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Arquitectura personal 1

Mecánico, empresario, directivo y coñón

-Nací el 20 de marzo de 1936 en Oviedo. Tengo 80 castañas. Soy del Cristo, de la parte media, que entonces eran prados hasta el campo de fútbol, donde nos colábamos. El muro era de ladrillos y los picábamos para poner el pie y subir hasta donde pudiéramos. "El Chato", encargado del campo, andaba detrás de nosotros a palo y tente tieso.

-¿A qué se dedicaban en su casa?

-Mi padre era panadero, encargado en un horno que había en la Silla del Rey. Se llamaba Segundo y era de Cabornio, La Manjoya.

-¿Y su madre?

-Belarmina, venía de Cangas de Onís, era ama de casa y trabajaba de asistenta.

-¿Cuántos hermanos eran?

-Siete. Yo, el primero. Viven cinco. Todos en Oviedo.

-¿Cómo se vivía en su casa?

-Me decían que cuando la guerra pasaron más miedo que el demonio por la aviación. Si oíamos ruido de motores nos volvíamos locos... creo que yo me metía debajo de una silla. Mi madre marchó para Francia conmigo y con mi hermana después de la guerra, sin familia allí, porque no había medios para ganarse la vida. No recuerdo nada. Sé que fuimos a Barcelona y luego a Francia y no sé cuánto estuvimos, unos meses. Mi padre quedó aquí solo.

-¿Qué ideología tenían?

-Mi padre era de derechas y mi madre, la pobre, de nada.

-¿Dónde estudió usted?

-En la escuela del Fontán. Al acabar, entré en Artes y Oficios, en la calle del Rosal. Quería ser mecánico. Estuve poco tiempo porque me exigían horas que no podía dar porque ya trabajaba en la calle Fruela, desde los 13 años, de pinche en la concesión de Hispano Olivetti. Me metió mi madre, que limpiaba las oficinas. Éramos seis. Yo era el críu, Manolín, y hacía los recados.

-¿Cómo le trataban?

-Bien. Era un concesionario de Gijón y nos tenían martirizados con la mala leche. Si un rayo derribaba un árbol en el Campo San Francisco nos decían: "Ya tenéis un árbol menos".

-¿Cómo era su padre?

-Muy miedoso porque tenía mucha responsabilidad: sacar adelante siete hijos requiere temple. Una vez me contó que estando de panadero llegó un grupo de hombres, no sé de qué lado, que acababan de fusilar a no sé cuántos y entre los fusilados estaba un primo de mi padre. Era tremendo.

-¿Cómo se relacionaba con usted?

-A partir de los 17 años paraba todos los días con mi padre y tomábamos un vino en el Calderón, en el Cristo. Ya era mayor yo y nos tratábamos de paisano a paisano.

-De paisano a paisano, ¿qué tal era el paisano?

-Dentro de lo que podía ser, estaba muy preocupado por que no nos pasara nada... por eso quiso que mi madre fuese a Francia, para librarla de los riesgos que pudiera correr aquí. Entonces no era ser de izquierdas o de derechas, era de uno con uno y tenías un enemigo...

-¿Tenía enemigos?

-No.

-¿Cómo era su madre?

-Una buenaza tremenda. Hay que serlo para tener siete fíos. No era de mimos, sino de mando. Para llevar siete hijos hay que sacar el látigo de vez en cuando.

-¿Y el ambiente en casa?

-Bien, salvo con mi hermana, la que me seguía. Nos llevábamos fatal porque me tenía que planchar las camisas y no quería.

-Como mayor, ¿tenía mando en plaza?

-Sí. Mi padre me dijo un día: "Ya no puedo hacer más, encárgate tú de ellos". Era por cansancio y porque no veía salidas. Yo hice la mili voluntario en Oviedo para no marchar. Entré justo, porque era el mayor de aquel reemplazo. Estuve todo el tiempo en el cuartel del Milán, hice cuatro o cinco guardias en todo el servicio e iba a dormir a casa todas las noches.

-Buena mili.

-Mi mujer, que entonces era mi novia, me llamaba al cuartel porque conocía al sargento y yo era el único que recibía llamadas y se ponía al teléfono. Como era mecánico de máquinas de oficina, trabajé en las oficinas y vendía materiales al Ejército.

-¿Cómo tal cosa?

-Los militares son igual que críos. Estaban haciendo un libro de armamento en el que nos empleábamos dos cabos, un dibujante y yo. No había fotocopiadoras y todo el material de multicopista lo vendía yo. El beneficio era para mí.

-Me está pareciendo que tuvo una juventud muy agobiada, trabajando, haciéndose cargo de la familia...

-Entre los mejores recuerdos de juventud que tengo son los de los coros y danzas de la Sección Femenina, de acompañante, eh, de acompañante, que cuando decías la Sección Femenina siendo un hombre... Iba a ensayar todas las tardes a partir de las siete y media o las ocho... Ahora veo que está todo unido. Mi abuelo era gaitero...

-Cuente...

-Mi abuelo era un gaitero muy conocido entonces, quizás el segundo, después del Gaiteru Libardón. Se llamaba Manuel Suárez.

-¿Y de nombre artístico?

-El gaitero Santa Clara. Era un gamberro, un elemento que estaba todo el día colocado porque al gaitero siempre se le invitaba. Marchó para Cuba y estuvo allí cuarenta años. Era el gaitero de la cerveza La Estrella y, si había fiesta, Manolo Santa Clara iba a tocar y a beber el tiempo que hiciera falta. Cuando se sintió caduco, a los 86 años, volvió. Vivió cuatro o cinco años más y como venían de toda Asturias a verlo cogía mangaes todos los días... No dio golpe en la vida.

-¿Dejó a la mujer y a los hijos aquí?

-Mi abuela Rosa, que era del Campón, donde los depósitos del Cristo, y mi padre fueron para Cuba y volvieron a los no sé qué años.

-¿Por qué?

-A mi abuela no le sentaba aquello o estaba hasta el gorro de él. Mi padre se casó aquí y mi madre cargó con todos.

-¿Su abuela fue importante para usted?

-Muy importante. Era una señora de muy buen porte, ojos claros, guapos, de trato muy agradable y que estuvo defendiéndome siempre, en contra de todos.

-¿Tenía que defenderlo mucho?

-No, yo era obediente.

-Pero esto venía de que a usted le gustaba bailar. ¿Cómo llegó a la danza?

-A través de las máquinas de escribir. Iba por las oficinas de la Sección Femenina, en la calle Toreno... había un león de piedra o de bronce... Esas rapazas, mayorcetas ya, me decían "Tienes que venir a bailar". Probé. Tenía 16 años. Fui bailín del pericote y del corri corri y lo pasábamos muy bien. Íbamos de viaje. Los rapazos éramos cuatro y les muyeres dieciséis. Teníamos más hierba que tená.

-Pero se segaba poco, creo.

-Poco, muy poco.

-¿Entró porque "xente d'Oviedo, tambor y gaita" o porque le gustaban las mujeres?

-Había de todo. Los de aquí nos respetábamos bastante, pero fuera de Asturias cada uno se defendía. Bailábamos por toda España. En 1959 bailamos en la Feria del Campo de Madrid cuando llegar allí en autobús era una odisea.

-¿Cuántos años estuvo?

-Cinco o seis años. Fuimos a buscar La Moreneta en Montserrat por encargo del grupo de catalanes de Oviedo. También conocí Zaragoza, Huesca, León, Santander... la mitad norte. Nos metían en unos autobuses tremendos. Una vez que íbamos a bailar en Valencia no pasamos el Puerto Pajares. Me dio mucha pena porque el conductor había comprado el autobús de chollo y le salió el chollo cojonudo. Aquella gente eran grandes trabajadores.... meterse debajo de aquel autobús porque perdía aceite.

-¿Hacía deporte?

-Sí, era del Frente de Juventudes y usábamos aquellas instalaciones del Cristo. Estaba al frente de ello Muñoz, cabo primera de la Policía, y luego su hijo. Probé a hacer tiro olímpico con Muñoz de monitor, pero muy poco. También hice un curso de boxeo, pero lo dejé después del primer combate por una bofetada que me dieron. Hice atletismo con Fanjul y probé el salto de pértiga. Casi me mato: caí de espalda y quedé sin aire. No volví. También corrí, pero era cagón, muy blando. El preparador físico era Manolo García, del Universitario, muy fuerte. Años después, el Ayuntamiento de Oviedo nos dio el "Deportista del año" a los dos, cuando él estaba ya muy malín. Era alcalde Gabino de Lorenzo. Lo mejor que hice, a los treinta y tantos años, fue ayudar al equipo del Cristo de fútbol regalándoles sus primeros chándales. Estaba Morán, que fue internacional.

-¿Cuándo conoció a su mujer?

-A mis 18 años. En el paseo José Antonio (hoy, los Álamos). Los paisanos íbamos por un lado y les muyeres por otru, de tal manera que nos cruzábamos. En uno de esos cruces me la presentó el Chuchu, José Luis, oficial de notaría que estaba con Caicoya. Me pareció un bombonín. Se llama María del Carmen y es cinco años más joven que yo. Era de la Argañosa. Salimos durante cinco años. Su padre era un hueso tremendo, que nos traía locos.

-¿Por qué?

-Era la niña mimada. Tenía un hermano que le llevaba once años y era la niña de la casa. Todavía se le nota hoy. Cuando empezamos no me lo puso difícil. La que quiso casarse fue ella. Me casé con 23 años. Soy un santu. Nos casamos en 1959 en una iglesia de unas monjas en la calle León y Escosura. Pasamos dos o tres años en casa de ella, donde nació la primera cría, Mary Carmen.

-¿Al casarse usted el resto de su familia quedó descabalada?

-No, los peores años ya habían pasado.

-Usted trabajaba desde niño en Olivetti. ¿Fue ascendiendo dentro?

-Cuando me casé ya era jefe de taller.

-En 1959 fue el Plan de Estabilización y vino una carestía brutal. ¿Le afectó?

-Tenía nóminas buenas. En 1962 ganaba 12.000 pesetas, que era mucho, en dinero de hoy, millonario. Llegué a ser jefe de taller de Asturias y León. Se vendían 30 o 40 máquinas de escribir, a plazos de seis meses, en un cuartel de la Policía Nacional. Compré piso en el Edificio de Cristal de la calle Ramiro I por 135.000 pesetas. A los seis años nos mudamos a Valentín Masip, donde sigo. Era una calle nueva, de casas altas, trazada pero sin asfaltar, llena de barro. Ya teníamos a las tres hijas.

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