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El grisú mató por primera vez en Asturias hace 140 años

El quirosano Matías Arias Fernández tenía 32 años, tres hijos y a su mujer embarazada cuando el gas le quitó la vida en una mina de Santa Marina, según documenta el ingeniero Mario G. Antuña

Restos de una bocamina en Corros (Quirós), cercana a la del primer accidente mortal con grisú. roberto fernández osoro

El grisú se cobró su primera víctima en Asturias hace 140 años.

El grisú, enemigo número uno de los mineros, un gas que ha causado las mayores catástrofes en la historia de la minería del carbón, actuó en Asturias por primera vez hace ciento cuarenta años. Fue un sábado, el primer día de julio de 1876, en las cercanías del pueblo quirosano de Santa Marina. Una explosión sorprendió a los tranquilos lugareños y a los sufridos mineros que laboraban en las incipientes minas que se habían abierto pocos años antes en el concejo de Quirós.

Matías Arias Fernández, 32 años, quirosano residente en la casería del Regustio, casado, con tres hijos, fue el primer minero fallecido en Asturias debido a una explosión de grisú. Después de él vendrían varios cientos más.

El ingeniero Mario García Antuña, autor del reciente libro "Catástrofes mineras asturianas", documenta 271 muertos en 34 grandes accidentes, con cuatro o más muertos, a causa del grisú. A ellos hay que sumar varios cientos más, fallecidos en accidentes menores, como este obrero muerto en Quirós.

García Antuña cree que es probable que aparezcan nuevos mineros fallecidos antes de esta fecha de 1876. La minería había comenzado en el concejo de Siero años antes. Las muertes eran muy frecuentes entre aquellos primeros mineros por la gran inseguridad, desconocimiento y falta de preparación.

Según el Libro de Defunciones del Registro Civil de Quirós, Matías era "vecino de la casería de Rey Busto. Minero. Falleció el 1 de julio de 1876, entre las 10 y las 11, por asfixia motivado de una explosión de gas a la puerta de la mina Bega del Rubio sobre el cribo de Santa Marina". El médico de Quirós, Antonio Canseco, y el de Campomanes, Ubaldo Sánchez Puelles, le realizaron la autopsia. Fue enterrado en el cementerio de la parroquia de Rano el lunes día 3 de julio.

Matías era hijo de Damián, natural de Cortes, y de Isidora, de la parroquia de Rano. Estaba casado con María Díaz, con la que tenía tres hijos: Antonia, Evaristo y José. Este último fue el encargado de comunicar en el Juzgado quirosano la muerte de su madre en febrero del año 1877. María murió de parto y también su hijo, varón, al nacer. María ya estaba embarazada cuando su marido murió.

Matías, probablemente era un obrero mixto, algo habitual entre los mineros quirosanos hasta los años sesenta del siglo XX. Propietario de una pequeña cabaña ganadera y también agricultor con pequeñas tierras de escanda, maíz o patatas.

El caserío donde vivía se encontraba al otro lado del valle, el río L.lindes le separaba de su casa.

No se sabe el motivo de la explosión, pero sí el causante, el frío, traicionero y mortal gas grisú se llevó a este quirosano en julio de 1876.

El grisú es un gas incoloro, inodoro, inflamable y combustible. Está formado por metano, nitrógeno y anhídrido carbónico. Es una de las impurezas más peligrosas en la minería debido a su propiedad de formar explosiones. Es dos veces más ligero que el aire y por ello se acumula en bolsas y en las partes superiores de la atmósfera interior de las minas. Mezclado con el aire es explosivo en concentraciones entre el 5% y el 15%. Además, es asfixiante porque desplaza al oxigeno.

García Antuña, uno de los mejores investigadores mineros en el tema de siniestros, menciona como primera referencia al grisú, hasta ahora, como causante de accidente mortal en Asturias, el deceso de cuatro jóvenes mineros en una mina desconocida, en Mieres, en noviembre de 1878.

Pueden ser muchos los mineros muertos de los que no se tenga constancia debido a múltiples causas. La ausencia de documentación, la falta de previsión y de comunicación a los organismos competentes dejaron sin contabilizar decenas de fallecidos en las primeras minas abiertas en la región.

La mayor catástrofe por grisú ocurrió el 2 de enero de 1889 en el concejo de Aller. La Mina Esperanza, en el pueblo de Boo, fue el escenario de la muerte de treinta trabajadores en una gran explosión.

El último gran zarpazo del metano ocurrió en el pozo Nicolasa, en Mieres, el 31 de agosto de 1995: murieron 14 mineros.

El último fallecimiento por grisú en Asturias ocurrió en 2007. El picador Óscar Luis Velasco Robledo, 44 años, casado, con dos hijos, murió por asfixia por gas en la sexta planta del pozo Candín.

Una de las mayores tragedias mineras en territorio europeo ocurrió en 1906 en Courrieres (Francia), cuando una explosión de grisú y el polvo de carbón provocaron el fallecimiento de 1.099 mineros.

Matías Arias dejó a su mujer, embarazada, con tres niños pequeños y una vida aún más dura que superar. Fue el precio del progreso. La desgracia de este quirosano lo metió en la historia de la minería asturiana abriendo una lista que cierra Óscar Luis Velasco. Entre ellos 131 años de arduo, penoso y mortífero laboreo minero en las entrañas de Asturias.

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