un nuevo estudio genético. Los anteriores se basaban en las pruebas genéticas que habían demandado los padres que tenían sospecha: era una muestra seleccionada. En 2003 un grupo belga logró reconstruir la genealogía secular de muchas familias. Contactaron con los descendientes varones y examinaron el cromosoma Y que pasa inalterado de padre a hijo. Al comparar esos cromosomas entre los familiares llegaron a la conclusión de que sólo diferían en un 1%. Lo mismo que se encontró en estudios semejantes en España, Italia, Alemania o Mali.

No sé si para la especie humana, o para la sociedad, que el índice de infidelidad femenina sea del 1% es bueno o malo. Supongo es inferior a la de la infidelidad masculina. Cuándo la cultura, dominada hasta ahora por los hombres, aprovecha una supuesta tendencia natural de la mujer a la fidelidad a la pareja es otra cuestión que no sé responder.

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