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"Gaby", el "quinqui" que "no pensaba"

El menor avilesino condenado por los atentados del 11-M desvela en un libro sus andanzas como suministrador de los explosivos l Ahora, con 28 años, vive fuera de Asturias junto a su novia

"Gaby" hace una peineta a la cámara cuando se ve sorprendido por LA NUEVA ESPAÑA. Mara Villamuza

"No pensaba. Yo iba a veces con Emilio, íbamos a cobrar alguna deuda y llevaba la pistola encima. Y si sale mal, a tiros. Y no pensaba. Si sale mal, coges la pistola y le pegas un par de tiros. Y no piensas que le quitas la vida a alguien", dice Gabriel Montoya Vidal, alias "Baby", y también "Gaby", "El Guaje", "El Gitanillo"..., el amigo del exminero avilesino José Emilio Suárez Trashorras, a quien ayudó a pasar a los islamistas de Jamal Ahmidan, "El Chino", los 150 kilos de dinamita de la matanza del 11-M. Fue el único menor condenado por aquel asesinato masivo, el primero de los implicados en ser sentenciado y su confesión cimentó los 34.715 años de prisión que recibiría más tarde su "amigo" del alma, "Milio el Minero", hoy en la cárcel gallega de A Lama después de ser trasladado de la cántabra de El Dueso en castigo por hablar con LA NUEVA ESPAÑA. "El Gitanillo" tiene ahora 28 años y se acaba de mudar a una localidad fuera de Asturias, con su novia. Sueña con tener una vida relajada, alejada del mundanal ruido: una casa, hijos, animales. Se lo ha dicho en una larga entrevista al periodista Manuel Jabois, que acaba de publicarla en formato de libro, "Nos vemos en esta vida o en la otra", construido en torno a una cita de la filósofa Hannah Arendt: hay mundos en los que el mal pierde su característica fundamental, la de constituir una tentación. No está mal traída. A la tarea de bucear en esta pandilla de herniados y drogotas de barrio, trapicheros sin escrúpulo alguno, le viene como anillo al dedo la tesis más conocida de la filósofa alemana: La banalidad del mal, una futilidad que se resume en otra de las frases de Montoya Vidal recogidas por Jabois, ésta referida al dilema moral de los 200 muertos de Madrid: "Murió mucha gente que no tendría que haber muerto y demás, pero si necesitas el dinero, ¿qué haces?".

Porque "El Gitanillo" se ve a sí mismo como una víctima, y muy posiblemente lo sea. Creció en los noventa en dos barrios de Avilés, La Magdalena y El Arbolón, castigados por la droga, hijo de un delincuente habitual enganchado a la heroína, el "Manzano", un "quinqui" que sometía a la familia a un calvario de palizas e ingresos en prisión, y con una madre desbordada, la Pili, cargada de hijos, que para mantenerlos se prestaba incluso a meter droga en la cárcel de Asturias, donde estaba su marido, que luego la vendía a los presos al doble del precio normal. En manos de Jabois, la historia del "Guaje" tiene un aire dickensiano de barrio degradado del siglo XXI. La primera borrachera, a los 7 años. La primera detención, a los 11, después de iniciarse en el robo afanando la recaudación a un vendedor de la ONCE. La primera raya de "speed" a los 13, en los servicios del colegio. La coca, con 15, de la mano de Trashorras, en el trastero del exminero de la Travesía de la Vidriera. Allí, dice "Baby", Emilio guardaba una enorme bolsa de cocaína y a él y a otro amigo del barrio les hizo unas rayas sobre una tabla de madera que colocó sobre el asiento de una Scooter Aprilia. "El Guaje", un mico de 1,60 y 55 kilos, se sintió "en el cielo" y a partir de entonces comenzó a meterse a destajo. Trashorras le convertiría por unos meses en su "machaca" preferido en el negocio de venta de droga que tenía montado en la Travesía de la Vidriera. "Gaby" pasaba costo más rápido que nadie, pero uno sospecha que al minero esquizofrénico y bipolar lo que le ponía en realidad era la admiración ciega que le profesaba el adolescente.

Una admiración que se fundó en incidentes como la "ensalada de hostias" que el exminero le propinó a un pobre repartidor de pollos al que "Gaby" y su pandilla de porretas le habían robado los pedidos. Suárez Trashorras se libró al parecer de cualquier problema con la Policía, porque, según "El Gitanillo", estaba en muy buenas relaciones con la Comisaría de Avilés, vamos, que era un soplón del grupo de Estupefacientes que en aquella época llevaba Manuel García, "Manolón". El "laissez faire" llegaba hasta tal punto que, cuando unos traficantes a los que Suárez Trashorras había estafado fueron a reclamarle el dinero, el exminero los puso en fuga a tiros justo al lado de un coche de la Policía, mientras uno de los agentes le pedía cortésmente que dejase de disparar. O al menos es lo que dice "El Gitanillo". Junto a Trashorras y otros clientes del barrio, como Iván Granados, "El Piraña", tan apocado como enganchado a la coca -siempre según Montoya Vidal-, el menor se metió en una vorágine de drogas, copas y puticlubs, sin dejar su pasión por "Drive" de la PlayStation y los McDonalds. Dice que dejaba parte del dinero de sus trapicheos en casa, pero Javier González Díaz, "El Dinamita", al que conoció trabajando -poco, dos semanas, era muy flojo- en una obra, le afeó en cierta ocasión que cómo tenía las entrañas de andar gastando a diestro y siniestro mientras su madre y sus hermanos pasaban hambre.

"Gaby" llegó a la vida de Trashorras en un momento en que las relaciones de éste con Antonio Toro se habían enfriado sobremanera. Primero por las sospechas de que el exminero era un "boqui", y Toro -que lleva ya diez años en la trena- odia a muerte a la pasma. Y después porque Trashorras estaba a punto de llevarse al altar a su hermana pequeña, María del Carmen, María para su círculo de íntimos.

Trashorras siempre estaba compitiendo con el que sería su cuñado, tratando de robarle los contactos en el submundo de la droga. Fue ese afán de llegar más lejos que Toro, de pegar un "pelotazo", el que le llevó a relacionarse con Jamal Ahmidan, "El Chino", un pequeño traficante de hachís y cocaína, sobre todo en Galicia y el País Vasco, que regresó radicalizado de una estancia en prisión de tres años en Marruecos tras un homicidio. Siempre había sido un poco antisistema, según su mujer española, pero a partir de septiembre de 2003 fue cuando comenzó a notársele que había desbarrado hacia posiciones fanáticas. Trashorras lo apodaba "Mowgli", porque decía que se parecía a un mono, como el protagonista de "El libro de la selva". A Ahmidan, Trashorras lo conoció a través de Rafá Zouhier, un moro fornido que trabajaba en Madrid de portero de discotecas y que también se dedicaba a trapichear con todo lo que se pusiese a su alcance. Este "conseguidor" de los bajos fondos, hoy expulsado de España tras cumplir diez años de cárcel por el 11-M, llegó a Trashorras a través de Toro, al que conoció en la cárcel de Asturias a finales de 2001. El avilesino estaba encerrado tras la "operación Pípol", en la que se descubrió una cantidad importante de hachís y un puñado de cartuchos de Goma-2 y detonadores en un garaje de la calle Eloy Fernández Caravera de Avilés. El marroquí, por un alunizaje en Parque Principado. Fue a través de Zouhier que la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil supo a principios de 2003 que unos avilesinos ofrecían dinamita al mejor postor. Antes lo había avisado José Ignacio Fernández Díaz, "Nayo", hoy en prisión en España tras largos años de huida en Hispanoamérica, y Francisco Javier Lavandera, el portero del club Horóscopo, otro de los daños colaterales del 11-M. Ninguno de estos "avisos" pudo impedir los mayores atentados de la historia de Europa.

"El Gitanillo" estuvo en alguno de los hitos que llevaron al 11-M. Conoció al "Chino" a finales de octubre de 2003, cuando éste estuvo por Avilés para entregarle 100 kilos de hachís, un negocio que habían apalabrado en una reunión en un McDonalds de Carabanchel. El exminero seguía con su mala costumbre de no pagar las deudas a los proveedores. Su consumo de cocaína era astronómico (en el juicio habló de que una adicción "normal" exigía una dosis diaria de gramo y medio), y si a eso sumamos su pasión por los coches caros, se comprenderá que no hubiera dinero que le alcanzase. El hachís que le entregó "El Chino" estaba "apaleao". Era por tanto el de peor calidad que se produce en Marruecos, con escasa sustancia psicoactiva y mezclado con otras plantas o incluso goma arábiga. Trashorras le dijo que no reconocía la deuda. La situación se puso tan tensa que hubo otra reunión en noviembre, a la que asistió Antonio Toro, para mediar. El lío montado por su cuñado en ciernes no sólo afectaba a su hermana, sino a sus relaciones con sus proveedores en Madrid, especialmente el marroquí Lofti Sbai. Se acordó pagar la deuda con dinamita, Trashorras recibiría otra cantidad de hachís y 7.000 euros. Desde hacía casi un año, los marroquíes venían insistiendo en el tema de los explosivos. El 11-M lo hizo posible una deuda de drogas.

La sentencia de los atentados sostiene que varios avilesinos, incluido "Gaby" transportaron pequeñas cantidades de dinamita a Madrid en el Alsa Supra. Hay sospechas de que en realidad lo que llevaron fue el hachís malo de Ahmidan, o lo que quedaba. Así lo dijo Trashorras en una declaración en la cárcel de Mansilla de las Mulas, en 2010.

Para la operación, Trashorras reclutó a unos tirados, pillados por deudas de drogas: Sergio Álvarez, "Amokachi", de Villalegre, al que el exminero le prometió 600 euros, pero que sólo recibió un trozo de hachís; e Iván Reis, un chaval de Las Vegas (Corvera) al que Toro y su mano derecha, Ricardo Gutiérrez Sepúlveda, "Richard", estaban extorsionando por una pequeña deuda de 900 euros, y al que llegaron a poner una pistola en la cabeza en la ermita de La Luz. Trashorras le prometió que saldaría su deuda con Toro, pero ni flores. Cuando regresó de llevar el paquete a Madrid -donde por cierto "El Chino" le dio unas tortas y le quitó la cartera, porque Trashorras no le había enviado 2.000 euros, aparte de la mercancía-, Toro volvió a cogerlo por banda y le amenazó diciéndole que tenía que pagar. Reis huyó a las Canarias, donde vivía su madre, y donde fue detenido unos días después de los atentados. El tercer viaje lo hizo "Gaby", después de que "El Piraña" se negase a hacer el transporte. A éste le dijo que lo que había que llevar eran explosivos. A los otros, cedés.

"El Gitanillo" estaría en primera línea el 28 de febrero de 2004, cuando Jamal Ahmidan, Mohamed Oulad Akcha, "El Risitas", y Abdennabi Kounjaa, del que Trashorras decía que tenía "cara de enanito mongólico", en palabras de "Gaby", viajaron a Asturias para hacerse con la dinamita, días después de que el exminero, que se había casado el día de los enamorados, regresase del viaje de novios a Tenerife. Días antes, Trashorras había ido a Mina Conchita, en Belmonte de Miranda, cerca del límite con Tineo y Salas, donde había trabajado, para preparar el robo, que tuvo que tener algún apoyo desde el interior de la explotación, aunque los mineros que fueron acusados, el encargado Emilio Llano y el picador Raúl González, "Rulo", fueron absueltos por falta de pruebas. Trashorras acompañó una primera vez al "Chino" para enseñarle dónde estaban los explosivos. Pero luego regresaron a Avilés y compraron en Carrefour bolsas para acarrearlas. Cuando los marroquíes regresaron a Mina Conchita, ya de noche, quien les guiaba ya no era Trashorras, que se había quitado de en medio con una excusa, sino "El Gitanillo", a bordo de un Toyota Corolla que "El Chino" le había dado al exminero y un Golf. Condujo por el Corredor del Narcea a toda pastilla, como le contó a Jabois, en medio de un temporal de frío y nieve terrorífico. Mientras los islamistas iban a buscar los explosivos, "Gaby" se quedó esperándoles, y ver las lucecitas de las linternas en medio de la noche le pareció una escena de película. Le dio tiempo a echar una cabezada. Volvieron a la hora y media. Se habían perdido y habían tenido que llamar al exminero para que les diese alguna indicación. Regresaron a Avilés para descargar la dinamita en un Ford Escort y volver a Tineo a por más. Antes de volver a la carretera, "Gaby" se metió una raya en un cuartucho del garaje de Trashorras. Después de hacer este viaje, "El Chino" le dio al "Gitanillo" 200 euros y le dijo que volverían a verse "en esta vida o en la otra". Mientras los marroquíes se marchaban a Madrid con su carga mortal, Trashorras y su fiel escudero se fueron a desayunar a Casa Tito, en la avenida de Gijón, donde se les unió Rubén Iglesias, cliente del exminero, que ya les había visto al inicio de la noche, y al que estos encuentros le valieron ser detenido meses después, aunque finalmente no fue acusado. Unos días después, "El Gitanillo" viajó a Madrid para recuperar el Toyota Corolla para Trashorras. En vez de regresar a Avilés, tiró para Toledo. El coche era robado y la Policía comenzó a perseguirlo. Terminó estrellando el coche y casi matándose. La ley del Menor le permitió salir rápidamente del lío y cuando regresó a Avilés, Trashorras le pegó la bronca del siglo, y dejó de hablarle tres días, pero volvieron a juntarse más tarde.

"Gaby" también estaría con Trashorras aquel aciago 11 de marzo, cuando fue a llamarle aterrado, diciendo: "Vaya la que armó Mowgli", repetía sin cesar, lívido, mientras trataba de pensar cómo zafarse de aquella enormidad. Nunca había pensado, jura y perjura, que aquella dinamita fuese para provocar una masacre en España. En los días siguientes, el escudero de Trashorras demostró varias veces que la amistad en los bajos fondos no existe, y cantó de plano cuando fue detenido por las fuerzas antiterroristas de la Guardia Civil, en medio de un despliegue como nunca se había visto en Avilés. Antes había enviado una carta a su amigo detenido, en la que cantaba las alabanzas de la amistad, pero subterráneamente le suplicaba que le librase del lío. Todavía se pregunta quién le traicionó. Pensó que había sido "El Dinamita", y por eso le mangó el coche y se lo reventó a base de trompos. A Trashorras lo volvería a ver el día que declaró en el juicio del 11-M, en 2007. Trashorras le dijo un "qué tal", pero "Gaby" le ignoró. En el fondo le culpaba por verse implicado en todo aquello. Para entonces, "El Gitanillo" había comenzado a cambiar, tras unos primeros años en Los Rosales, un "campo de concentración" para menores peligrosos, en los que protagonizó numerosos incidentes, amenazas del tipo "a mí me dan igual 192 que 193" e incluso un motín. Compartió espacio con menores asesinos, como uno de los que violó, apaleó, atropelló con un coche y quemó viva a la joven con discapacidad intelectual Sandra Palo. Pero cambió de rumbo. Allí descubriría el teatro, y se le pudo ver en varias representaciones del "Pluto" de Aristófanes, con el CaixaForum tomado por las fuerzas antiterroristas.

En 2010 regresó a Asturias, tras cumplir seis años de internamiento riguroso. "El Dinamita", que quería ajustar cuentas con él por lo del coche, terminó haciendo las paces, aunque años después, aseguró a LA NUEVA ESPAÑA que "El Gitanillo" andaba "vendiendo por ahí". "Gaby" lo niega. Dice que está reformado, que ha empezado a pensar. Pero como señala Manuel Jabois en su libro, no acaba de mostrar un claro arrepentimiento, ya que se ve como un colaborador involuntario de los atentados. "Igual me lo pensaría mucho", dice cuando se le pregunta si lo hubiese hecho si supiese cuánta gente iba a morir. "Era un bala perdida, un cabra, un cabra loca".

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