La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Purificar el organismo

Los verdaderos efectos de las dietas que supuestamente extraen las toxinas del cuerpo y los sistemas de depuración

Purificar el organismo

No hay un acuerdo sobre el catálogo universal de emociones. Para algunos hay seis primarias y un número enorme de secundarias que son emociones compuestas, como los colores, a partir de las primarias. El asco, o repugnancia, es una de las elementales. Una emoción, que como todas, se supone que nos sirve para guiarnos en el mundo. A qué tenemos asco depende de cómo esta predisposición se verifique en el mundo, en nuestra sociedad. Lo mismo que aprendemos el idioma donde nos criamos, reaccionamos con las emociones de acuerdo a la cultura. Las emociones básicas serían el correlato de la gramática universal: el sujeto, verbo y predicado o qué se hace, quién y a qué. Con el asco, en principio, nos protegemos de lo que puede contaminarnos, sobre todo al cuerpo. El asco a las heces es un buen ejemplo, también a la comida podrida. Aunque esto último no sé cuándo lo adquirimos, pues parece ser que solo hace 15.000 años éramos carroñeros. Además, hay alimentos que consumimos cuando están cercanos a la putrefacción: ciertos quesos, el famoso garum de los romanos por ejemplo.

Hay una creencia bastante extendida, sobre todo entre los que tienen una conciencia elevada de la salud y prestan mucha atención a su cuerpo e incluso creen que llegan a percibir señales de desequilibrios, que como consecuencia de la vida tan artificial que llevamos, expuestos a un sinnúmero de contaminantes y alimentados con productos cargados de pesticidas y fertilizantes, nuestro cuerpo está lleno de toxinas y conviene desintoxicarlo periódicamente. Hacen dietas con las que creen que arrastrarán del tubo digestivo todos esos venenos y saldrán de ese ejercicio purificados. A un régimen quizá de sólo uvas, no sé por qué las uvas tienen ese prestigio, se le puede sumar la realización de enemas con las más variadas substancias. Yo me pregunto qué toxinas creen que pueden extraer del organismo con esos métodos. El ayuno es una práctica extendida en casi todas las culturas. Sobre sus beneficios hay estudios, ninguno definitivo: se puede admitir su posible utilidad. Pero no veo qué puede hacer sobre esas supuestas toxinas una dieta desintoxicante.

Lo mismo que, se cree, tenemos una emoción de asco para protegernos de los potenciales contaminantes, todos los organismos vivos han desarrollado sistemas de defensa contra las substancias, vivas o inertes, que pueden dañarlo. El tracto respiratorio, además de la mucosa que segrega moco para atrapar partículas, cuenta con un sistema de defensa en la superficie, inmunoglobulinas, que reacciona ante ciertas moléculas que pueden ser dañinas, inutilizándolas. El tubo digestivo, la otra vía de entrada, está también muy equipado para deshacerse de sustancias tóxicas. Así y todo, algunas logran pasar al interior del organismo. Ahí está el hígado con su eficiente y silencioso trabajo anulando la posible maldad de esas substancias, y el riñón, colaborando con él. A pesar de todo, unas pocas logran pasar todos estos controles y pueden producirnos una intoxicación aguda o crónica. Son ejemplos los compuestos organofluorados y fosforados de los pesticidas, los PCB y dioxinas de los procesos y desechos industriales. Todos ellos se acumulan en la grasa mientras los metales pesados, plomo, mercurio, oro, se quedan en las membranas nasales, el riñón o el cerebro. Hay más, por ejemplo, las nanopartículas. Aunque podemos tolerar pequeñas cantidades de contaminantes. Pero por ejemplo, las partículas respirables, además del daño a este sistema, las inferiores a 2,5 micras están involucradas en la enfermedad cardiovascular. Hoy se especula sobre los daños que los llamados disruptores hormonales están produciendo y en cuanto al cáncer, no hay duda sobre algunos productos químicos. Ahora bien, admitido que podemos tener el cuerpo contaminado, no hay ninguna razón para creer que esas dietas, o enemas, pueden extraer esos tóxicos. Otros tóxicos, como los subproductos de las medicaciones, se suelen metabolizar en el hígado para su expulsión por el riñón. Excepto en los raros casos que se acumulan en el cuerpo, sus efectos, que pueden ser a largo plazo, no se pueden evitar con dietas. En su uso el profesional debe valorar riegos y beneficios, informar al paciente y, en función de ellos y las preferencias, tomar una decisión. Por ejemplo, uno puede estar dispuesto a medicarse permanentemente con estatinas por un colesterol moderado, en ausencia de otros riesgos cardiovasculares. Pero debe hacerlo a sabiendas del escaso beneficio y de los potenciales daños que el tratamiento conlleva. Nada es inicuo.

Estamos en un momento en el que hay un debate importante sobre la dieta. En la segunda mitad del siglo pasado se había llegado a un consenso en el que se minimizaban las grasas saturadas y se incentivaba el consumo de productos vegetales, ricos en hidratos de carbono complejos. Esto, por un error de percepción, llevó a incrementar el aporte diario de azúcares refinados y la consiguiente obesidad. Aunque la relación entre dieta y salud es compleja, las ideas elementales permanecen: cereales, mejor integrales, legumbres y hortalizas , moderación en alimentos animales, preferentemente pescado y carnes blancas, y pocos azúcares refinados.

Compartir el artículo

stats