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No sólo la piratería mató a Tower Records

Un documental sobre el imperio de tiendas de discos demuestra que la culpa de su derrumbe no se debió a internet, sino a su mala gestión

No sólo la piratería mató a Tower Records

Le echaron la culpa a la piratería. Al descenso brutal en las ventas de discos porque nadie los compraba cuando podían obtenerlos gratis en la red. Sin embargo, y aunque las descargas ilegales hicieron mucho daño, el estrepitoso derrumbe del imperio de las tiendas de música Tower Records no se debió exclusivamente al mordisco letal de internet. De hecho, el modelo sobrevive aún con gran éxito en Japón, donde la subsidiaria se separó a tiempo de la franquicia internacional para no ser engullida por el remolino del hundimiento. Lo que sucedió es que el colapso se produjo porque el modelo había crecido más allá de lo razonable, se hicieron inmensas inversiones imposibles de amortizar y cuando la crisis del disco se agudizó por las descargas, el gigante tenía pies de barro y los bancos no tuvieron piedad. Y empezó el principio del fin.

La intrahistoria de esta apasionante historia la cuenta el magnífico documental All things must pass: the rise and fall of Tower Records, que relata con pelos y señales a través de memorables documentos de la época y entrevistas con los principales protagonistas (especialmente el carismático fundador, Russ Solomon, que partió de la nada en 1960 con una pequeña tienda en Sacramento), en las que no faltan los momentos emotivos cuando se recuerdan los estertores de la compañía ni tampoco los rifirrafes entre los distintos modos de ver y entender el futuro del negocio. La expansión a treinta países en cinco continentes con 200 tiendas en todo mundo que tenían las puertas abiertas hasta medianoche murió de éxito, o mejor dicho, de la mala gestión del éxito. En 1999 había ganancias anuales de mil millones de dólares. En 2006 se produjo la bancarrota. Tower Records, como recuerda uno de sus más fieles clientes, Elton John, no sólo vendía discos. Era algo así como un gran hogar para todos los que amaban la música en décadas prodigiosas como los sesenta, y determinante incluso para lanzar las carreras de algunos músicos. Pero el excesivo endeudamiento llegó en unos tiempos en los que el público joven ya no estaba dispuesto a pagar un disco entero cuando sólo le interesaban una o dos canciones. ¿Cómo competir con lo que es gratis?, se preguntan en la película. Antes, se recuerda, la gente coleccionaba discos, ahora la colección de música está (pagando) en el iPad. Una de las conclusiones que apuntan algunas de las voces autorizadas que aparecen en el documental es que fue la industria la que empujó al consumidor a la piratería por seguir obligándole a pagar 18 euros por un álbum cuando sólo estaba interesado en una canción.

Por eso, y al hincharse el globo demasiado con una expansión desmesurada, la aparición del fenómeno Napster (un servicio de distribución de archivos de música considerado la primera red P2P de intercambio) fue el tiro de gracia. "Todas las cosas deben parecer" era uno de los lemas de Tower Records, así que su triste destino fue encajado con elegancia por su fundador, el mismo que proclamaba a los cuatro vientos: "No music, no life". Sin música no hay vida. Pero las decenas de tiendas que hay en Japón demuestran que aún quedan muchos aficionados que, como ocurre con los libros o los periódicos, sí están dispuestos a pagar por tocar su colección de música.

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