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El futuro de la educación superior

"Todo alumno debería tener la oportunidad de estudiar en la Universidad"

Los estudiantes reclaman que se facilite el acceso y se mejoren las becas, pero son conscientes de que a veces la emigración es la vía para poder trabajar

"Todo alumno debería tener la oportunidad de estudiar en la Universidad"

Que la tasa de universitarios entre la población joven sea muy alta en Asturias no tendría que verse como un problema, dicen los propios estudiantes. Todo lo contrario. Tendría que ser un motivo de orgullo, porque ellos son el futuro. Por eso reclaman que se faciliten los medios para que todo aquel que quiera pueda acceder a la Universidad. Y que se tomen medidas para que la llamada "sobrecualificación" sea aprovechada por la región y no por otros países que acogen, mejor o peor, nuestra particular fuga de cerebros.

Hay numerosos motivos que mueven a los jóvenes a decantarse por los estudios universitarios. Algunos eligen una carrera siguiendo la tradición familiar, mientras que otros proceden de familias más humildes cuyos padres quieren que sus hijos tengan las oportunidades que ellos no tuvieron. Los hay que en tiempos de paro consideran que continuar formándose es la mejor opción para seguir haciendo currículum, mientras que otros tienen una meta fija desde el principio. Y también están los que nunca se han planteado las salidas de los estudios que están haciendo. Eso ya se irá viendo.

La vocación debería ser, según los estudiantes sondeados por LA NUEVA ESPAÑA, lo primordial a la hora de elegir un determinado camino. Para encontrarla, o saber interpretarla, los colegios e institutos juegan un papel importante. Son los docentes y los orientadores los que se encargan de asesorarlos. O deberían. A ojos de Xuan García Vijande y Aida Saiz Sanz, hay una falta de información. O desinformación total. "¿La gente estudia siempre una carrera porque le gusta o porque no sabe que hay otra cosa que también le podría gustar?", se pregunta García, estudiante de Derecho y presidente de la Sociedad Asturiana de Debate. "Estamos todos de acuerdo en que hay que guiarse por lo que más te llama la atención. Pero, eso sí, para saber lo que te llama la atención hay que informarse. Buscar donde tienes que buscar e intentar tener todas las cartas encima de la mesa y boca arriba", expresa Saiz, estudiante de ADE.

A veces, lo que ocurre es que los profesores de Bachillerato enfocan más a sus buenos estudiantes a que se decanten por los estudios universitarios y a los que tienen calificaciones más bajas, hacia la Formación Profesional. "Cuando nos orientaban, había alumnos que no daban el perfil o no habían dado golpe durante todos los años de instituto. A ellos los profesores los enfocaban más hacia una Formación Profesional", explica Rosa Braña. "En España hay más prejuicios con la Formación Profesional. Cuando alguien dice que va a hacer un módulo se ve como algo sencillo para entrar. En otros sitios, como Alemania, por ejemplo, dan mucha importancia a la Formación Profesional y a las salidas que tiene", explica Alejandro Plaza, estudiante de Telecomunicaciones.

No todos tienen en cuenta las salidas laborales de los estudios que eligen. La elección surge de la mezcla de las materias que les gustan en el instituto y el trabajo que van a poder desarrollar después. Braña estudió Magisterio por vocación. Plaza hace Telecomunicaciones porque desde pequeño siempre fue "muy de ciencias" y un profesor se lo recomendó antes que Informática. Lo mismo que a su compañero de curso, Borja Imaz, que no tuvo en cuenta las salidas profesionales, sino el gusto. Su otro compañero en la Delegación de Alumnos de la Escuela Politécnica de Gijón, Luis Manso, escogió estudiar en Gijón tras sopesar las salidas, la calidad del campus, el lugar donde se encontraba y, por supuesto, lo que le gustaba. Ahora es él quien asesora a los futuros universitarios. Cuando se acercan los meses de abril y mayo acude a colegios e institutos para orientar a los estudiantes de Bachillerato.

A la hora de entrar en una carrera muchos se topan con los "numerus clausus". En la mayoría de las cabezas de los estudiantes con los que habló este diario, el número limitado de plazas sólo tendría sentido si atienden a cuestiones de medios. "Creo que son necesarios porque no hay material para tanta gente. Si, por ejemplo, 500 personas quisieran hacer Medicina en cada curso no sería viable. Las prácticas no serían igual, las clases serían enormes. El número de alumnos dificultaría un poco la docencia", explica Estela Menéndez atendiendo a su carrera, Medicina. Jorge Fernández está en el sexto curso y es, probablemente, uno de los pocos estudiantes de Medicina que no están a favor. "En Medicina mucha gente los defiende. Está muy instaurado que es una forma de regular el mercado laboral, de tener luego unas condiciones de trabajo dignas. Se dice que hay muchos médicos por habitante. Pero yo veo que cuando dicen esto al final están teniendo una visión muy localista. En todo el mundo hay muy pocos médicos por persona. Y hay muy pocos lugares donde se forme personal sanitario". Para Fernández, no estaría mal que algunos de estos sanitarios se formen para después ir a países de África o de Asia, de los que Europa a veces se aprovecha sin dar mucho a cambio.

Desde luego, no están de acuerdo en que los "numerus clausus" sirvan para hacer una Universidad más elitista. Ésa no es una solución para ellos. Ni aunque les garantice tener después más opciones laborales. Por eso están en contra de algunos de los últimos movimientos que ha habido estos años en materia de educación. Por ejemplo, en becas. "El ministro de Educación -José Ignacio Wert- dijo aquello de que con ningún gobierno habíamos tenido un presupuesto de becas tan alto. Eso es mentira y es verdad al mismo tiempo", afirma Xuan García. El joven explica que en los últimos años aumentaron los criterios de exigibilidad de las becas. Aunque algunas personas sean susceptibles de tener una por los requisitos económicos, pueden después perderla porque no llegan a la nota de corte que exigen. García se pone de ejemplo a él mismo. Este año se quedó sin beca. Tenía que aprobar ocho de las nueve asignaturas que tenía. Pero la que suspendió era de nueve créditos. Así que no llegó al 90 por ciento de aprobados exigidos. "Yo creo que a mérito académico, premio académico. Si tú tienes unas notas muy altas y un expediente muy bueno me parece muy bien que te premien de alguna manera, pero no todo el mundo tiene que ser de 10", dice Aida, premio Fin de Grado de su promoción. Se quejan de que no se tengan en cuenta las circunstancias personales. "Todo alumno debería tener una oportunidad de estudiar. Ahora sí que hay gente que no puede porque la ayuda económica que actualmente se oferta es muchísimo más reducida que en años anteriores, y eso sí que se nota", apunta Estela Menéndez. "La Universidad pública tiene que garantizar que todo aquel que quiera estudiar pueda hacerlo", dice de forma tajante Lidia Freire. Lo que implica, también, tener la oportunidad de fallar.

¿De todos aquellos que sí consiguen estudiar una carrera universitaria, que tienen un máster o que, incluso, estudian un doctorado cuántos consiguen trabajar para lo que se han preparado? ¿O acceden a una beca predoctoral? Pocos, según los datos. ¿Son, por tanto, los jóvenes cualificados una generación frustrada? "Frustrada no sé, pero enfadada sí. Yo estoy muy enfadada", dice Aida Saiz. Saiz intentó encontrar trabajo una vez terminada la primera carrera, pero al ver que las oportunidades no eran muy alentadoras decidió seguir formándose. Ahora estudia Administración y Dirección de Empresas y da clases en una academia de inglés.

Otros deciden emigrar, ya sea dentro del país, a ciudades como Madrid, o fuera de España. Sólo para encontrar trabajo. "Pero hay que analizar en qué condiciones están. Yo perdí la cuenta de cuántas compañeras de Enfermería se fueron de España. Están trabajando en unas condiciones diferentes a las que tendrían aquí en un hospital público. Haciendo turnos infernales, labores de auxiliar de enfermería... Asumiendo responsabilidades y competencias que aquí no tendrían", afirma Lidia Freire. Para ellos, trabajar fuera puede ser una buena experiencia a veces, pero no debería ser una obligación. "En cualquier país del mundo, en el momento en que se empiezan a ir los jóvenes la gente se alarma", dice Jorge Fernández. "Y sobre todo se van los que están mejor formados", responde Aida Saiz. Y muchos de los que se quedan tienen problemas para independizarse completamente.

"La formación no es el problema. Lo es el modelo de la economía, la estrategia de estado que tenemos y el modelo productivo. Lo que hay que resolver es que se deje de hablar de tanta investidura y comencemos a hablar del problema que existe con la juventud", reivindica Jorge Fernández. "Cuanto más gente estemos estudiando más personas formadas habrá en el futuro, y eso creo que es positivo en cualquier aspecto. Todo el mundo debería tener la oportunidad de vivir la vida universitaria" dice Estela Menéndez. "Yo sólo espero que la juventud no nos vayamos y que nos quedemos para arreglar este país", finaliza Fernández.

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