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El día en que Jason P. Howe vio su primer oso en libertad

El turismo de avistamientos de plantígrados es terapéutico: un corresponsal de guerra inglés viaja a Somiedo para observar al rey de los bosques asturianos y "limpiarse" de tantas imágenes sangrientas tomadas en Afganistán o Irak l "He recuperado la esperanza, el mundo ya no es tan feo", afirma

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Avistamiento de osos en Somiedo

Después de años retratando el horror de las guerras, el fotoperiodista Jason P. Howe necesitaba "limpiar" su mente. Dejar atrás los malos recuerdos de Colombia, Afganistán, Irak y el Líbano. Y encontrar algo en el mundo que le demostrarse que la vida no es sólo sufrimiento y miedo; también es paz y felicidad. Howe, inglés (Ipswich, 1971) y fotógrafo de conflictos bélicos, recuperó ese estado de plenitud en Somiedo. El pasado jueves vio por primera vez, desde el pueblo de La Peral, un oso salvaje. La población de esta especie, que estuvo a punto de extinguirse a finales del siglo XX, ha repuntado en Asturias. Hoy los avistamientos oseros constituyen un sector pujante dentro del turismo rural. Cuando Howe vio con sus propios ojos un plantígrado, dijo esto: "Ahora me siento mucho más optimista y he recuperado la esperanza. El mundo ya no me parece tan feo como antes. Estaba acostumbrado a la oscuridad".

Son las ocho y media de la mañana. El sol despierta poco a poco a un cielo ennegrecido. Howe y un grupo de unas quince personas clavan la mirada en la montaña de enfrente, La Penouta, a unos diez kilómetros de Pola de Somiedo. El silencio reina a 1.200 metros de altitud, donde el fresco invita incluso a ponerse el plumífero. "Esto es algo único y especial. Mi cabeza necesitaba un descanso y lo ha encontrado viendo osos en Asturias. Pienso comprarme una caravana y venir tres meses todos los veranos", afirma el corresponsal de guerra. Este fin de semana seguirá con su "terapia" personal en León en busca de lobos. "Me dicen que es mucho más difícil verlos que a los osos. Pero es que aquí, en Somiedo, no tuve ni que esforzarme. Fue llegar, poner el telescopio y encontrarme con el chollo", agrega Howe con una sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, su guía, Jorge Jáuregui, que dirige junto a Sofía González Berdasco la empresa Somiedo Experience, asegura que "normalmente no es tan fácil el avistamiento; hay que hacer una labor de búsqueda".

A través de los prismáticos asistimos a un documental en vivo y en directo. Se observan dos osos jóvenes, posiblemente un macho y una hembra hermanos. El que se deja ver más tiempo tiene el pelaje oscuro y desciende de la cima de La Penouta hacia una zona boscosa, llena de arbustos. "Va en busca del fruto de la planta 'Rhamnus alpina', popularmente conocida como aliso bastardo. En esta época del año los plantígrados se alimentan de ello hasta que tengan avellanas o castañas", detalla Juan Díaz, guarda de la patrulla oso de la Consejería de Recursos Naturales, que también asiste a la observación mañanera. El fruto en cuestión tiene un aspecto similar al arándano, pero su sabor es mucho más ácido.

Contemplar la especie más emblemática de Asturias en su medio natural es todo un espectáculo. Tanto por la emoción que despierta en el observador como por la cantidad de aficionados que se agolpan en los miradores. El turismo de avistamientos está hoy en pleno apogeo. Cada vez se registran más empresas y las que hay superan año tras año el número de visitas. "Este verano ha sido espectacular. Nos llegaron clientes de todas las partes del mundo: de Estados Unidos, de Holanda, de Inglaterra, del sur de España... Tuvimos hasta una familia china, de Shanghai", expresa Jorge Jáuregui. Gran parte de ese auge está relacionado con el aumento de la población osera en la Cordillera Cantábrica. Según el último censo aportado por el Principado, Cantabria y Castilla y León, se superan los 230 ejemplares.

La pareja granadina formada por Salvador Sánchez y Paqui García no se cree que hayan podido ver a dos de ellos. Pensaban que esa imagen que acompaña a los folletos promocionales de "Asturias, Paraíso Natural" estaba más cerca de la fantasía que de la realidad. "No nos lo esperábamos para nada. Y ha sido llegar y besar el santo. Sentimos una emoción enorme. Es como tener un escaparate de la naturaleza ante nosotros", dicen sin perder ni por un minuto el contacto visual con el monte. Salvador Sánchez presume de fotos: "Éste es uno de los osos que estamos viendo. Tiene dos 'manchitas' en la espalda, ¿las ve? ¡Ay! Y mire esta imagen qué curiosa: el animal está mirando directamente a la cámara. ¿No es increíble?". La imaginación en estos casos echa a volar más de lo necesario.

"De tanto mirar, muchos acaban viendo cosas que ni hay", sostiene entre risas Laly Pérez, guía de Wild Watching Spain. Su empresa ofrece avistamientos al amanecer y al atardecer, tanto en Somiedo como en Cangas del Narcea, por 90 euros el día. El teléfono no para de sonar. "Las mejores fechas para ver osos son en primavera, que coincide con la época del celo, y ahora, entre el 15 de agosto y el 15 de septiembre, que salen a comer. Este verano la afición aumentó muchísimo, sobre todo de extranjeros. Hay que pensar que, por ejemplo, en Inglaterra no hay casi mamíferos grandes. Entonces ya quedan alucinados con ver un rebeco, un corzo o un gato montés", agrega Pérez. No obstante, el rey de la observación sigue siendo el oso cantábrico.

"Para mí contemplarlo en la montaña ha sido espectacular. Siempre me ha llamado la atención esta especie. Y aunque en los Pirineos también hay osos, es muy difícil verlos y no son autóctonos como los de aquí", cuenta el barcelonés Jesús Felipe Álvarez. Opina que es "emocionante saber que la población cantábrica se está recuperando". Álvarez comparte telescopio con su novia, Julia Rivas, también entusiasmada con la experiencia. "Ver fauna en estado salvaje es precioso. Merece la pena madrugar", indica. La razón de ese "madrugón" es que, durante las horas centrales del día, los osos se cobijan entre la vegetación para huir del calor. Avistarlos a partir de las diez de la mañana es casi misión imposible.

El director del parque de Somiedo, Luis Fernando Alonso, insiste en la necesidad de guiar a los aficionados hasta puntos de observación, como el de La Peral, para "no molestar a la fauna y evitar encuentros que pongan en peligro a las personas". "Queremos evitar que los turistas se desperdiguen por el monte y que entren en zonas de uso restringido. En ello nos ayudan mucho las empresas. En cuanto ven a alguien en un lugar prohibido nos avisan", dice Alonso. Esa colaboración es clave en días como el viernes 26 de agosto. Marcos Simón, de la Fundación Oso Pardo, asegura que en La Peral se llegaron a concentrar más de medio centenar de personas. Y tiene como prueba varias fotografías en su teléfono móvil. En ellas se ve hasta a un padre acunando a su hijo de meses en brazos. "Es increíble la afición que hay", apunta Simón, que sigue con atención los pasos de los dos plantígrados de La Penouta, ubicados a unos 700 metros del punto de observación.

Esa locura por ver osos en Somiedo les ha cambiado la vida a muchos vecinos. La mayoría de ellos dicen que para bien. Es el caso de Sofía González Berdasco, de la empresa Somiedo Experience: "Los jóvenes tenemos ahora un negocio diferente del que tirar. Aquí la única salida antes era la ganadería". Esta somedana combina, no obstante, las actividades de turismo activo con su oficio tradicional: es pastora en Llamardal, donde tiene 50 ovejas. Precisamente por este pueblo discurre la ruta de la braña de Mumián, una de las más concurridas del parque natural. "A veces estamos en el mirador y vemos cómo un oso come a escasos metros de los paseantes. El plantígrado ni se mueve y la gente ni se entera", asegura Marcos Simón. Su testimonio demuestra que la especie ya entra en los pueblos. Hay constancia de que algunos ejemplares bajaron incluso hasta Castro, situado en la carretera general que comunica Pola de Somiedo con Belmonte de Miranda. Es una de las consecuencias del aumento de osos en Asturias, que de momento no ha provocado ningún conflicto. "Mientras no generen problemas, a mí los osos no me molestan", dice José Manuel Feito, ganadero en La Peral.

El guarda Juan Díaz asegura que los encuentros entre personas y osos serán a la larga inevitables si la población sigue recuperándose. "El plantígrado es un animal salvaje y se va a comportar como tal. Lo que tenemos que hacer es educar a la gente y concienciarla de que en caso de toparse con un oso hay que actuar con calma, nunca correr ni darle la espalda. Porque entonces activamos su instinto salvaje. Pasa lo mismo con un perro. ¿Qué hace si nos ve correr? Ir detrás de nosotros", reflexiona. Díaz narra con gracia su última aventura con un plantígrado: "Iba a tasar un daño, y, de la que subía por una loma, me encontré a un oso de cara a unos 200 metros. Los dos nos sorprendimos. Yo di pasos hacia atrás despacio y sin darle la espalda. Él debió de hacer lo mismo porque lo perdí de vista enseguida. Dejé pasar unos minutos y volví a subir. Bueno, pues otra vez estaba el oso ahí. Debimos de pensar los dos lo mismo". Entre risas, Díaz culmina la anécdota: "Di una palmada y el animal marchó espantado". Pero el desenlace pudo ser peor. Aunque en principio no son agresivos, el oso cantábrico no es el personaje de los dibujos animados de Yogui.

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