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El lío de las listas de espera

Deben ser un estímulo para mejorar la atención sanitaria, para hacer sólo lo que hay que hacer y hacerlo bien

Las listas de espera son un problema universal de los sistemas de salud. Cuando Beveridge convenció al ministro laborista británico para que a las pensiones y el paro añadiera cobertura sanitaria universal, su principal argumento fue el económico. Pensaba que, si bien en las primeras fases la demanda sería altísima, pronto, en cuanto se resolvieran los problemas de salud de los trabajadores, subempleados y parados, que hasta entonces no recibían adecuada asistencia médica y paralelamente se incrementara la prevención, mejoraría la salud de la población, la productividad y se moderaría la demanda. La salud de la población mejoró, pero hoy sabemos que la contribución del sistema sanitario fue menor en comparación con el beneficio del esfuerzo del Estado por asegurar un trabajo digno y seguro, educación, saneamiento base, vivienda higiénica y alimentación. Mientras tanto, la demanda aumentó y sigue aumentando. El problema de las listas de espera se hizo manifiesto.

Es fácil entender cómo se produce una lista de espera: la demanda supera la oferta. Para resolverla, los pacientes, familiares, agentes sociales y algunos políticos proponen incrementar la capacidad, adecuarla a las necesidades manifiestas. Si no hay un buen análisis previo podrían empeorar las cosas.

Hace unos años llevé a cabo un estudio motivado por una observación: en Asturias se realizaban 10 veces más TAC que la media nacional. Se correlacionaba con el número de dispositivos y de los profesionales que más los demandan. A más aparatos más pruebas, a más traumatólogos y neurólogos, más pruebas y más listas de espera. No había correlación con la patología. Aprendí lo que ya se sabía: la disponibilidad induce la demanda. Ya se había demostrado que donde más otorrinos hay más amigdalectomías se realizan; pues lo mismo para el TAC. Además, para mi sorpresa, donde más TAC se hacían también se hacían más RM, uno no sustituía lo otro. Por tanto, hay que tener cuidado con incrementar la capacidad sin tener en cuenta las verdaderas necesidades.

Pero, ¿qué son las verdaderas necesidades? Ésta es quizá una de las cuestiones de más difícil respuesta en salud. En Asturias se ponen tres veces más prótesis de cadera que en Canarias, ajustado por edad. Cuando comento esto con los traumatólogos me dicen que allí hay menos artrosis debido al clima, no hay relación entre humedad y artrosis, y que aquí se responde mejora a las necesidades, lo que puede ser verdad. Se podría argumentar que allí, debido al sol, hay menos osteoporosis y menos fracturas de cadera. Se ponen en España un 40% más prótesis por artrosis que por fractura, sin embargo en Canarias, que debería haber muchas más, ambas causas están igualadas. En Asturias se ponen 2,2 veces más por artrosis. La mejor explicación es que o bien allí no se atiende a toda la demanda o aquí hay un exceso de oferta. Pero no de traumatólogos, que es semejante. Sin embargo, se observa que el número de ingresos por traumatólogo es casi el doble en Asturias, así como el de intervenciones. Los canarios hacen un poco más de consulta. Como me decían los traumatólogos, aquí se trabaja más.

El caballo de batalla en este asunto está en cuándo y a quién colocar una prótesis de cadera. Un dilema que se extiende a multitud de intervenciones. Para intentar resolverlo constituimos un pequeño grupo de trabajo con traumatólogos en el que examinamos las diferentes formas de abordar el problema. Llegamos a un difícil consenso en el que mediante un formulario se decidía si el paciente era subsidiario de una prótesis. Un segundo formulario definía la urgencia de la intervención. Antes de comentar con el grupo las diferentes estrategias que se habían estudiado, conversé con los autores de los estudios españoles. Todos me dijeron que los formularios clasifican bien a los pacientes y que satisfacen a todas las partes. Pero que en ninguno de sus servicios de salud se había introducido. De manera ingenua yo pensaba que aquí ese problema no se produciría: el encargo era de la Administración preocupada con las listas de espera. No fue así. El trabajo quedó en el tintero. Lo mismo que un consenso para solicitar TAC y RM por problemas de columna, por citar otra de las importantes listas de espera.

Las listas de espera deben ser un estímulo para mejorar la atención sanitaria. Hacer lo que hay que hacer, sólo lo que hay que hacer y hacerlo bien. Necesitamos consensos y protocolos tanto de derivación de primaria a especializada como de indicación de la intervención. Y una gestión adecuada de las listas de espera, tanto en cuanto a la trasparencia como a la priorización y a la actualización. Y, sobre todo, liderazgo y compromiso por parte de la Administración. Sólo entonces se debe abordar el problema de la capacidad. Incrementarla en función de la demanda experimentada sería un error, pues no sólo puede inducirla, además la inversión en ese objetivo impide cubrir otros que pueden ser más beneficiosos.

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