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EDUARDO RÍU MORA | Jinete y preparador de caballos

"Hay caballos rebeldes y difíciles, cada uno tiene su carácter, pero son animales sensibles y con alma"

"Me rompí las clavículas once veces; los accidentes de hípica son como los de las motos, cuando te caes siempre aterrizas con el hombro"

Eduardo Ríu Mora, en La Cogolla (Nava), junto a "Contino", un caballo alazán de raza silla francés, de 6 años. laura caraduje

Eduardo Ríu Mora, "Dado", tiene la buena costumbre de entrar en el establo hablando. La cuadra donde guarda sus tres caballos, que son como un tesoro. "Jimena", "Contino" y "Karina", tres razas distintas, conocen su voz, lo intuyen con instinto sabio en la mañana, cuando Eduardo se acerca para reencontrarse consigo mismo. Él es él con sus caballos; sin ellos se queda a medias.

"Yo les doy algo parecido a los buenos días, les llamo por el nombre y ellos, que tienen oído fino, se relajan. Son animales sensibles y con alma. Llevo toda la vida con caballos y jamás me llevé una coz. A los caballos, mejor por delante y con cuidado, que son asustadizos".

El palacio de La Cogolla, en Nava, es una casa familiar, rehabilitada tras un incendio que hace una década la dejó poco menos que en el esqueleto. En ese complejo de piedra noble y campos verdes Dado tiene su vivienda propia -"herencia de mi padre"- y, según confiesa, ritmos vitales de jubilado al aire libre.

Por Oviedo en caballo. "Mi padre era militar, aprendió a montar en El Escorial y, ya en Asturias, nos transmitió la afición a mi hermano Enrique y a mí. Vivíamos en un piso en Oviedo, en la calle Fray Ceferino esquina a Nueve de Mayo. Yo acabo de cumplir 76 años, así que le hablo del Oviedo de mi niñez, por la década de los cuarenta. Una ciudad sin coches, no como ahora que no hay quien pare. La familia tenía una finca en el Naranco, por la zona de Fitoria, con prao y cuadras, en la que pasábamos los veranos, y yo bajaba a Oviedo a caballo. Teníamos una yegua blanca que se llamaba 'Centella' y que la utilizaba el casero para repartir la leche por la ciudad, porque teníamos algunas vacas. Bueno, no algunas, había un montón de ellas. Y yo, a caballo por la calle Uría. Cerca de Fray Ceferino funcionaba la fábrica de La Amistad, que era una fundición grandona, importante. Cuando había que dejar atados los caballos, siempre había donde dejarlos".

En las cuadras de La Gogolla, Dado Ríu Mora, delgado como una fusta, presenta a la joya de la corona en su particular reino ecuestre. "Aquí la tiene, se llama 'Doña Jimena', y yo creo que esta yegua me va a sacar de probe. 'Jimena' tiene un carácter increíble y puede llegar a ser muy buena, muy buena. Tiene cuatro años, que es una edad en la que ya se puede iniciar en concursos, pero le queda tiempo para desarrollar más. Corrió no hace mucho una prueba social, y muy bien, y ahora vamos a Luanco, con un jinete que se llama Javier Laruelo".

Y "Jimena" mira atenta y se revuelve un instante ante el primer click de la cámara, que la pilla de sorpresa.

Haciendo bolos hípicos por España. "Fui muy mal estudiante. Primero, en los Maristas, en la calle Santa Susana, y después crucé de acera y me matricularon en el Instituto Alfonso II, pero qué va... Es que yo soy algo sordo de nacimiento, y en aquellos tiempos los profesores se ponían negros conmigo. Acabé en un colegio pequeño que tenía el Loyola cerca de Fray Ceferino, pero los estudios nunca se me dieron bien, la verdad. Lo mío era montar, dejé de estudiar pronto y mi hermano Quique también, él llegó a cuarto de Bachillerato en el Auseva. Pero es que además mi hermano empezó a correr muy pronto por toda España, y yo con él, siempre acompañándole, con un camión alquilado y los caballos. Después compramos un remolque, y de concurso en concurso, durmiendo en hoteles de carretera. A mí aquella vida me gustaba. Y cuando ganábamos, más".

Enrique y Eduardo anduvieron por todo el territorio nacional y compitieron en concursos franceses. Formaban un buen tándem, una especie de compenetración con lazos de sangre. Eduardo, en la trastienda. "Yo siempre decía que iba de mozo de cuadra. Entrenar un caballo no es fácil, porque cada animal tiene su mundo, su carácter. Los hay más complicados, más rebeldes. Las yeguas suelen ser más repunantes... como las mujeres. Recuerdo un caballo que me tiró varias veces porque, téngalo por seguro, si el caballo quiere el jinete se va al suelo. Se llamaba 'Bogador', y yo al suelo y al suelo. Resulta que mi hermano se hizo con él y fue un caballo que ganó muchos premios".

-¿Le quedan huellas de las "batallas"?

-Que si me quedan... Me rompí las clavículas once veces. Así, una tras otra. Esto de los caballos es como las motos, cuando te caes lo primero que aterriza es el hombro. Una vez me rompí el brazo izquierdo de tal forma que me quedó casi desgajado. Pero aquí estoy.

Goyoaga y el caballo mágico. Eduardo Ríu Mora conoció personalmente a Paco Goyoaga, la gran referencia histórica de la hípica española. "Yo creo que el mejor caballo de saltos que he visto en mi vida era uno de Goyoaga, se llamaba 'Fahnenkönig' y era algo excepcional. Recuerdo que lo vi en Las Mestas, en Gijón; saltaba con una limpieza asombrosa. Goyoaga lo ganó todo, fue campeón del mundo en París, pero yo sigo diciendo que mi hermano Enrique fue de los mejores jinetes que ha habido nunca en España. A mi padre le tocó la guerra en el bando nacional. Era también abogado pero nunca ejerció. Se retiró de teniente. Mi madre, Josefa, era de Infiesto, su abuelo había sido abogado allí mucho tiempo. No la conocí, murió cuando yo tenía 2 años. Mi padre se quedó con tres hijos pequeños y después se volvió a casar. Del segundo matrimonio nacieron otras dos hermanas, Casilda y Consuelo".

Una nueva ojeada a "Jimena", la yegua en la que Eduardo Ríu Mora pone todas las ilusiones.

"Lo principal son los orígenes. El secreto para criar un caballo es elegir bien a los padres porque de malos padres no puede salir un buen animal, no es imposible pero es difícil. Eso es una casualidad que no hay que contar con ella. La madre de 'Jimena' corrió pruebas internacionales con el equipo nacional francés, y el padre fue un buen caballo que le compré al jinete Leonardo Medal, que es de aquí de Asturias. Me tocó una época en la vida en la que había concursos hípicos por todos lados. En Asturias, muchísimos. En La Felguera, Luanco, Pola de Siero y, por supuesto, Avilés, Gijón y Oviedo. En Oviedo, allí en San Lázaro. Hace tiempo que lo quitaron, una pena. En Gijón, el Concurso de Las Mestas es de lo más importante que hay en Europa. Este año un caballo mío, 'Contino', va a correr en septiembre una prueba de caballos jóvenes. De niños íbamos a los concursos de Oviedo y Gijón, antes de la generalización que surgió en los años sesenta".

-¿Cuánto calcula que puede llegar a saltar "Jimena"?

-Pues ahora mismo, alrededor de 1,40 metros. Pero no sólo depende del caballo, cuentan mucho las características del obstáculo y las piernas del jinete. Si las piernas aprietan, el caballo salta más. He visto caballos que podían bien con los dos metros de altura. Recuerdo uno que me llegó de Sevilla, un caballo complicadísimo. Acabó tirándome y rompiéndome las dos clavículas. Cuando lo controlamos fue de esos caballos de dos metros. Mi hermano Enrique sí que entendía de esto. Se dedicaba a comprar y vender; a veces se encontraba con caballos resabiaos, de ésos que parecen imposibles, pero él los mejoraba y les sacaba un buen beneficio.

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