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"Tres", el mejor legado de un hijo que pudo recibir Raquel Montila

Miguel Alberto, "Bertín" en casa, no le pudo dejar mejor regalo a su madre antes de morir. Raquel Montila recuerda cada día a su único hijo en los ojos de "Tres", un Yorkshire terrier inquieto "y mal comedor". Dos kilos y trescientos gramos de puro amor, administrados con ladridos de queja cariñosa. "Es mi mejor amigo, mi compañero, sólo le falta hablar conmigo", afirma esta mierense, de 81 años, muy conocida entre los vecinos porque siempre va con su pequeño de cuatro patas. Es casi imposible que se separen: ni en el banco, ni en la panadería, ni en misa. "Tres" es un feligrés más en las iglesias de El Convento y Santa Marina, los dos templos que frecuenta Raquel Montila.

Su relación empezó con dudas. Raquel Montila había tenido otro perro, "Tom", que murió de una forma muy trágica. Ella no podía estar con su mascota todo el día, ya que trabajaba a turnos en el hospital Álvarez Buylla. Lo dejó en el pueblo de su madre y un vecino, recuerda aún acongojada, "lo mató de una patada". "Muchas lágrimas me costó aquel disgusto", añade. Así que no estaba segura de querer otra mascota. Pero su hijo, "el mi Bertín", trajo a casa a "Tres": "Le pusimos ese nombre porque era el día 3 del mes. De cachorro era buenísimo. Y sigue siéndolo, pero protesta un poco de vez en cuando".

"Tres" empieza a ladrar cuando la escucha. Está en la puerta, viste abrigo y quiere salir. Pasear y estar siempre con Raquel Montila es lo que más le gusta al pequeño Yorkshire. "¿Ves? Esto es porque estábamos preparados para salir y porque no le gusta que haya gente en casa", ríe Montila, mujer fuerte a la que la vida no ha tratado del todo bien. Se quedó sola cuando su único hijo era pequeño, tuvo que trabajar duro. Vivió la precariedad laboral, "tenéis que saber los jóvenes que eso no es de ahora", hasta que consiguió un empleo estable en el hospital.

La fidelidad de "Tres" es su bien más preciado: "Casi lo único que tengo". "Él siempre está, por eso no soporto cuando la gente trata mal a los animales. Una vez discutí a gritos con una señora que se quejaba de los perros, le dije 'si fuéramos todos un poco más perros, merecería la pena vivir en este mundo'. Agachó la cabeza y no me dijo nada más". Raquel Montila se agita un poco contándolo y "Tres" va a cobijarse entre sus piernas: "Me entiende, me comprende y le cuento todo".

Como hacía esas largas noches que pasaron los dos en vela, cuando falleció Alberto. "Le echo de menos cada día pero esto, lo pequeño de la casa (señala entonces a "Tres"), me da mucha vida", afirma. Tanta que, a veces, es el único ancla que la mantiene en tierra: "Hace unos meses estuve malísima y, una noche, pensé que lo mejor que me podía pasar era morirme. Pero luego me acordé de "Tres" y lloré, porque no le quiero dejar solo". Al día siguiente llamó a su amiga Ana, que se ofreció a quedarse con el perro si algo malo pasaba: "Pero me dijo 'no pienses esas cosas, ¿eh, Raquelina?'".

También la llaman Raquelina en la clínica veterinaria El Caudal, que tiene justo debajo de casa. Y la quieren mucho: "Vive por el perrín", afirman. Raquel Montila reconoce que, a veces, "me pongo un poco pesada porque come tan poco que me parece que se va a morir de hambre. Le compro de lo mejor, lo que quiera, pero pasa días comiendo como un pajarín". El veterinario ya le ha dicho que no se preocupe, que el Yorkshire está muy bien cuidado. "Tres" acaba de cumplir quince años. De todo este tiempo, Raquel Montila no puede escoger un momento: "Es todo, cada minuto que paso con él". Teme llegar un día a casa y ver que su amigo no está, así que van juntos a todas partes. En las tiendas del barrio es un cliente más y mira atento cada pan, como decidiendo cuál será el mejor para Raquel. También en la iglesia: "Yo lo dejaba a la puerta, hasta que el párroco me dijo que podía entrar, que también podía escuchar la misa".

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