La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ANA LÓPEZ MARTÍN | Escritora y exejecutiva de una multinacional de la música

"La industria del disco cuando yo entré era adrenalina y tensión, perdía kilos sin dieta"

"Me encantó conocer a los 'Rolling Stones', pero también el fichaje de Melendi por ser asturiano o contribuir al lanzamiento de Pablo Alborán"

Ana López Martín. ricardo solís

A una edad temprana en la que la mayoría de las personas empiezan o consolidan una carrera, la avilesina Ana López Martín (A. L. Martín para sus amigos lectores) ya había dejado atrás varios caminos profesionales y se disponía a afrontar el mayor desafío de su vida: cortar en seco con sus funciones como alta ejecutiva en una multinacional del disco, encerrarse y escribir. De eso hace cinco años y ahora, apenas pisados los 40, disfruta de las consecuencias de su decisión: su novela "El crucigrama de Jacob" se vende como rosquillas y ella tiene hambre de más.

-Avilés, 1974. Empieza su canción.

-Vivíamos los años del Avilés industrial, la ciudad se pasaba la mayoría del tiempo en una alerta roja por contaminación y la ría era un pozo negro de sustancias sospechosas. Yo la percibía como una ciudad encantadora. Teníamos una vida familiar y a la vez independencia propia. Mis recuerdos están en el Club de Tenis, deberes en la trastienda del comercio de mis padres, clases particulares y trasteando en las casas con mis grandísimas amigas de la infancia: Alicia Fernández del Viso, Ana Menéndez, Sara de las Heras y Patricia Casero. Los domingos no fallaba una quiniela de mi tío que completaba preguntándonos a mis primos y a mí (no teníamos ni 7 años): Valencia-Almería, uno, cero o equis? Creo que nunca le tocó ninguna?

-¿Cómo fue su experiencia en el Colegio Estilo y en el San Fernando?

-El Colegio Estilo era un sitio especial donde te enseñaban, te educaban y te formaban. Éramos como una gran familia, y al frente, buenos profesores. Mencionar a Mayte Ávila y a mi querida Marta, entre otros. No tengo más que alabanzas. Los mejores años. El San Fernando fue el salto de los 15 años. Lo viví de forma complicada, pero fue por la adolescencia, que me manejaba a su antojo. Académicamente hablando, también me encontré grandes profesores en ese colegio. Manuel y Gabino marcaron parte de mi trayectoria.

-¿Cómo era de niña?

-Mi madre siempre me ha dicho que era muy muy sentida y que no podían regañarme demasiado porque dejaba de hablar. Muchísimo menos castigarme. Nunca tuve ningún castigo. Eso sí... rebelde todo lo que uno se pueda imaginar y más. Lo compensaba con lo responsable que era. Sigo siendo igual.

-¿A qué se dedicaban sus padres?

-Mis padres tenían comercios en la ciudad. En 1974 había pocas tiendas de ropa de niños. La desaparecida Bambino, que dio lugar al sobrenombre con el que se conocía a mi padre, "Paco Bambino", y La Cigüeña. Copaban gran parte de su vida y tiempo. A mi educación contribuyó todo el entorno familiar, aunque los primeros años estuvo más en manos de mi abuela. Fui buenina hasta que cobré consciencia de ser un ente individual, que pensaba según su criterio. Si no entendía algo, era muy complicado que lo acatara.

-¿Qué quería ser de mayor?

-Nunca tuve ni idea... si me preguntas ahora, "generadora de historias que aporten algo a las personas".

-¿Qué olores la transportan a la infancia? ¿Y qué paisajes?

-El olor de los geranios. Mi abuela materna tenía un patio donde jugábamos lleno de ellos. El olor a mar. Cuando entro en Asturias por carretera lo percibo a kilómetros. Como paisajes favoritos de la infancia, los Picos de Europa y las calas de Mallorca. Mi padre nos hizo una casa en la zona de Santa María del Mar. Cambiaron los veranos de Mallorca y Málaga por la playa asturiana. Tenía unos 10 años. Me pareció bien. Todo me lo parecía. Cuando tenía 20 años falleció mi padre. Hay un antes y un después de ese momento.

-¿Su primer viaje al extranjero?

-Corría el año 1989 cuando, con mis 15, me fui con una amiga un mes a Inglaterra para aprender inglés. Uno de los mejores veranos de mi vida. Aprendí y descubrí muchas cosas.

-¿For example?

-Aprendí que el mundo es interesante, la cultura anglosajona, a interpretar la comunicación no verbal y, sobre todo, aprendí a caminar sin miedo sola. Los peores momentos... las despedidas, que de aquel entonces, sin redes sociales ni nada más que una dirección postal, se convertían en para siempre. Aún hoy en día es algo que no resisto emocionalmente.

-¿Su primer amor adolescente?

-Lo recuerdo con cariño, pero no lo traté como se merecía. Hace 25 años que le perdí la pista y, aun así, cuando me viene a la cabeza me dan ganas de buscarlo para disculparme. Tan sólo recuerdo su nombre. Se llamaba Fermín.

-Empieza en la Escuela de Ingenieros de Gijón. ¿Qué recuerda de aquella etapa?

-Lamento decir que bastante regular. Muy impersonal, desinterés del profesor hacia el alumno, pruebas dificilísimas sin sentido alguno... Recuerdo una vez que un profesor escribió un problema para una prueba de examen. Lo quiso poner tan difícil para que no lo resolviéramos que él mismo se equivocó en un paso y resultó que el problema no tenía solución. Lamentable. Aprendí que no quería esa educación.

-¿Cuándo se va a Estados Unidos?

-Corría el año 1996. Estaba cansada de dejarme la piel en aprobar exámenes y tener la sensación de no aprender demasiado. Mi padre falleció. Posé el boli, cogí la maleta y busqué otro camino. Me dio la idea un amigo. "Tú es que eres muy práctica", me dijo, "como los americanos", y esas palabras hicieron eco en mi cabeza como el repicar de las campanas. Elegí Saint Louis porque tiene sede en Madrid. Todo me parecía la bomba de la Universidad. El trato, el interés de los profesores, la mezcla de culturas y razas, los medios técnicos... todo. Al principio el idioma fue un dolor. Yo pensaba que sabía hablar inglés, pero no contaba con aspectos como el acento del profesor chino que me daba clase de finanzas. Pasé el primer año con el diccionario debajo del brazo.

-¿Qué le sorprendió de la sociedad americana para bien y para mal?

-Analizan muy bien las cosas, juzgan poco o nada al prójimo y tienen muy claras las ideas con respecto hacia dónde van. También ayudan mucho a los demás. Para mal, mencionar lo etéreas que son sus relaciones. Es como si estuvieran de paso en ese lugar del país y en ese trabajo. Pocos cultivan relaciones a largo plazo.

-¿Se sintió rechazada alguna vez por ser española?

-Rechazada no, pero a la hora de conseguir un trabajo estás a la cola de los americanos.

-¿La vida universitaria era muy distinta?

-Muy distinta. En las clases, la forma de evaluar, la manera de trabajar, la involucración o la manera de relacionarse. Un día caí enferma y no asistí a un examen. Lo notifiqué a la profesora y ésta me puso otra fecha para hacérmelo a mí sola, lo cual ya era todo un detalle. Cuando llegó ese día me preguntó: "¿Estás preparada? Si no es así, podemos cambiar de nuevo la fecha". Le dije que sí lo estaba. Pasé la prueba. Nunca olvidé ese gesto.

-¿Su primer trabajo allí?

-El tema de entrar en la rueda laboral en el Medio Oeste americano llamándose una Ana López es todo un reto. El último año de Universidad buscaba un trabajo en prácticas. Lo convalidaban como asignatura, te valía de experiencia y ganabas unos dólares. Sin embargo, tras enviar decenas de currículum no me llamaban. Acudí a la bolsa de trabajo de la Universidad y practiqué con ellos entrevistas para mejorar. La directora me vio tan buena disposición que me quiso ayudar con un consejo? y funcionó. Me mandó hacer una llamada. Ella quería que uno de los empleadores percibiese lo mismo que estaba viendo ella. Que iba a muerte a por esa primera oportunidad, así que no la iba a desaprovechar. El momento no se hizo esperar. Recuerdo las palabras del entrevistador. "No necesito a nadie más ahora, pero te voy a contratar igualmente". La compañía era Center for Emerging Technologies y ponía en contacto a proveedores de Saint Louis con la NASA. Mi madre decidió simplificar todo aquello en "creo que trabaja para la NASA". Recuerdo a mi hermana tras ella corrigiéndola abochornada.

-Y llega el "momento Washington".

-Washington DC fue una aventura. Me mudé por un cambio de trabajo. Vivía en Annapolis, una población costera donde tienen la mayor escuela de marines, la de la película "Oficial y caballero", sólo que por entonces yo ya tenía 27 años, ellos 18 y por supuesto Richard Gere no aparecía. Las primeras semanas fueron muy solitarias. Manejarse sola en el país del autoservicio por excelencia es un problema si eres una chica. Nada es fácil. Si compras un televisor grande, por ejemplo, el problema no es quién lo sintoniza y conecta los cables, que por supuesto yo. El problema es quién lo sube al primer piso del condominio donde vivía. La mayor parte del tiempo en esa etapa la pasé trabajando como una leona. Tenía mucho que aprender. También viajé a lugares como Nueva York, Miami o Nueva Orleans.

-Decide volver a España.

-Con un "basta". Tan radical como el que me hizo dirigir los pasos hacia esas batallas. Llevaba ya unos años fuera. Los americanos tienen 10 días de vacaciones y, contando con que pierdes dos viajando, tan sólo te deja la posibilidad de volver a España una vez al año o dos con terribles "jet lags". Hay un momento en el que ganar dinero no lo paga todo. Me pareció que era el momento de regresar. Tenía el título a por el que había ido y experiencia laboral.

-¿Cómo se engancha al mercado laboral?

-Otro dolor. Cada vez que me preguntaban por mi último salario debía hacer referencia al americano y, aunque explicaba que ésas no eran mis expectativas, quedaba descartada. Finalmente me contrató UPS porque traía experiencia de esa misma empresa en su sede americana.

-Entra en la multinacional del disco EMI. Un imperio.

-Un mundo aparte que no conocía hasta el momento. Es un estilo diferente de trabajar, dirigir o simplemente de funcionar. La operativa en la cadena de suministro de una discográfica es, o era, de las más tensas y complejas que conozco. Por ejemplo, se planificaba un lanzamiento de Amaral para una fecha. Todo el equipo se ponía a trabajar con esa fecha en mente, producto en tiendas, promoción de single en radios o comunicación en tele. En el plan ves que desde que finaliza la grabación hasta el lanzamiento del disco tienes dos meses y piensas: "Tenemos tiempo". Pero Juan Amaral (guitarrista) se corta en una mano. Esto retrasa la grabación, pero no podemos cambiar la fecha de lanzamiento por los compromisos adquiridos. Así que finalmente tienes tres semanas para lo que antes tenías dos meses. Cada dos por tres pasa algo similar, o al artista simplemente le falta inspiración y no puede crear. Es como mi eslogan de Whatsapp: "Cada día una aventura".

-¿Cómo era la vida musical entonces?

-Tensión y adrenalina. Cada venta era importantísima, así que fallar en algo era un soberano drama para los que tenían que dar la cara con la radio, El Corte Inglés o los fans del artista. Perdía kilos sin ponerme a dieta. Había grandes éxitos con más frecuencia que hoy en día y eso nos inyectaba dosis de moral cada vez que ocurría. También de vez en cuando había alguna anécdota que construía tu historia personal con sonrisas. Me encantó conocer a los "Rolling Stones" y asistir a su concierto, pero también el fichaje de Melendi por ser asturiano o contribuir al lanzamiento de Pablo Alborán. Ideas aporté, sí. En el año 2006 un compañero de marketing y yo creamos un nuevo formato al que llamamos "pack". Se trataba de incluir con el disco algún artículo valorado de merchandising para los fenómenos fan. Tuve que aprender sobre el campo de licencias y abrir nuevas líneas de proveedores. Fue un éxito. El producto se vendía solo si acertabas con el grupo y el momento. Por ejemplo, en el mes de estreno de "High School Musical" (diciembre) sólo había una camiseta en las tiendas que se podía adquirir con el disco. Era nuestro pack. Por aquel entonces ya tenía una cadena de suministro tremendamente ágil, y el que golpea primero golpea dos veces.

-Confiese algún error...

-Hace años Alaska ("Fangoria") no quería que la compañía lanzase un disco de éxitos "Alaska y Dinarama". EMI se empeñó en que sí y, obediente, puse la maquinaria en marcha. El CD iba tarde al mercado, así que como excepción determiné lanzarlo a tiendas sin revisar un ejemplar. El ruido empezó enseguida en redes. Nunca supe qué pasó en la imprenta: lo único que se podía leer en la portada era "Dinarama". Me contaron su cabreo monumental. Encima de lanzar el disco que no quería, lo lanzamos sin su nombre. Un poema.

Compartir el artículo

stats