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Trabajo y sindicatos

La necesidad de leyes laborales justas y de centrales competentes en una actividad que significa mucho para las personas

Trabajo y sindicatos

Los libros sagrados son relatos creíbles que responden a ese afán del ser humano de saber. Todos los animales aprenden, hasta los más elementales. Nosotros, simplemente, aprendemos más porque estamos poco dotados, en cuanto a organismos físicos, para sobrevivir. Dependemos mucho de la cultura: necesitamos tener esa disposición a aprender, a querer saber. Y a preguntas de imposible respuesta se responde con mitos. Todos los seres vivos tienen que esforzarse, y a veces arriesgarse, para conseguir los alimentos. En contraste con ello, nuestra cultura que nace de la Biblia, en sus primeras páginas nos explica cómo nuestros primeros padres vivían descuidadamente, ajenos a cualquier preocupación, en el paraíso. Cuando como humanos adquirimos la conciencia, o la mente, por comer el fruto del árbol prohibido, Jeovah nos expulsó del paraíso y nos condenó, a que "con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado, polvo eres y al polvo volverás". Es la versión de Reina. Sin embargo, en el Evangelio según San Mateo, Jesucristo recrimina a sus seguidores por inquietarse pensando qué van a comer: no veis las aves del cielo que ni siembran ni cosechan?

Sea como sea, el trabajo en nuestra cultura se ve como una condena. El que podía, hacía gala de usar su tiempo en labores ociosas, sin más objeto que su diversión o pasar el tiempo. Aunque hubo algún aristócrata, como el admirado conde de la Vega del Sella, que empleó su tiempo y dinero en investigar, nada comparable con la clase acomodada inglesa. Baste el ejemplo de Darwin, o su primo Galton, rentistas acomodados que dedicaron su vida a estudiar y contribuir al saber.

Pude darme cuenta de la verdadera importancia del trabajo, de cualquier trabajo, cuando me dediqué a la salud laboral. Allí aprendí cuántas emociones y empeños se invierten. Esas siete u ocho horas durante las cuales cambia su fuerza, física o mental, por un salario, está haciendo mucho más que un trueque. Está siendo, haciéndose, al realizar, lo que quiera que sea, con su esfuerzo. Y para confirmarlo, para demostrar la importancia que se le da al trabajo dentro de nuestra vida, baste saber que el único medio en el que se ha podido demostrar que el estrés es dañino para la salud es en el trabajo. Cuando al trabajador lo convierten en una máquina, en un autómata que no puede emplear su capacidad de discernimiento y creatividad, su riesgo de enfermedad coronaria se multiplica por dos. Y cuando el trabajador pone esfuerzo, empeño e ilusión y eso no se ve recompensado, su riesgo de enfermedad cardiovascular se multiplica por 2,5.

Pensaba todo esto mientras veía una demoledora película belga de los hermanos Dardenne. En una empresa habían despedido a una trabajadora tras una baja por depresión. Para llevarlo a cabo se hizo una votación entre sus compañeros en la que les daban a elegir entre ella o una prima de 1.000 euros. Todos eran trabajadores manuales con apreturas económicas. Los directores nos muestran a una mujer destruida anímicamente, una náufraga abrazada a la medicación como a un pecio en un mar de la desesperanza. Una reacción que puede parecer excesiva: al fin y al cabo tenía la opción del paro y de buscar otro trabajo. He visto reacciones semejantes, se comete o se siente que se comete injusticia grave. Hay estudios, de buena calidad, que demuestran que las injusticias en el trabajo son fuente importante de trastornos emocionales.

No sé si una situación así se puede dar en Bélgica. Hasta ahora en España la ley protegía al trabajador que por motivos de salud estaba de baja. Me dicen que con la reforma es más fácil despedirlo, no durante la baja, pero sí al reincorporarse. Entiendo que el empresario quiera deshacerse de aquellos que rinden poco. Pero la sociedad tiene el deber de protegerlos cuando el motivo es un problema de salud. Ésa es una función del Estado: cuidar a los más débiles. Es comprensible que a los fuertes eso les repugne, sobre todo porque ven que aprovechando la generosidad del Estado, que ellos también pagan, algunos se acogen a él por pereza, picardía o pusilanimidad.

Situaciones como la presentada en la película recuerdan el importante papel de los sindicatos. El empresario buscó la forma de enfrentar a los trabajadores entre sí para su beneficio. Tenía sus razones porque había aprendido que sin esa trabajadora se lograba el mismo rendimiento. Un sindicato honesto no hubiera permitido esta forma de proceder. No lo había. Y puede ser cierto porque en muchos países están desaparecidos. En parte se lo han ganado. Sin embargo, son organizaciones necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad tal como ahora está organizada. El trabajo no es sólo para ganar el pan, significa mucho más para la persona. Por eso necesitamos leyes laborales justas y sindicatos competentes.

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