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La osteoporosis

No estoy muy seguro de que la osteoporosis sea una enfermedad. No se produce, excepto si acompaña a un problema médico, por un desarreglo fisiológico; es consecuencia de nuestra propia biología. Perdemos calcio al igual que perdemos pelo, neuronas, fibras musculares y tantas otras cosas mientras envejecemos. Los hombres, de manera más lenta que las mujeres, en las que la menopausia establece un antes y un después. Hasta ese momento están protegidas de las enfermedades degenerativas que ya se habían empezado a cebar en los hombres, pero con la pérdida del baño hormonal se produce un declive fisiológico que se manifiesta no sólo en la osteoporosis, también en el mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, algún cáncer y una atrofia más o menos manifiesta de los caracteres sexuales secundarios.

La naturaleza, que tiende al ahorro, considera que las hembras que no pueden producir crías dejan de tener interés. Naturalmente, y nunca mejor dicho, nosotros, los humanos, hacemos caso omiso de esa tendencia e intentamos conservar la salud y bienestar de las mujeres el mayor tiempo posible. Por eso, en el siglo pasado se recomendó la terapia hormonal sustitutoria, una forma de burlar a la biología en su programa de deshacerse de las hembras no reproductoras. Porque la medicina no es más que eso, un esfuerzo por modificar lo que ocurre "naturalmente" en esa constante inmolación de unos en aras de la supervivencia de otros.

Nadie o casi nadie, como individuo, se inmola. Aunque visto en su conjunto, los seres vivos, como si fuera un supraorganismo, ese ente es el que se inmola en sus partes. Y nosotros, como individuos y como especie, luchamos contra ello, contra los virus y bacterias que viven de nuestra enfermedad y muerte, contra los procesos naturales de degeneración y envejecimiento que permiten la sustitución por otros más vigorosos y efectivos? pero eso no quiere decir que la natural pérdida de memoria o de fuerza que ocurre con los años sea una enfermedad, como no lo es la pérdida de hueso. Y que no intentemos evitarla.

Los más entusiastas razonan que si la osteoporosis se produce por falta de calcio en los huesos, se lo demos con la dieta o suplementos. Y como sabemos que la vitamina D es la que facilita su incorporación, añadamos esta vitamina, así el hueso entenderá el mensaje y actuará en consecuencia. Porque como casi todos los órganos y tejidos, el hueso está en permanente remodelación. Tiene dos células, como los dioses Shiva y Vishnu, encargadas de destruir y crear hueso. Para adaptarse, y para estar sano, es necesario deshacerse de lo viejo o inservible. Eso lo hacen los osteoclastos. Y cuando lo hacen el calcio pasa a la sangre, pero no se pierde, pronto lo recuperan los osteoblastos. De manera que excepto cuando se está formando hueso nuevo, al crecer, en el embarazo o cuando al fortalecer los músculos el hueso tiene que mejorar su vigor, apenas se precisa calcio. Quizá por eso pocas especies pueden digerir la leche, fuente más rica en este mineral, en la edad adulta. Nuevamente una cuestión de ahorro.

Como entre los mamíferos no hay la costumbre de que los adultos compitan por la leche con sus crías, dejan pronto de producir la proteína, la enzima, que hace digerible este alimento. Se denomina lactasa. Una mutación, quizá en el Neolítico, hizo que los adultos, o muchos adultos, la tengamos y podamos beber leche sin problema. Los que carecen de ella pueden consumirla transformada en queso o yogur. Son productos de la civilización que nos permiten salvar obstáculos naturales. En resumen, no estamos diseñados para beber leche, esto no quiere decir que sea malo hacerlo. Nos reímos de los diseños naturales haciendo lo que nos da la gana, si podemos. Si podemos.

En la osteoporosis hay un desequilibrio entre la actividad destructora y constructora. Y no es por falta de calcio o vitamina C. Sería estupendo que con solo beber más leche y tomar vitamina D se pudiera frenar la osteoporosis. Pero no se puede, no logramos convencer, o engañar, al organismo para que deje de hacer aquello para lo que está programado. En la práctica no hay pruebas de su eficacia.

Quizá se pueda evitar, o moderar, la osteoporosis con el ejercicio. Desde luego, la inactividad la acelera, incluso en jóvenes, lo mismo que unos días de cama hacen que se pierda una buena parte de la masa muscular. Con algo de esfuerzo se recupera. Y como el hueso se adapta a la demanda del músculo, el ejercicio de fuerza crea huesos más fuertes, más calcificados, con más capital y resistencia a la perdida. Hacer ejercicio protege moderadamente contra la osteoporosis. Pero cuando es importante y pone en riesgo los huesos, entonces lo mejor es medicar. Eso es otra cuestión.

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