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Belloch, el ariete desplomado

El papelón en el "caso Paesa" l El biministro de Justicia e Interior con el PSOE al que los "papeles de Laos" minaron sus aspiraciones aparece diluido en la película "El hombre de las mil caras"

Aventuraba el director Alberto Rodríguez antes del estreno de su película "El hombre de las mil caras" que al que fuera todopoderoso ministro del gobierno socialista Juan Alberto Belloch no le gustaría nada el retrato que se hace de él en su crónica de las bufonescas andanzas del espía Francisco Paesa y del ex director de la Guardia Civil Luis Roldán en el país de las pesadillas que fue España en los momentos más crispados del felipismo en el gobierno, cuando las portadas de los periódicos llegaban a los quioscos cada mañana con titulares de grueso calibre.

A otros testigos directos de aquellos años no les incomoda tanto la simpleza con la que el guión dibuja el personaje de quien dicen que soñó con ser el heredero de Felipe González -aspiración en la que coincidió en parte con otro juez, Baltasar Garzón, "víctima" también de la decepción engendrada en La Moncloa y posterior azote de sus antiguos aliados con la herida sangrante de los GAL-, como el hecho de que la película pase de puntillas sobre su influencia en los hechos narrados, sin profundizar en una psicología harto compleja.

De hecho, incluso los más entusiastas defensores de la película matizan que hubiera sido mejor hacer con tanto material explosivo una serie de televisión -al estilo de lo que suele hacer la BBC británica, seis capítulos dan para mucho- y así poder abarcar el enorme y por momentos caótico embrollo político-financiero-policiaco del caso, y que en la pantalla, en un conjunto sin duda brillante y de robusta narrativa, resulta a veces algo lioso precisamente por falta de desarrollo y exceso de síntesis.

Un poco de historia: el 14 de julio de 1993, Belloch había sido nombrado ministro de Justicia en el séptimo gobierno de Felipe González. En mayo del año siguiente sucedió como titular de Interior a Antoni Asunción, caído en desgracia tras la escapada esperpéntica de Roldán y que dejó a salvo su dignidad dimitiendo ante la virulencia de la tormenta. Le llamaban el "superministro" en algunos medios de comunicación. Pero no en todos. Otros se referían a él como el "cochero de Drácula", no se sabe bien si por su rostro afilado y agreste o por suponerle, mordazmente, labores de traslado del ataúd de su jefe.

Quienes adosan a una ambición desmedida a Belloch -antiguo militante comunista en la Barcelona tardofranquista, según Manuel Cerdán, autor del libro en que se basa la película- consideran que la ocasión la pintaban oronda y calva gracias a la estocada y fuga de Roldán. ¿Por qué? Felipe González, el hombre de las mil victorias en las urnas, no atravesaba su mejor momento, no ganaba para gustos y desayunaba sapos al vapor hirviendo cada mañana. Y una de las piedras más grandes que le llovían encima era, precisamente, la vergüenza nacional que protagonizaba el que fuera máximo mando de la Guardia Civil antes de descubrirse sus chanchullos. Un titular de muestra: "El patrimonio de Roldán se incrementó en 400 millones (de pesetas) desde que es jefe de la Guardia Civil". Y así todo.

En ese escenario tormentoso en el que el gran líder socialista empezaba a tambalearse, o, cuando menos, a no ver el paisaje como un jardín de rosas de tanto puño cerrado al acecho, un ministro que saliera ante la opinión pública como la persona que atrapó a Roldán podía acumular muchos puntos en su carrera política. Y todo con un trasfondo digno de una novela de espionaje del gran John le Carré. En algunas moquetas periodísticas se sostenía, sin pruebas que lo demostraran, que el vicepresidente Narcís Serra tenía otros planes menos plácidos para Roldán: silenciarlo antes de que pudiera irse de la lengua y poner en (más) aprietos al Presidente. ¡Traigan la cabeza de Roldán por un millón de dólares! Sí, en algunos mentideros se hablaba incluso del precio que tenía su muerte. La supuesta carambola de Belloch, sirviéndose de supuestos fondos reservados para pagar supuestas labores mediadoras de Paesa y forjar sus supuestas aspiraciones políticas, eliminaría de una tacada los dos obstáculos que le impedían llegar a la cumbre.

Fue una guerra de nervios. A Roldán, sabiéndose acorralado, solo le quedaba entregarse con los menos daños posibles, y Paesa, según cronistas de la época, pretendía el muy cuco ganar dinero con Belloch pero consiguiendo a la vez que el PP del aspirante José María Aznar le pusiera en la lista de favores a pagar. Nada de poner todos los huevos en la misma cesta.

La versión oficial de la detención de Roldán fue que se produjo en Laos y trasladado a España tras ser entregado en Tailandia. Todo muy exótico. Cerdán relató una historia muy distinta: "Roldán nunca estuvo en Laos. Hizo ver que se iba de París y a través de Francisco Paesa hizo creer que se había escondido en Laos. Pero Roldán estuvo todo el tiempo escondido en un piso de París". El 27 de febrero de 1995, Roldán era "entregado" en el aeropuerto de Bangkok (Tailandia) por un agente de Laos que era en realidad un vietnamita disfrazado. El guión se dispara(ta)ba. Roldán pensaba que era cierto el pacto para que solo pudiera ser juzgado por cohecho y malversación. Fue el primer engañado. Pronto llegaría el segundo. Belloch se asomó a las pantallas de televisión con semblante de estadista para narrar la operación como si de una película de acción se tratara. Cuando le preguntaron si hubo negociación previa, el doble ministro respondió: "El gobierno nunca negocia". Nada de pactos. Qué va. Tras la publicación al poco tiempo en un medio de comunicación de los falsos papeles de Laos, en los que las autoridades del país asiático se "comprometían" a entregar a Roldán a España pero que en realidad habían sido falsificados por Paesa, Belloch volvió a comparecer para rectificar y admitir que no sabía si Roldán se entregó o fue detenido. Vaya papelón. Y sus detractores sospechan que Belloch, aquel superministro que también supo lo que era convivir con la locura etarra y que un día tal vez se miró al espejo y vio reflejado a un futuro presidente del gobierno, pasó a engrosar las listas de quienes ven corrompido su sueño.

En una entrevista publicada hace dos años, Roldán aseguraba que el dinero que él tenía en una cuenta suiza fue a parar a las alforjas de Paesa sin que Belloch ni la Policía movieran un dedo para evitarlo: "No hay ninguna posibilidad legal, ninguna, de que puedan reabrirse las investigaciones. Está todo prescrito y perdido. Ya me lo dijeron en la Fiscalía hace cuatro años. No hay explicación posible para entenderlo, pero es así. Todo está archivado. También el delito de blanqueo. Paesa me engañó y se salió con la suya. Es lo que hay". Y añadía: "Y no sólo se contentó con todo ese dinero, sino que además cobró del Ministerio del Interior. Belloch le pagó 1,8 millones de euros, 300 millones de las antiguas pesetas". Para Roldán, Paesa era un hombre intocable gracias a un pacto con la policía española. A nadie, deducía, le interesaba su regreso a España y que se agitaran las aguas más turbias de las alcantarillas. Así que Roldán culpaba al Gobierno de González, es decir, a Belloch, de remover Roma con Santiago para proteger a quienes estaban detrás de los papeles de Laos, la farsa con la que Paesa convenció a Roldán para que regresara a España.

Hace dos años, el hombre al que sucedió Belloch, Antoni Asunción, daba su versión de los hechos: "Aquel embrollo de Laos acabó como tenía que acabar. El objetivo era encontrarle, obviamente, pero no me gustó que pactasen, hubiera preferido la detención directa del fugitivo. Paesa lo falsificó todo y así consiguieron que no se le imputara la malversación de fondos, un delito que no existía en Laos. Fue un montaje que no me gustó nada. Yo no lo hubiera hecho así, y de hecho planteé alternativas".

Epílogo: Después de cesar como ministro, Belloch se afilió al PSOE en 1996 pero sus aspiraciones ya no eran las mismas. Nacido en 1950 en Mora de Rubielos (Teruel), fue alcalde de Zaragoza durante doce años. La ciudad donde Roldán había nacido en 1943. Se dio de baja en el PSOE en 2015 para poder tomar posesión como juez de la Audiencia Provincial de Zaragoza. En 2002 se casó con Mari Cruz Soriano, periodista de radio y televisión y concertista de piano. Cuando le pidieron en una ocasión que dijera quién toca mejor el piano, si su ex colega en el gobierno Narcís Serra o su pareja, respondió que "Narcís lo toca bien pero no tiene nada que hacer con Mari Cruz, no hay ni comparación".

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