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Arquitectura personal 1

Caza, lancha en Gijón y refugio en Andrín

"Me llamo José Antonio de la Fuente Fernández y nací en Oviedo el 4 de marzo de 1949. Mi padre era de Palencia y mi madre de Infiesto. Somos tres hermanos. Yo soy el pequeño. Mi hermano mayor vive en Gijón, es abogado, y mi hermana, que está jubilada, trabajó en Hacienda. Estoy jubilado de la Seguridad Social y sigo aquí en la clínica (en la ovetense calle Teniente Alfonso Martínez) haciendo alguna cosa. Nunca fui ni un deportista de élite ni un aficionado forofo (al fútbol). Entré en el mundo del fútbol, ya hace un montón de años, por casualidad. Estaba en el Sporting y en el Oviedo y, entonces, cuando iba al Oviedo me gritaban: 'Vete para Gijón, qué haces aquí', y cuando iba a Gijón me gritaban: 'Vete para Oviedo, qué pasa, no hay médicos que sean de Gijón y tiene que venir uno de Oviedo'. Es decir, estaba metido en un mundo que yo, en principio, desconocía, y me gritaban en Gijón y me gritaban en Oviedo. Estoy casado con una gijonesa y tengo cuatro hijos (Marta, Juan, María y Ana) y cuatro nietos, esperando el quinto para dentro de dos meses. Ninguno estudió Medicina; tengo una podóloga y una fisioterapeuta. Estudié en el colegio Loyola (escolapios) de Oviedo el Bachillerato de Letras y siempre quise hacer Medicina, y cuando fui a matricularme resulta que habían cambiado a Ciencias, en el sentido de que era una selectividad y un primero de Medicina donde había que estudiar Física, Química y Matemáticas, que yo no sabía nada, había estudiado Latín y Griego y me apasionaban los clásicos, no las Matemáticas ni la Química. Tuve la suerte de tener unos profesores que preguntaban en clase: '¿Salvo De la Fuente, hay alguno que no haya entendido nada?'. Yo levantaba la mano cuando preguntaban si algo no quedaba claro y a mí no me quedaba claro casi nada. Pasé un año horroroso por la selectividad de Ciencias. Soy de la primera promoción de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo".

-¿Qué recuerdos tiene del Oviedo de los años cincuenta?

-Vivíamos en Ciudad Naranco, en una casa vecinal, y de críos jugábamos allí a las canicas y subíamos al Naranco, arriba, donde los soldados iban a hacer tiro, y sacábamos lo que quedaba y lo bajábamos a vender a un chatarrero para sacar algo de dinero. Luego íbamos al cine, a cines que ya no hay, en la Argañosa, por ejemplo. Estudiaba en el Loyola, ya dije, y hacíamos Letras sólo seis, así que estábamos con los internos; éramos una gente un poco marginada, ya que el resto estudiaba Ciencias. Estudié becado".

-¿Por qué estudió Medicina, tenía algún antecedente en la familia?

-Siempre me gustó y no tenía antecedentes familiares. Siempre se me dieron bien los trabajos manuales y el tallar con las navajas y demás, y por eso me gustó la cirugía. Tuve la suerte de entrar en la antigua Residencia (la Residencia Sanitaria de Nuestra Señora de Covadonga de Oviedo) y el jefe de servicio era don José María López Porrúa, santanderino, que era un encanto como persona, un señor absolutamente serio y muy majo con todos. Y luego los otros jefes de servicio, pues también; entre ellos estaba Antonio Murcia, ahora jubilado, que después fue jefe del servicio en el Hospital de Cabueñes de Gijón, y el que está ahora, que es Gonzalo Acebal, que es el padrino de mi hija pequeña y muy amigo mío.

-¿Le resultó difícil la carrera, por lo de las Letras y las Ciencias?

-No, me resultó creo que entretenida, salvo el primer año de selectividad, que fue horroroso. La hice a curso por año.

-¿Por qué traumatología?

-La verdad es que no lo sé, posiblemente era una especialidad en la que había distintos tipos de lesiones, sobre todo en huesos, y a mí eso siempre me gusto, mucho más que la cirugía digestiva, cardiaca o tal... Siempre me gustaron mucho más las articulaciones. De hecho, hacía muchas guardias y curiosamente cuando nació mi hija pequeña yo estaba de guardia en la Residencia y el jefe, don José María Porrúa, me anduvo buscando y me dijo, 'pero bueno, que hace usted aquí, si acaba de tener una niña y está con su mujer en Maternidad y lo andan buscando'. Y le dije que tenía guardia y que las dos estaban en muy buenas manos. 'Haga el favor de marcharse de aquí', me contestó. El tiempo pasó rápido. Después de la Residencia pasé al ambulatorio (de la ovetense calle de la Lila) y allí estuve de médico ayudante del cupo de traumatología de varios especialistas, entre ellos don Eloy Rodríguez Valdés Santurio, que era una institución, y luego con Mario Hevia Moré, que era una persona entrañable y con el que trabajé encantado durante muchos años.

-¿Cuántos años estuvo en la sanidad pública?

-Todo el tiempo, cuarenta años. Y curiosamente nombraron director médico del ambulatorio a un médico de Mieres y al llegar vio que yo estaba como ayudante de cupo y dijo: 'Pero bueno, cómo dejan a este hombre operar'. Y le dijo a la secretaria que me comunicara que no podía volver a operar. Por eso, curiosamente, el último año que estuve en el ambulatorio de la Lila, en la Seguridad Social, no pude operar por orden del señor que estaba allí de director, quien en vez de presentarse y decir que le habían nombrado director médico y que allí estaba para lo que se le pudiera necesitar lo que hizo fue impedirme seguir operando, lo que llevaba haciendo treinta y nueve años. Es decir, curiosamente podía pasar consulta, pero no podía operar.

-¿Existe el miedo escénico cuando uno es un médico joven y usa el bisturí?

-Tienes la ventaja, como la tuve yo, de que cuando empiezas vas de ayudante hasta pasar a adjunto y luego pasas a jefe de sección o a jefe de servicio, pero el primer año vas de ayudante hasta que adquieres unos conocimientos y una experiencia quirúrgica, y entonces ya pasas a operar tú y a ayudarte otros. Previamente todo funciona en equipo y los casos se estudian. Cuando tienes un politraumatizado, que son los casos más graves, en general hay más gente; hablo de las guardias de los fines de semana, por ejemplo. Y los casos te da tiempo a estudiarlos.

-¿La mayoría de los politraumatismos son por accidentes de tráfico?

-Sí, y laborales. Trabajé en una mutua de accidentes de trabajo muchos años y operé a muchísimos mineros, y los accidentes en la mina son como en la construcción, muy graves. Luego también hice mucha medicina deportiva, pero no tuve operaciones complicadas.

-¿Hay que ser un tipo fuerte para ser traumatólogo y operar con esas herramientas, casi, si me lo permite, de chapista?

-No, hoy en día los anestesistas tienen un nivel muy alto y te duermen al paciente para que puedas operar relajado. La tecnología mejoró muchísimo; por ejemplo, en cualquier hospital la visión de imágenes a través de los escáneres y las resonancias te lo soluciona y te da una idea de cómo es el tema. Mejoró y mejora año a año.

-¿Qué recomienda a quien quiera estudiar Medicina?

-Lo que debe, primero, es pensar que está ahí no para hacer dinero, sino para atender a la gente, y no es lo mismo una fractura que otra. Es muy importante la cabeza de la persona, que es la que maneja esa lesión, que sea capaz esa persona de entender lo que le explicas. Y por parte del médico debe tener los suficientes conocimientos y tranquilidad para explicárselo en un lenguaje que entienda. Hoy día, por ejemplo, cualquier paciente que te llega a la consulta ya revisó por internet todo o ya un vecino le dijo que "eso ya lo tuve yo" y "no hagas caso" o "vete a tal médico que es amigo mío o que tal". Curiosamente, en el mundo del fútbol es muy corriente. Estás como médico o como fisio en un equipo de fútbol, se lesiona un futbolista y le explicas lo que ves, pero en un 90 por ciento de los casos se marchan a otro médico o a otro fisio.

-¿A pesar de la crisis, podemos considerar que en España aún tenemos de las mejores sanidades públicas del mundo?

-Sí, a nivel del punto de vista médico, sin duda, el problema es que es un gasto brutal y, luego, que los dirigentes sanitarios no siempre tienen el nivel que desearíamos que tuviesen; claro, en un porcentaje altísimo son cargos políticos. Concretamente, la persona que cité que estuvo de director médico en el ambulatorio de la Lila, en vez de hablar conmigo, presentarse y decirme: qué pasa, cómo es posible que lleves treinta y nueve años operando, mandó a una secretaria, que yo había tratado cientos de veces, a decir que yo no podía operar. Hay que tener un cierto nivel, no por ser médico también tienes que ser un buen director de cosas de las que no oíste ni hablar. Pero en el aspecto médico y de enfermería y demás, el nivel de la sanidad pública es muy bueno y se va a mejorar, el problema son los que manejan el asunto.

-¿Falta dinero?

-Claro que falta dinero, piense que en Asturias, concretamente, el 55 por ciento del Presupuesto se gasta en sanidad, y el 35 por ciento, en educación.

-Es que la región es un geriátrico...

-Claro, cuando yo estaba en el hospital y venía un paciente de 60 años decíamos: pero ese paisano con 60 años ¿qué quiere?, y ahora ves a la gente haciendo el Camino de Santiago con ochenta y pico.

-¿Es lógico que a una persona de 80 años se le implante una prótesis de cadera, por ejemplo?

-Sí, claro, es que el dolor duele, y te duele lo mismo con 8 que con 88 años. Lo que hay que hacer es valorar los riesgos, los pros y los contras de una operación.

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