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Réquiem por el VHS, tan malo y tan útil

Las cintas del desaparecido sistema de vídeo permitían grabar y regrabar, pero su calidad de imagen era mínima y se atascaban mucho

Réquiem por el VHS, tan malo y tan útil

Se acabó lo que se grababa. Adiós para siempre, VHS, adiós. La empresa japonesa Funai Electric era la única que aún fabricaba reproductores de este sistema de vídeo que significó una revolución tras su nacimiento en 1976, aunque fue en los 80 y 90 cuando se convirtió en una presencia indispensable en millones de hogares. Del VHS de JVC siempre se dijo que era peor que el Betamax de Sony y mucho peor que el Vídeo 2000 de Philips, pero acabó ganando la batalla. Cuando llegó el DVD, las voluminosas cintas de VHS empezaron a caer en desuso por la diferencia de calidad abismal que había entre las imágenes. Sólo había que congelar un plano para darse cuenta de ello. Pero esa evidente mediocridad en los resultados era compensada por una gran ventaja: se podía grabar y regrabar sin necesidad de hacer un gran desembolso comprando un grabador de DVD. Y si se hacía comprimiendo la imagen, en una cinta podían caber dos o tres películas cómodamente. El problema llegaba cuando la grabación no era en directo, sino que se dejaba programado el aparato. Como las cadenas de televisión en España no eran precisamente puntuales a la hora de ajustarse a los horarios que se publicaban en los medios, lo habitual es que uno se pusiera a ver feliz y contento Centauros del desierto o Las uvas de la ira y se encontrara con un cuarto de hora de telediario o anuncios. Y salvo que se tuviera en cuenta ese error y se dejara un margen amplio para la grabación te podías encontrar con la desagradable sorpresa de que al ver Psicósis la película se cortara en seco justo cuando la madre de Anthony Perkins hace descarnado acto de aparición. Unos defectos que quienes conservaron un reproductor de VHS podían convertir en virtudes nostálgicas con el paso de los años, pues, aunque ver aquellas imágenes de colores desvaídos y pésimo sonido (mejoraba si eran versiones comercializadas, pero tampoco mucho) ya no era algo apetecible, sí podía disfrutarse del encanto de ver restos anclados en la memoria televidente: pedazos de partidos de fútbol de la época, fragmentos de programas famosos en su día, recuerdos de presentadores ya retirados o anuncios pasados de moda. Además, ¿a quién no le pasó alguna vez que la maldita cinta se enrolló en los cabezales y con un destornillador se intentó arreglar el desastre?

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