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El escritor siempre escribe

Gracia Noriega aseguraba que "el éxito consiste en poder hacer lo que uno quiere" y que él tuvo la fortuna de hacerlo siempre, pero lo que más practicó fue una escritura casi compulsiva, total

Ignacio Gracia Noriega. Laura Caraduje

Si hace justo un mes escribimos sobre el fallecimiento de don Gustavo (gran amigo de Ignacio), hoy lo hacemos sobre Gracia Noriega. Se nos va un gran articulista (como hay pocos) y un enorme escritor, con enormes conocimientos de diversos ámbitos, empezando por el literario y acabando por el político, pasando por el histórico, el cinematográfico y el gastronómico. Un hombre del Renacimiento. Fue un autor realmente prolífico, con una media de dos artículos semanales en LA NUEVA ESPAÑA. Era una firma imprescindible y de referencia del diario. Se le echará mucho en falta y, quizá ahora, se le empiece a valorar en su justa medida. Pero aun siendo un escritor que publicaba mucho, la obra que tiene publicada no es más que un porcentaje muy pequeño de lo que ha escrito, como él mismo nos contó en la última entrevista que se le realizó en LA NUEVA ESPAÑA. Allí nos decía: "Soy un escritor un tanto extraño. Mi obra inédita es mucho más importante que la publicada". ¡Cuántos cuentos habrá en esos cuadernos en los que tanto le gustaba escribir con estilográfica!

Ignacio esperaba tener buena salud hasta los 80 años, y ya a partir de esa edad poder empezar a pensar en escribir las Memorias (la edad en la que debe hacerse, según ha escrito en alguna ocasión). Lamentablemente eso no va a poder ser. Pero, en su caso, queda subsanado de alguna manera, ya que el lector puede hacerse una idea bastante certera de lo que hizo a lo largo de su vida, ya que en sus artículos a la par que describía los avatares de Oviedo (por ejemplo) y el ambiente político y social de distintas épocas también lo hacía de su existencia en ese momento.

Tuvimos la fortuna de poder ser algo así como el ayudante o el secretario de Ignacio en los últimos años. En los últimos seis preparó Gracia treinta libros de carácter ensayístico (una media de cinco al año). Más otros tantos volúmenes que tiene sin publicar, como decíamos, y lo que está disponible en su página web (ignaciogracianoriega.net). Todo este material es enorme y un archivo de gran interés para quien sepa apreciarlo.

Nos ha dejado un total de 33 libros publicados (desde "Asturias en pocas palabras", de 1980, hasta "Las burbujas de la tierra. En torno a William Shakespeare", aparecido en Cátedra este mismo 2016) y miles de artículos desperdigados por las más variopintas ubicaciones. Publicó en revistas de todo tipo, tanto de gran repercusión y prestigio como en otras más pequeñitas y locales. Para él, era indiferente. El oficio del escritor es escribir. Es lo que a uno le gusta hacer y lo que uno hace. Luego ya publicarlo va después. Y lo hizo en "Cuadernos del Norte", "Revista de Libros", "Revista de Occidente", "El Basilisco", "El Catoblepas" o "La Ilustración Liberal".

En esa última entrevista afirma Ignacio: "Escribí mucho, publiqué menos, bebí mucho vino, hice vida nocturna y lo pasé muy bien. Aunque ahora estoy pagándolo, de ninguna manera preferiría que me quitasen lo bailado", que inevitablemente nos retrotrae a Shakespeare.

Ignacio había tenido un problema de salud hace doce años, pero desde entonces acá había seguido con una vida normal. Fue en febrero (casi a la par que Bueno) cuando comenzó a acusar un catarro del que tardaba en recuperarse, y a partir de ahí todo fue complicándose. Sus últimas intervenciones públicas fueron hace un mes: primero con unas palabras en el funeral de Carmen Sánchez Revilla, esposa de Bueno, el sábado 6 de agosto de 2016, y luego en los Cursos de La Granda, el martes 9 de agosto de 2016, donde acudió a su habitual cita veraniega, dando una conferencia sobre Cervantes y Shakespeare. Como siempre, estuvo magistral, como se encargaron de señalar tanto el director general de los Cursos, Juan Velarde, como el director de ese curso concreto dedicado a Cervantes, que era Emilio de Diego. Hay que destacar que en La Granda se dedicó hace dos años, en 2014, una jornada a analizar la obra literaria de Ignacio Gracia Noriega, contando con el propio autor, y en la que participaron Santos Sanz Villanueva, Sosa Wagner, Juan Velarde y Salvador Gutiérrez (ya en 2009 la Universidad de Córdoba y la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid publicaron el volumen "Gracia Noriega, escritor", dedicado a su obra y que incluye cuentos suyos).

Aparte de la estima que la obra de Ignacio nos merece, tenemos que decir que despedimos a un amigo. Y como cantaba el argentino Alberto Cortez a finales de los sesenta (con moduladas posteriores versiones), "Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío". El tipo de persona que uno es (o ha sido) se podría calibrar por el número de amistades que posee o mantiene. Y a juzgar por la cantidad de personas que lloran la muerte de Ignacio, podemos decir que era un tipo excelente. Por supuesto, también tenía enemigos. Pero a la vista de quiénes eran tales, no cabe sino refrendar o apoyar el argumento anterior. Era además, como es natural, un gran conversador, y siempre atento a las necesidades de cada uno. Otras personas de más "rancio abolengo", que le conocían "de cerezo" (como gustaba decir el maestro Bueno), podrán corroborarlo.

Aunque éramos lectores de Ignacio con anterioridad, le conocimos en persona el jueves 4 de enero de 2007 en Noreña, tras una charla que mantuvo con José Luis Garci. Un par de años después, en noviembre de 2009, gracias a Gustavo Bueno Sánchez, pudimos comenzar a tratar a Ignacio, quien desde el primer momento se mostró afable y cercano e hizo (junto con su mujer, Covi) que en su casa de Sevares nos sintiésemos como en nuestra propia casa.

Tuvimos el honor de participar junto a Ignacio en una mesa redonda hace un par de años, en 2014, con motivo del centenario del nacimiento de Julián Marías, celebrada en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.

Un punto que nos unía a Ignacio era nuestra común pasión por el cine. Aunque Ignacio no acudiese a las salas desde hacía treinta años (en una ocasión le requerimos que precisase, si podía, cuál había sido la última película que vio en el cine y nos contestó que "El tren del infierno", de Konchalovsky, que en España se estrenó en mayo de 1986), seguía viendo cine en la televisión y en DVD. Era un amante del cine clásico (hollywoodiense: ¿acaso hay otro?), pero no desdeñaba a realizadores modernos, como alguno pueda suponer (le gustaba, por ejemplo, el cine de Tarantino). Y también estaba al tanto de algunas series televisivas, que le recomendaban sus amigos. Así, cuando en noviembre de 2015 pasamos por su casa junto con Daniel Guardiola, nos contó que estaba viendo "Boardwalk Empire", la serie producida por Martin Scorsese. Alguna vez le sugerimos que un auténtico cinéfilo como él debía escribir un libro sobre cine o seleccionar algunos de sus artículos sobre el séptimo arte ya publicados y compilarlos en un volumen (un capítulo de su último libro es sobre las adaptaciones shakesperianas de Orson Welles). Eso no llegó a cuajar. Tenemos que buscar una lista que le pedimos hace unos años de sus veinte películas favoritas. En realidad no nos entregó veinte, sino veinticinco y eran más bien lo que él consideraba un canon (la influencia bloomiana era evidente). A Ignacio le congratuló observar que coincidíamos en nuestras sendas listas en la película "Le trou" ("La evasión"), de Jacques Becker, de 1960, una de nuestras favoritas y, sin lugar a dudas, una de las grandes películas de la historia del cine.

Ignacio fue un gran gastrónomo, y de ello podemos dar cuenta desde el libro "Crónicas de la Cofradía de la Mesa de Asturias", de 1982, hasta su artículo de hace unas semanas comparando las fabadas de Casa Gerardo y La Máquina como las más prestigiosas de Asturias (y que nos perdone Casa Chema y otros tantos), pasando por "Sobre cocina y gastronomía", de 2009. La última vez que tuvimos oportunidad de compartir mantel fue el pasado sábado 30 de julio de 2016 en El Sastre, en Noreña, en compañía de Covi y de Gómez Fouz.

Gracia Noriega sabía muchísimo de literatura de viajes, pero no le gustaba viajar. Sus viajes eran de cercanías. Es decir, los que podías viajar durante el día pero regresar a la noche a casa para dormir. Esto quiere decir que básicamente se movió por la zona del norte de España, siendo un absoluto especialista en Asturias. Le encantaban los gatos, como sucede con otros tantos escritores. Era un hombre taurino, que disfrutaba de la Fiesta Nacional en Gijón y en Santander. Y que le gustaba fumar puros. No era precisamente alguien "políticamente correcto". De hecho, escribió muchas líneas contra ello. Estaba en contra de un excesivo entrometimiento del Estado en asuntos que no le pertenecen o incumben, y del afán prohibicionista que nos invade en los últimos años. Y todos esos pensamientos los escribía a máquina, al igual que otros escritores, como José Luis Garci o Javier Marías, o como su amigo Vidal Peña.

Hay muchas más facetas de la personalidad y de la obra de José Ignacio Gracia Noriega. Pero ni hay aquí espacio para hacerlo ni es el momento oportuno para realizarlo. Sirvan estas líneas de recuerdo. Un abrazo muy fuerte para su esposa.

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