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Asturias, camino de la "mediterranización"

El cambio climático es una evidencia científica: los expertos prevén temperaturas más cálidas, menos lluvias invernales, pérdida de biodiversidad y fenómenos meteorológicos extremos

El río Narcea Miki López

Las playas de San Lorenzo (Gijón) y Salinas (Castrillón) figuran entre las que podrían desaparecer, cubiertas por el mar Cantábrico, en un corto plazo de tiempo si la subida del nivel de los océanos continúa la progresión de los últimos años: quince centímetros en seis décadas, según el estudio hecho público el pasado día 17 por el Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria en un acto celebrado en el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea). Más preocupante incluso que la pérdida de áreas playeras es que, según la estimación que realizan los autores del citado estudio, grandes áreas pobladas de concejos como Ribadesella, Navia o Muros de Nalón quedarían anegadas obligando a dejar sus actuales viviendas a cientos de familias.

Noticias como la anterior, relacionada con los efectos del cambio climático, saltan cada mes a la primera plana del periódico. Sólo entre junio y septiembre de este año, LA NUEVA ESPAÑA informó de la preocupación de los biólogos por el fallido plan de recuperación del urogallo, una especie totémica del Principado en vías de extinción que ahora suma a sus muchas amenazas la dificultad para que los pollos alcancen la madurez por los fuertes contrastes de frío y calor; del peligro que entraña para la seguridad alimentaria del ganado autóctono la proliferación de enfermedades procedentes de otras latitudes que afectan a la fauna salvaje -con el consiguiente riesgo de contagio- o son transmitidas por animales como el mosquito tigre y la garrapata, entre otros; y de la advertencia de los expertos en meteorología sobre el aumento de la frecuencia con que Asturias se verá afectada por lluvias torrenciales que producen inundaciones, como las registradas en Gijón y Avilés hace un mes.

"No es una cuestión sujeta a debate: el cambio climático es una evidencia científica", vienen a concluir, cada uno con mayor o menor énfasis los investigadores asturianos Ricardo Anadón, Florentino Braña y Miguel Ángel Álvarez García, los tres participantes -y el primero coordinador- del primer y de momento único informe exhaustivo realizado en Asturias para determinar el impacto de este fenómeno en la región. Anadón, al que sus colegas conceden el título honorífico de "la mayor autoridad asturiana en materia de cambio climático" echa la vista atrás y evoca la época de los años setenta del pasado siglo, cuando su interés por esta cuestión le convertía en un "bicho raro" -dada la poca credibilidad que entonces merecía el asunto- y algunos suspicaces le acusaban de aprovecharse de "una moda".

El catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo y miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) fija una fecha, el año 1995, como el momento en que dejaron de sembrarse dudas sobre la existencia de un cambio climático en marcha:_"El peso de las pruebas, de las evidencias, era ya irrefutable y quien más, quien menos, pasó a tener la certeza de que el clima está cambiando".

La observancia del cambio climático en curso va calando en la gente hasta el punto de que forma parte inconsciente de las conversaciones cotidianas. "Cuando alguien comenta lo poco que ahora llueve en verano o la ausencia de heladas invernales está describiendo, sin darse cuenta, una situación que la ciencia avala con tablas estadísticas: en los últimos 50 años se han registrado cambios altamente significativos de temperatura y precipitaciones, con el añadido de que cada década reciente depara unas modificaciones más extremas que la anterior; es decir, se trata de un proceso acelerado", explica el biólogo Miguel Ángel Álvarez, que adquirió una alta especialización académica en ecología durante los 42 años que estuvo vinculado a la Universidad de Oviedo.

Álvarez ha acuñado el término "mediterranización" para describir, de la forma más visual posible, el proceso climático en el que está inmersa Asturias: "Inviernos menos crudos, un aumento generalizado de las temperaturas más intenso en el ala oriental de la región que en la occidental, menores precipitaciones estivales y un aumento de la temperatura media del agua del Cantábrico; así mismo, colonización del medio natural por especies invasoras propias de un clima más cálido: una ´mediterranización´ en toda regla".

Ricardo Anadón llama la atención sobre el efecto dominó que tendrá para Asturias, como para el resto de territorios del planeta, el imparable cambio climático: "Las consecuencias del calentamiento del planeta serán graves si se toman medidas que al menos permitan cumplir los objetivos de la Cumbre del Clima de París (evitar la superación de una subida media de la temperatura de 2 grados e intentar limitarla a 1,5 grados en este siglo) y gravísimas en el caso de que se incumplan.

Pensando en Asturias, nos enfrentamos a la penetración de lenguas de mar en amplias zonas de la costa, la transformación o pérdida de los hábitats naturales de la región (por ejemplo, amplias zonas de pastoreo), a cambios drásticos de los ecosistemas marinos (perceptibles ya en las colonias de algas y en el comportamiento de los peces pelágicos) y a la sucesión de fenómenos meteorológicos extremos: sequías, episodios de fuertes vientos lluvias torrenciales...". A juicio de los expertos aún es posible reaccionar, tanto desde el plano ciudadano -"cada pequeño gesto en favor de la ecología cuenta, ya sea procurar tener un hogar energéticamente eficiente o moverse en bicicleta", subraya Anadón- como en las esferas gubernamentales; el histórico acuerdo de París de 2015 que fijó el primer compromiso de lucha universal contra el cambio climático es un ejemplo de lo segundo que ha valido a sus promotores el premio "Princesa de Asturias" de Cooperación Internacional entregado el pasado viernes en Oviedo.

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