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Los ocho asturianos que se la juegan en Río

Hockey, tiro, balonmano, piragüismo, atletismo, hípica y rugby son los deportes con representación asturiana en los Juegos Olímpicos, que comienzan el viernes cargados de dudas sobre la capacidad de Brasil para llevarlos a buen puerto

Los Juegos de Río de Janeiro serán los del nadador estadounidense Michael Phelps, olímpico por quinta vez; los del jamaicano Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo, que busca tres nuevos oros para llegar a los nueve en unos Juegos, o los de la española Ruth Beitia, que aspira a redondear su impresionante palmarés colgándose un metal en la cita más importante para un atleta. El único objetivo que le queda por cumplir a la cántabra. Pero difícilmente estas estrellas van a poder iluminar las sombras que acompañan a esta edición de los Juegos. Brasil, el país organizador, no vive su mejor momento.

Pocos podían imaginar en 2009, cuando el Comité Olímpico Internacional le concedió la sede a Río de Janeiro, lo que iba a suceder en los años siguientes. Brasil era entonces un modelo a seguir, un país que crecía exponencialmente. El país de Lula, un presidente que procedía del izquierdista Partido de los Trabajadores y que había instaurado un gobierno progresista pero que causaba menos recelos dentro la comunidad internacional que otros de similar color político, como en Venezuela el de Chaves o en Bolivia el de Evo Morales. Brasil aspiraba a compaginar el progreso social de sus habitantes más humildes con ser una gran potencia económica mundial. Habían nacido los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Las cinco grandes economías emergentes. Y en ese ambiente de optimismo el país celebró por todo lo alto la concesión de los Juegos. Brasil era el centro del mundo y se disponía a organizar primero un Mundial de fútbol, el que se jugó en 2014, y después los Juegos que están a punto de empezar.

Siete años más tarde de aquel fulgor, a una semana de que se encienda la antorcha olímpica, el optimismo se ha transformado en los recelos de un pueblo cabreado y decepcionado. El 50% de la población brasileña está en contra de la organización de la cita olímpica y el 63% piensa que traerá más perjuicios que beneficios al país. Una cita que arrastra un sobrecoste que ronda el 51% en una economía en profunda recesión. El PIB brasileño cayó un 3,8% en 2015 y en el primer trimestre de 2016 lo ha hecho un 5,4%. Por si fuera poco, Brasil está sufriendo la epidemia del virus del zika, que ha llevado a algunos deportistas a renunciar a acudir a los Juegos. También hay dudas sobre la seguridad en una época especialmente sensible por los ataques terroristas que están sacudiendo a Europa en las semanas previas al inicio de los Juegos. Otra sombra que planea sobre la organización son las instalaciones. Países como Australia y Argentina ya han puesto el grito en el cielo por el mal estado de la villa olímpica y por la precariedad de las habitaciones en las que han sido alojados.

Todo ello en un país que vive instalado en una profunda crisis política. Dilma Rouseff, la presidenta de Brasil, la sucesora de Lula, está suspendida de su cargo durante 180 días mientras se investiga un caso de corrupción en el que está implicada. En estos momentos el cargo lo ocupa de forma interina Michel Temer. El Gobierno teme que se repitan las escenas de contestación popular que ya se vivieron en el Mundial de fútbol de 2014. Entre los habitantes de la ciudad de Río de Janeiro se percibe indiferencia. Eso en el mejor de los casos. No hay banderas olímpicas colgadas de los balcones de las casas de los barrios populares en una ciudad que a mes y medio del inicio de la cita tuvo que decretar una situación de "calamidad pública" para conseguir 770 millones de euros procedentes de fondos federales para afrontar el reto olímpico.

Brasil ya no crece tanto

En septiembre de 2014 Brasil entró en "recesión técnica". Casi al mismo tiempo, la agencia de calificación Moody's bajaba de estable a negativa la calificación crediticia que otorgaba al país. La séptima economía del mundo empezaba a frenarse después de una de sus épocas más expansivas. Durante el gobierno de Inácio Lula da Silva, el país creció a una media del 4% anual. La crisis en Europa sólo les supuso un pequeño tropiezo. Entre 2004 y 2014 el paro descendió de un 13 a un 5% y el nivel de renta medio se elevó de 230 a 300 euros. Brasil vivía el sueño del oro. La herencia que ha quedado de todo eso es una inflación desbocada y un país que ha perdido la confianza en sus gobernantes.

El virus del zika

De todos los problemas que rodean a Brasil ahora que están a punto de comenzar los Juegos Olímpicos, el virus del zika parece el menos grave de todos. Una enfermedad de la que se sospecha que puede causar microcefalia en los bebés recién nacidos si la madre se contagia. Uno de los detalles que ayudan a que la epidemia no sea un peligro durante los Juegos es la fecha en la que se celebran. Hasta ahora no hay pruebas científicas que puedan usarse como referencia para estudiar esta enfermedad y se usa el dengue, una enfermedad más antigua, como parámetro para prever la contaminación del nuevo virus. En Brasil los casos de dengue se disparan entre enero y abril, meses de calor y lluvia idóneos para el mosquito. En cambio, agosto es en Brasil un mes seco donde la transmisión es menos común.

Obsesión por la seguridad

En Río de Janeiro se van a celebrar los Juegos Olímpicos con la mayor obsesión por la seguridad. Los atentados sufridos recientemente en Europa y la detención en los días previos de células de simpatizantes del Estado Islámico (EI) no ayudan a la tranquilidad. La respuesta de Brasil ha sido ocupar Río con militares. Las Fuerzas Armadas de Brasil son las encargadas de velar por la seguridad, con unos 22.000 militares entre las tropas del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. Todos patrullan desde el pasado 24 de julio por las calles de Río de Janeiro. A su disposición tendrán 12 navíos, más de 1.600 vehículos, 70 coches blindados, 28 helicópteros, cerca de 50 embarcaciones de pequeño y mediano porte y 174 motocicletas.

Las instalaciones, en entredicho

La incertidumbre sobre el estado en el que iban a estar las instalaciones al inicio de los Juegos se ha tornado en temor cuando los primeros equipos han entrado en la villa olímpica. La delegación de Australia decidió marcharse a hoteles al detectar problemas con la luz, la electricidad, el agua y el gas. Los australianos denunciaron haberse encontrado con "mucha suciedad". También Argentina se quejó de que de los cinco pisos que ocupan "dos no están habitables".

Y además, deporte

Los organizadores de los Juegos de Río esperan ocultar detrás del espectáculo deportivo todo este mar de problemas. El 5 de agosto tendrá lugar la ceremonia inaugural. Una fiesta de luz y color en la que las grandes estrellas deportivas destacarán por encima de un Brasil que llega muy decaído a su gran cita con el mundo.

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