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Pequeño y rompedor

El hallazgo de los ancestros del Homo floresiensis coronan al "hobbit" como una especie nueva, con una antigüedad superior a los 700.000 años

Recreación del rostro del "hobbit" de Flores.

La paleoantropología y el mundo de Tolkien se cruzaron hace doce años en la isla de Flores, en Java, con el hallazgo de unos seres, diminutos de tamaño pero con una morfología muy próxima a la nuestra, que apuntaba a la existencia en un tiempo lejano de un reino similar al de la Montaña Solitaria, territorio de gran fecundidad literaria. El "hobbit" de Flores rompe los esquemas que explican los cambios evolutivos, es una anomalía en la tendencia a seres de envergadura y cerebros crecientes.

En 2004, la revista "Nature" daba cuenta de uno de los mayores enigmas de la evolución humana: una especie enana localizada en la isla de Flores alteraba los patrones de lo previsible -lo que siempre ofrece grandes oportunidades a la ciencia- al presentar un tamaño que lo acerca a los australopitecus pero con claros rasgos del género homo. Desde entonces la controversia científica en torno al Homo floresiensis se ha mantenido como una de las más vivas de la paleoantropología, enfrentando a quienes consideraban que se trataba de un Homo erectus que se desarrolló con la tendencia menguante característica de los entornos aislados con quienes lo identifican como una especie con sus propias singularidades. Ahora, dos nuevos artículos publicados esta semana en "Nature" resuelven la controversia: el floresiensis fue probablemente un erectus en origen pero sigue su propio camino evolutivo desde hace al menos 700.000 años, lo que lo hace acreedor a su propia especificidad en la clasificación taxonómica.

Con una estatura de un metro y un volumen endocraneal de 380 centímetros cúbicos, el "Homo floresiensis" alteraba la idea bien asentada en la paleoantropología de que a partir del Homo habilis (1,8 millones de años) la senda evolutiva se abría a individuos de mayor envergadura y con más capacidad craneal. Las peculiaridades del floresiensis lo aproximarían más a un australopiteco salvo por un enorme salto temporal: los huesos hallados en isla de Flores tienen apenas 18.000 años, tan recientes para los materiales con que trabajan los investigadores del pasado humano que ni siquiera se había completado el proceso de fosilización.

La caverna dolomítica en la que se encuentra el yacimiento de Liang Bua -donde surgieron el cráneo, la mandíbula, la pelvis y otros elementos de una mujer floresiensis- muestra signos de ocupación desde hace unos 100.000 años. Los investigadores de esos restos encontraron en ellos, al margen de su estatura, rasgos del "Homo erectus", algo coherente con el recorrido de la primera especie salida de África que colonizó Asia.

Explicar por qué un ser que hace 1,7 millones de años alcanzaba en África una estatura de 1,70 metros y cuya capacidad craneal oscilaba entre los 750 y los 1.250 centímetros cúbicos se "miniaturizó" en Java dio pie a dos interpretaciones. La primera hipótesis sostiene que ese "Homo erectus" sufrió el proceso de toda especie aislada, que en ausencia de competidores tiende a empequeñecer, como atestiguan también otros mamíferos desarrollados en un entorno acotado. Un reparo: la mengua física de las especies confinadas en islas no suele suponer una reducción tan drástica del tamaño cerebral. La segunda hipótesis apela a la excepcionalidad y atribuye el enanismo del "Homo floresiensis" a una microcefalia: sería un individuo moderno con los patrones físicos alterados por la enfermedad. La primera hipótesis abriría la posibilidad de hablar del floresiensis como una nueva especie. En el caso de la segunda no estaríamos ante una novedad evolutiva, sino ante un ser marcado por una patología.

La búsqueda de vínculos con otras especies derivó en una vía muerta a la espera de nuevos hallazgos. Algo que acaba de ocurrir ahora con el estudio de los fósiles encontrados en un yacimiento a 70 kilómetros del original. Estos restos -una mandíbula y varios dientes, elementos de gran rentabilidad para la paleoantropología- tienen una antigüedad de 700.000 años y en su entorno aparecen herramientas que lo vinculan con el "hobbit" de Liang Bua. Serían, según lo publicado esta semana en "Nature", los rastros de los ancestros del floresiensis, al que desde ahora se reconoce como variante empequeñecida del "Homo erectus" pero con entidad suficiente para ser considerada especie distinta. Lo "verdaderamente novedoso", resaltan los autores de uno de los artículos, es que la escala de esos restos constata que el "hobbit" ya tenía un "tamaño pequeño hace, al menos, 700.000 años". Para los firmantes, el "descubrimiento tiene implicaciones importantes para comprender la dispersión y evolución de los primeros humanos en la región y elimina por fin las dudas de quienes creen que el "Homo floresiensis" era simplemente un humano moderno enfermo".

El artículo introductorio a la publicación en "Nature" deja bien claro que "los nuevos hallazgos confirman más allá de toda duda razonable que el 'Homo floresiensis' es una especie de homínido distinta, con unas profundas raíces evolutivas". Como ocurre con toda novedad científica, el hallazgo abre una nueva incógnita: aclarar dónde y cómo un ser salido de África empezó en Asia su transformación en "hobbit".

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