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IGNACIO GRACIA NORIEGA | Escritor

"En los Dominicos se comía peor que en el cuartel del Milán, pero compensaban con Griego y Literatura"

"Mi primo, el filósofo Santiago González Noriega, influyó mucho en mi formación y en que fuera ateo; entonces Dios me aburría, hoy soy creyente"

El escritor Ignacio Gracia Noriega, en el despacho de su casa de Sevares. laura caraduje

-Nací el 17 de agosto de 1945, de madrugada, en la calle Nueva, número 3, de Llanes. Era la verbena de San Roque, mi madre era de San Roque y me hizo de ese bando, aunque a mí esas cosas nunca me preocuparon lo más mínimo. Mi niñez transcurrió en esa calle.

-¿Cómo era?

-Una calle de indianos que, a mano derecha, tiene una serie de casas de dos pisos, abuhardillado y galería y, por detrás, jardín. La mía estaba al otro lado y era la única rodeada de jardín. Los vecinos éramos casi todos parientes. Tengo en mis apellidos Pedregal, Mijares y Noriega por las dos partes y no lo digo por fardar, porque ninguno fue ilustre, sino para que se vea que estoy arraigado en la zona.

-¿Qué ambiente había en su casa?

-Era una familia de una derecha notable, muy de iglesia, algo caciquil -tuve dos tíos alcaldes de Llanes- y mi madre, Conchita, siempre tuvo miedo de que vinieran los rojos y nos dejaran sin nada. Mi padre, Emilio, era más calmado y había sido de la CEDA.

-Hábleme de su madre.

-Su familia era de Cue y había nacido en Veracruz (México) porque era hija de indiano. El abuelo, al que no conocí y al que decían que me parezco mucho, era un "bon vivant" que se dedicaba a importación y exportación de porcelanas finas a Estados Unidos y Alemania. Le gustaban los toros, fumar puros... Habríamos tenido buena relación. Los dos fuimos gordos.

-¿Cómo era su madre?

-Muy autoritaria, como su madre, que vivía en casa: las dos eran de mando. Conmigo era cariñosa.

-¿Tiene hermanos?

-Emilio, dos años más pequeño. Siempre tuvimos mala relación.

-¿Cómo era su padre?

-Su familia procedía de La Borbolla. Tenía un comercio de ultramarinos en Llanes. Viviendo con dos mujeres en casa procuraba no complicarse la vida, ir al café... Tuve poca relación con él.

-¿Qué tipo de crío era usted?

-Poco aficionado a la playa y a jugar a la guerra.

-Imagino que empezó a leer pronto.

-En casa había libros por parte del abuelo "bon vivant". Empecé pronto, con Julio Verne, Chateaubriand, Stevenson... Y fui derivando hacia lo que soy ahora. Cuando tenía 7 años mi padre me regaló un cuaderno rojo y me dijo "para que escribas". No sabía que iba a influirme tanto aquel regalo. Desde entonces no quise ser otra cosa que escritor.

-¿Dónde empezó a estudiar?

-En el colegio de las señoritas Mantilla, en un caserón en la plaza mayor de Llanes que se conserva. Allí aprendí a leer, a rezar y a rezar por la salvación de Rusia y la del primo Ramón, que era Ramón Pérez de Ayala, primo de las señoritas Mantilla. Decía la señorita Amparo: "¿Veis lo cerca que está Rusia y lo grande que es? Pues no podrá contra España". Hice el examen de ingreso de Bachiller en Gijón y entré en los Dominicos en Oviedo.

-Salió de Llanes y entró en un internado. ¿Cómo reaccionó?

-Me descolocó, extrañaba a la familia, pero lo superé enseguida. Los Dominicos pegaban mucho, pero eran gente tolerante en materia religiosa. En los años que estuve creo que comulgué sólo una vez.

-Si en su familia eran muy creyentes y las hermanas Mantilla le llevaron por el buen camino pero usted sólo comulgó una vez, ¿qué le pasaba con Dios?

-Dios me aburría y tenía la influencia de mi primo Taro, Santiago González Noriega, un ateo redomado que influyó en mi formación para bien y para mal.

-¿Para bien?

-Estudiaba Filosofía, era peculiar, culto y tradujo a Nietzsche del alemán. Para mal, porque era un totalitario, un marxista muy dogmático, muy celoso. Gustavo Bueno le consideraba uno de los grandes filósofos de su época. Murió relativamente temprano.

-¿Sin tiempo a quitarse el totalitarismo?

-Sí, cambiaba mucho, como la veleta. Cuando yo tenía 14 años hacíamos grupo Taro, Paco Fierro, hijo del secretario del Juzgado, y yo. Hablábamos y hablábamos.

-¿Era usted ateo a los 13 años?

-Se podía ser ateo a cualquier edad. Como decía don Gil, el párroco de Llanes hablaba de "esos dos ateos que viven en la calle Nueva y que son primos".

-Escogió ser ateo desde bien temprano.

-Qué tontería, escogí no ser religioso.

-¿Y ahora?

-Creo en Dios. Entonces me influyó la moda, el existencialismo, Sartre... Desde muy joven elegí ir por camino distinto al habitual.

-¿Qué recuerdos tiene de los Dominicos?

-Malos y buenos y predominan los buenos, porque es mi carácter y porque lo pasaba bien. Tenía amigos, cosa que en Llanes no porque vivíamos un poco aislados. En los Dominicos tenía a Juan Luis Rodríguez-Vigil, a Antonio Masip, a Rafael Sariego, a Dávila...

-La comida ha sido importante en su vida. ¿Qué tal cocinaban en el colegio?

-En los Dominicos se comía peor que en el cuartel del Milán, pero tenía compensaciones como el padre Inciarte, que sabía mucha Literatura, y el padre Pedro López, que daba buenas clases de Griego.

-¿Ya sabía comer bien entonces?

-Mi abuela y mi madre cocinaban muy bien.

-¿Qué estudiante era usted?

-Mediocre: bueno para lo que me gustaba y lo que no me gustaba lo despreciaba olímpicamente. Literatura y Latín, bien; Matemáticas, terrible.

-¿Salía mucho por Oviedo?

-Sí y al fútbol y por la Ascensión, en cuya feria vendían libros de baratillo y compré muchísimos, el primer Hemingway que leí, "Los asesinos", y aún conservo las "Historias extraordinarias" de Edgar A. Poe.

-En los verano volvía a Llanes.

-Al aislamiento endogámico de la calle Nueva, en la que se trataban entre ellos y las mamás y los papás eran amigos, lo que no quitaba que luego se criticaran unos a otros. Eran los que iban al cine a butaca, que era una diferenciación social.

-El cine tiene mucho que ver con su vida. ¿Desde cuándo?

-Desde muy jovencito, en el teatro Benavente. La primera película que vi era en color y salía una furgoneta y de ella un perro lobo. Mi madre me llevó a "Genoveva de Brabante" y lloró mucho.

-¿Cuándo empezó a apasionarle?

-Cuando vi "El hombre tranquilo", de John Ford ,y "El correo diplomático" y "Tres lanceros bengalíes", ambas de Henry Hathaway. En el cine del colegio ponían buenas películas en technicolor. Juan Cueto era el proyeccionista y cortaba las películas y vendía por cuatro perras los trozos donde estaban las piernas de Jane Russell. Yo era ayudante de proyeccionista.

-Quería ser escritor, un oficio que no se estudia.

-Por eso empecé Filosofía y Letras, creo que en 1963, al año de llegar Gustavo Bueno. Creí que me había librado para siempre de la Matemática y aquel año le dio por darnos Lógica Matemática. Terrible. Una decepción. Desde entonces mantuve con Bueno una relación cordialísima inalterable.

-Sus relaciones no han sido inalterables con todo el mundo.

-No. Hay mucho traidor en el mundo.

-¿Cómo hizo para aprobar Filosofía?

-Yo era un lector de Filosofía. Mi pandilla de los Dominicos tenía una muy buena relación con don Pedro Caravia, al que conocí por Vigil. Quedábamos los jueves en Casa Bango, hablábamos y nos pagaba el vino y el pincho, indefectiblemente de tortilla. Nos hablaba de Leibniz, de Wilhelm Dilthey, de otra clase de filosofía. Bueno se dio cuenta de que yo sabía de qué trataba el asunto aunque no iba por donde él iba. El primer año me suspendió. Yo no soportaba la Estadística. Pero, por un lado estaba mi primo y, por otro, Gustavo me caía bien por su actitud muy decidida contra el régimen. Entonces, todos pensábamos que Gustavo iba a hacer la revolución, que no hizo, obviamente. El segundo año aprobé por gracia. Dio un curso magnífico sobre los presocráticos, pero a las diez clases tiró hacia delante o hacia atrás. Pasaba de Heráclito al siglo XX, condensando toda la filosofía de manera poco académica. El tercer curso lo dedicó a Locke.

-¿Qué ideas políticas tenía usted?

-Desde el Bachillerato era antifranquista, supongo que porque mis padres eran muy partidarios y no me gustaban las procesiones, los desfiles y toda aquella leche. Influyeron mucho los Dominicos, que vivían al margen del franquismo, no aguantaba al Frente de Juventudes, y aquellas imbecilidades de pantalón corto y "Yo tenía un camarada" me parecían muy mal.

-¿Le habían dado mucha lata sus padres?

-No. Sólo recuerdo que mi padre me llevó a un acto de Falange en la lápida a los caídos en la parte oeste de la basílica de Llanes. Era invierno, llevaba las manos en los bolsillos, empezaron a cantar el "Cara el sol" y no levanté el brazo. Se me acercó un individuo de Llanes que se llamaba Fernando Noceda y me dijo: "Estás cometiendo una falta de respeto contra todos los que estamos aquí". Yo repliqué: "No, la falta de respeto la cometéis vosotros obligándome a estar aquí". Mi padre era de la CEDA, no era un fanático de Falange, pero luego todos se hicieron falangistas. Creo que llegó a tener hasta botas.

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