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Los dibus no siempre son cosa de niños

"La fiesta de las salchichas" manipula estética y personajes propios del cine infantil más inofensivo con contenidos de sexo y violencia

La salchicha y el pan, qué buenas migas.

Imaginen que unos padres despistados ven en la cartelera de un cine que proyectan una peli de dibujos animados (dibus, para los amigos) protagonizada por salchichas y con un título apetitoso para entrar en la sala con su prole infantil. La fiesta de las salchichas no parece un reclamo peligroso, otra cosa sería "La orgía de las salchichas salidas", que sí se acerca más al contenido que les espera. Y como no han leído nada antes sobre lo que van a ver ni se fijan en la clasificación por edades, entran tan panchos, compran panchitos (o perritos calientes, más apropiado) y se sientan dispuestos a pasar el rato con las locas aventuras de las salchichitas erectas, los panes de tierna miga y demás productos comestibles que nos podemos encontrar en un súper. ¿Será una variante de Toy Story con escapadas y grandes peligros? ¿Será algo parecido a Rebelión en la granja? ¿Será como cualquiera de esas maravillosas cintas de Pixar con casas que vuelan gracias a los globos? ¿Será, oh qué galletas tan bonitas, como S?? ¿Srek? ¿Schreck? ¿Shreck? ¿Shrek? Bah, qué importa. Quizá les extrañe un poco que no haya más niños en la sala y que los adultos que hay les miren extrañados. Y entonces comienza la función y el diálogo empieza a llenarse de palabrotas de esas que no se dicen, nenes, de duchas vaginales, de masturbaciones, de sexo pringoso, de asesinatos en plan gore de pobres tomates, de salchichas cortadas en dos con cara de dolor infinito, de ataques furibundos a las religiones y a la sociedad consumista, de mofas a costa de Dios(es)? Si a los diez minutos los padres no han huido despavoridos tirando de sus regocijados (o perplejos) hijos aún no saben lo que les espera al final: una orgía de proporciones XXL en la que?

La fiesta de las salchichas es apta para niños mayores de 7 años? en Suecia. Allí ya sabemos que tienen el listón de escándalo muy alto. En el resto del mundo, los chistes sexuales y ultraviolentos (vean, vean la huella de Seth Rogers en ellos) están más restringidos. En Estados Unidos tiene tatuada la temida R: sólo para adultos. Cine de animación para adultos siempre ha existido, y se estrena con relativa frecuencia, con historias, personajes y estilo marcadamente distintos a lo que puede ofrecer Disney o Dream Works. O Tadeo Jones, si nos ponemos localistas. Pero no es tan frecuente que se utilicen argumentos y estéticas propios de Pixar, por ejemplo, para darles la vuelta y buscarles las cosquillas eróticas o políticamente correctas.

Sin llegar a los extremos de la ya clásica El gato caliente (Ralph Bakshi, 1972), La fiesta de las salchichas juega más a la gamberradas de patio de colegio que a la provocación pura y dura, entre otras cosas porque los niños de ahora se desayunan con dibujos animados en los que se pueden escuchar mensajes que harían desmayarse a Heidi y harían revolverse en su (¿leyenda urbana?, ¿cuento chino?) cápsula de hielo a Disney, ese señor al que algunos no le perdonan haber llenado de pesadillas y fantasías alienantes su infancia. En cualquier caso, La fiesta de las salchichas tiene una gracia bastante limitada y, una vez superada la primera fase de sorpresa por las burradas, empieza a declinar hasta volverse soporífera y repetitiva. Sólo el delirante desenlace orgiástico vuelve a alegrar una película que no deja de ser una sucesión de chistes para soltar risotadas en grupo. Prueben a verla en solitario y verán cómo no les hace tanta gracia la desgracia salchichera.

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