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CARLOS LÓPEZ-FANJUL | Catedrático de Genética, experto en heráldica

"La ganadería asturiana se tendrá que reducir y la calidad de paisaje de Asturias sufrirá en consecuencia"

"Los escudos de los nobles asturianos tienen una presencia del verde más alta que en toda España porque ése era el color de los héroes de caballería"

"La ganadería asturiana se tendrá que reducir y la calidad de paisaje de Asturias sufrirá en consecuencia"

Carlos López-Fanjul de Argüelles (Oviedo, 1942), ingeniero agrónomo de formación, es catedrático de Genética por la Universidad Complutense de Madrid. Recibió en 2009 el Premio Nacional de Genética, el primer galardón que se concedió de este tipo. "Asturiano del Mes" de LA NUEVA ESPAÑA, recibe al periódico en su casa de Ribadesella, en un paraje que tardó dos años en encontrar y donde la vista disfruta, tras un giro, de la ría riosellana y de una esquinina de los Picos. El día es abierto y azul y la charla con López-Fanjul da para echar la mañana entera.

-Bueno, ¿de qué quiere que hablemos?

-Pues si le digo la verdad, no lo sé.

-Pues va a perder el viaje.

-Usted es un experto en genética, pero también en heráldica. Y quien le conoce dice que tiene vocación humanista, acumulación de saberes. Va en sentido contrario ¿Hoy la tendencia no es la ultraespecialización?

-No estoy tan convencido de que eso sea verdad. En esta vida por lo menos hay que saber de algo. Si no, ¿quién le va a pagar a uno? Saber no "tener idea". Pero luego se pueden dedicar los ratos libres a algo que entretenga más o menos lo mismo. Y a mí me entretiene mucho la heráldica.

-¿Por qué la heráldica?

-En el prólogo del libro de heráldica asturiana que fue premio "Alfredo Quirós" contaba que iba desde mi casa en Oviedo, en la calle Argüelles esquina Mendizábal, hasta el colegio de los Dominicos y en ese trayecto iba rodeado de edificios con escudo. Luego, la iglesia de los Dominicos, donde teníamos misa por la mañana y rosario por la tarde, también estaba llena de escudos. Aquello siempre me intrigó. Es divertido.

-¿Por?

-Por ejemplo, Asturias es la región donde más predominio tiene el verde de todo el mundo heráldico, que es un mundo que va desde Portugal hasta Hungría y desde Sicilia hasta Suecia. El verde figuraba un uno por ciento de los escudos de la época medieval. Era un color difícil de conseguir en telas de calidad. Las telas verdes siempre fueron malas porque se utilizaban tintes vegetales. La heráldica eran uno símbolos que usaba la gente cuando necesitaba un sello para autenticar documentos, porque no sabía firmar. En Asturias la heráldica, que empieza a principios del XIII, tuvo un desarrollo muy lento y empezó a expandirse a finales del XV y en esa época el verde era el color preferido por los héroes de las novelas de caballería. El héroe de caballería es el protagonista del amor, del esfuerzo, de la esperanza juvenil. Eso es lo que simboliza el verde

-Verde esperanza.

-Claro. Así iba vestido el Amadís de Gaula, incluso con una espada verde. Aquí empiezan a escoger escudos en ese momento tardío y la principal fuente de inspiración son los héroes de la novela. Y los héroes importantes iban de verde. En Asturias el porcentaje de verde llegó a ser entre el 10 y el 20%. En el resto de Europa y de España sigue en el 1 o el 2%.

-Un ignorante total en heráldica, como yo, hubiera dicho: verde a imitación de su tierra.

-No. Antes lo hubieran hecho en Irlanda. ¿No cree? No. La terminología heráldica medieval viene en buena medida de la terminología de los textiles. De hecho, cuando entra el azul en los textiles de calidad a finales del XIII en Europa, los fabricantes de tejidos de los Países Bajos pagan a los pintores para que en las pinturas murales de las iglesias los diablos sean azules, porque ellos vivían de la tintura roja. Todas estas cosas tienen una explicación materialista.

-¿Cuando le gente aprendió a firmar se acabó la heráldica?

-El sello desaparece a finales del XIV. La gente empezó a firmar, aunque sólo supieran firmar. Y parecía que la heráldica se iba a terminar. Pero no pasó eso. Fue todo lo contrario, se le dio el significado de una "marca de honor". Se suponía, aunque era totalmente falso, que los escudos eran una representación de alguna hazaña fabulosa hecha por los antepasados. Generalmente, tan remotos como para que no se pudieran investigar. Y esos símbolos había que interpretarlos a través de unas claves herméticas. Aquí, las claves herméticas no le eran tan familiares a la gente, así que decidieron representarse escenas de guerra o de caza, las dos ocupaciones fundamentales de un noble. Querían contar al que pasaba delante de casa que dentro vivía un noble. Qué mejor que poner una escena de caza. Las hay de jabalíes, de ciervos, de osos? O de guerra, con cabezas de moro, que era siempre el enemigo. Eso también es una particularidad de la heráldica asturiana y de las Asturias de Santillana, que empezó a utilizarse en la guerra de Granada, en las concesiones de escudos de los Reyes Católicos, se expandió mucho en el norte de España y luego en las concesiones a los conquistadores americanos. En este caso, seguían considerándose marcas de honor pero los antepasados ya no eran ficticios, reflejaban acontecimientos en los que el titular había participado. Y así pedían salir con el penacho de Moctezuma en la mano porque él era quien se lo había quitado, a caballo con unos indios pisoteados, o con un volcán, algo que los españoles no habían visto nunca.

-¿De todos los escudos que estudió cuál le sorprende más?

-Hay escudos que tienen su gracia. Por ejemplo, Pambley. Era una familia, supongo que sigue siéndolo, de Cangas del Narcea. Su un escudo, tal como lo describe Tirso de Avilés a finales del XVI era una roca con un río debajo, un castillo, unos árboles y en el río hay dos dragones que asoman la cabeza. Los dragones no existen y la gente de los pueblos tampoco tiene mucho contacto ni siquiera con los dragones de ficción. Entonces al tallista los dragones le parecieron cerdos y puso cerdos. Los Pambley en ningún momento se sintieron ofendidos. Lo que hicieron fue inventar una historia, diciendo que un antepasado suyo fue el primero que entró con Alfonso II en la toma de Astorga y lo consiguió porque vio un agujero en la muralla por el que salían unos cerdos. Los Pambley se hicieron un verso: "Esta torre y pino albar/ y esta cerda con su grey/ son las armas del solar/ de la casa de Pambley".

-Hablemos de su faceta profesional como genetista. ¿Hasta qué punto le preocupa la modificación genética de los alimentos?

-Hasta ninguno. No me preocupa lo más mínimo. El ser humano ha estado modificando genéticamente los organismos desde el Neolítico y quizá desde antes. Ha utilizado determinados animales como reproductores y no otros. O, en el caso de muchos vegetales, hace reproducción clónica: producir un nuevo vegetal idéntico a través de un esqueje es una cosa antiquísima.

-¿Y eso es torcer el rumbo de la naturaleza?

-Pero vamos a ver, ¿qué rumbo tiene la naturaleza? El ser humano ha estado modificando la naturaleza desde que ha podido. Si no, no nos hubiéramos podido arreglar para situarnos en la posición que estamos hoy. Todo lo que estamos viendo aquí (mira el paisaje de alrededor) no es producto de la naturaleza, es producto de la labor del hombre.

-Hay una cierta visión del ecologismo radical de que la naturaleza es buena y el hombre malo. ¿Qué opina?

-Bueno, que se suiciden y hagan algo en bien de la naturaleza. O que se condenen y vayan a una cárcel natural. Supongo que tendrían que comer hierba, porque no van a matar a un conejo para comérselo. Creo que eso no tiene sentido. Lo hay que tener es unos controles. Y los controles que se llevan a cabo actualmente respecto al consumo de organismos transgénicos son más rigurosos que nunca.

-¿No le da miedo consumir transgénicos?

-¿Por qué me va a dar si los genes además están cambiando continuamente? Continuamente se están produciendo mutaciones. Usted y yo, como poco, seremos portadores de tres o cuatro mutaciones nuevas y, como mucho de 50 o 60.

-Cierto. La mutación es el motor de la evolución

-Si no hay variación no hay más que la perpetuación de la situación anterior hasta que llega el momento en que eso se termina porque no es capaz de responder al cambio del medio. Yo he trabajado bastante sobre mutaciones de carácter complejo. Es el material sobre el que actúan las fuerzas evolutivas, el azar y la selección natural, y nadie me garantiza que si tomo huevos de aldea, la gallina que los puso no tenga una mutación que afecte a la calidad de la yema o algo parecido. Porque no lo va a mirar nadie, para empezar.

-¿A medida que vamos conociendo la genética humana caminamos hacia el determinismo? ¿En el momento de nacer ya tendremos escrito el destino?

-No veo por qué. La forma más sencilla de entender la genética es pensando que los portadores de unos determinados genes manifiestan necesariamente unas características, estén donde estén, les pase lo que les pase. Y eso es verdad, pero es verdad para unos pocos genes. Para los genes que se están utilizando normalmente en la experimentación genética, que está hecha con genes de efecto invariable y, a poder ser, grande. Muchas veces tan grande que el gen lo que produce en determinadas circunstancias es que el portador muere y en otras, no. Pero la mayor parte de los genes no funcionan así. Son los genes a los que yo me dedico. Me parecen mucho más entretenidos. Son genes que hacen cosas distintas dependiendo de la situación ambiental en que se expresen. Y esas cosas no se entienden bien hasta que a uno "lo muerden". En un experimento que hacíamos de selección artificial con el gorgojo del trigo para el aumento de producción de huevos, llevábamos 32 generaciones y habíamos pasado de 20 a 120 huevos. Pero nos dijeron que estábamos gastando mucho dinero en levadura de cerveza cerca molida. Cambiamos a una marca más barata y en la generación siguiente volvimos a los 20 huevos iniciales. Echamos las manos a las cabeza, volvimos a la marca de levadura de toda la vida y volvimos a los 120 huevos. Si me lo preguntan antes yo digo: ¿cómo puede importar que cambiemos la marca de la levadura? Ahí me di cuenta de la importancia del medio. Porque "me mordió". Los genes funcionan así. Se expresan en unos medios sí y en otros no. La influencia del ambiente para determinadas características es mucho más importante que la genética y para otras, no.

-Habla de la importancia del medio. ¿Somos conscientes de la relevancia de mantener hábitos saludables para evitar que esos genes que producen enfermedades se expresen?

-La gente cada vez es más consciente, al menos desde el punto de vista formal. Uno sale a la calle y pregunta: ¿es mejor tomar comida sana? Sí, dirán. Aunque quién sabe qué entenderán por comida sana. La dieta mediterránea. La mitad de los nacidos en 1932, al menos las mujeres, todavía andan por ahí danzando y yo dudo mucho que en Zamora en aquella época tomaran dieta mediterránea. Pero no hay diferencia en esperanza de vida entre provincias. Todo el mundo cree que hay una serie de cosas que son sanas y lo acepta. Otra cosa es que lo practique. En 1977 estuve invitado en la universidad de California cuatro meses y allí vimos mi mujer y yo por primera vez en la vida personas obesas por la calle. Quedamos pasmados. Desde hace quince años empezó a haberlos en España. Todo el mundo acepta las ideas sobre la salud pero la gente come comida basura, no hace ejercicio, fuma o fuma demasiado?

-Como ingeniero agrónomo, ¿cómo ve el declive del mundo campo asturiano?

-Está desapareciendo. Hace 25 años, había en Asturias unas 14.000 o 15.000 explotaciones de vacuno con un promedio de 6 vacas. Ahora tenemos prácticamente el mismo número de cabezas pero en 3.000 explotaciones. El aprovechamiento del territorio ya es completamente diferente. Todas las praderas altas no tienen mayor interés. Los animales que producen leche en una explotación de 200 cabezas ya no viven lo mismo que cuando la leche se producía esencialmente consumiendo pasto. La producción era baja porque con pastos no se pueden hacer producciones altas, pero el coste de los piensos compuestos en España y concretamente en Asturias para mantener producciones de leche alta no es rentable. ¿Qué pasa? El que antes tenía una cuadra pequeña tiene ahora un número mayor de vacas de carne. Pero eso lo hacen esencialmente personas mayores. Nadie va a empezar en el negocio. El mundo de la ganadería asturiana se tendrá que reducir y la calidad del paisaje asturiano sufrirá como consecuencia. Podríamos aumentar la superficie de bosques, pero aquí los bosques están completamente descuidados.

-Habrá que buscar otros cultivos, otra actividad.

-Si queremos seguir cultivando, claro. Pero para eso la agricultura tiene que ser rentable. Habrá que pensar en algo, Dios sabe qué. Hay soluciones parciales. No soluciones generales. La ganadería de leche era una solución general. Supongo que pueden surgir distintos tipos de aprovechamientos agrícolas que podrán suministrar un medio de vida a un número muy limitado de personas, pero un tipo de agricultura generalizado para Asturias ya es impensable.

-¿Cómo ve la situación política? Este gobierno que no llega, ¿le preocupa?

-Claro. Otra cosa es que no veo qué puedo hacer. Esto lo veo como una consecuencia más de un fenómeno de corrupción, incompetencia, intereses personales de partido frente a los generales, desidia y rechazo por una parte importante de la población a los partidos políticos tradicionales, que han demostrado que no son capaces de enfrentarse con ninguna situación más que la de su propia supervivencia.

-Este divorcio entre los políticos y ciudadanía, en otras épocas daría para una revolución.

-No necesariamente. La situación política es mala pero, a pesar de la crisis, da la impresión de que vamos todos, mal que bien, tirando. Hay mucha más gente perjudicada ahora que hace ocho años, pero hemos pasado periodos peores. Los últimos sesenta y primeros años setenta, desde el punto de vista de la economía creo que fueron mucho peores. Pero entonces había una política que podía ser ilusionante.

-¿Y ahora ya no?

-La que proponen los partidos tradicionales para mí, no. Pero también es verdad que suman como trece millones de votantes.

-¿Y cómo recuperar la ilusión?

-A medida que las cosas se hacen mejores, la ilusión de va perdiendo. Los héroes de la novela romántica lo eran en circunstancias de tensión. Había que enfrentarse a las fuerzas del absolutismo, o a alguna cosa por el estilo. La nivelación de la sociedad lleva consigo que esa lucha desesperada desaparezca. Uno puede aspirar a ganar algo más, pero ya está dentro de un sistema que no necesariamente marginaliza: dejan votar, si uno quiere irse a trabajar a otro sitio lo puede hacer... En ese sentido sí que vivimos mejor que antes pero a medida que uno vive mejor, aunque cueste trabajo reconocer que vivimos mejor, porque ni los banqueros reconocen que viven mejora ahora que antes, hay menos cosas por las que comprometerse, muchas ya la están logradas. Uno ya tiene menos cosas por las que luchar

-¿Pero siempre debería de haber algo por lo que luchar?

-Sí, pero es difícil convencer a muchos para que arriesguen porque en el balance, ya tienes más que perder. De todas formas, no soy un analista político y menos como esos que salen en las tertulias de televisión. La única vez que vi una que me interesó fue porque invitaron a un experto internacional. No sabían lo que hacían llevándolo allí.

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