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He visto lo mismo que un aldeano de la Alta Edad Media y es alucinante

La prueba de la reconstrucción virtual de la iglesia de Santullano en el mismo monumento es un viaje al espectáculo artístico del siglo IX asturiano

IMAGEN VIRTUAL. La recreación digital muestra el arco ante el transepto. En ella se pueden apreciar con total nitidez los distintos elementos de las pinturas.

Ahora son las 10.45 a.m. del 16 de diciembre de 2016, llueve sobre Oviedo y los zapatos amasan barro en el camino a la iglesia de Santullano, pero dentro de nada hará ese buen tiempo que tiene la realidad virtual.

Dentro de la iglesia, Maribel explica a dos turistas de Madrid lo que es y fue este monumento del arte prerrománico que impresiona por su tamaño y por sus pinturas. El tamaño permitió que la iglesia de un rey sobreviviera al paso de los siglos como iglesia de aldea sin necesidad de ampliar el aforo. Las pinturas que conserva hacen una decoración impresionante, pero están en parte desprendidas, deterioradas y desvaídas.

Me pongo estas gafas de realidad virtual que parecen de Cíclope, el líder de Patrulla X, y tienen vistas al siglo IX.

De golpe, estoy dentro de una iglesia de Santullano nueva de paquete. El aldeano de la alta Edad Media que entró aquí por primera vez nunca vio nada igual. Para el periodista contemporáneo es un San Julián de los Prados de cinemascope, superproducción y Samuel Bronston, en el que Charlton Heston haría de Alfonso II y Brigitte Bardot encarnaría a su esposa Berta, de la casa real francesa, poniendo a prueba la castidad del rey.

La decoración está completa y los colores son vivos y jóvenes. Es un insólito privilegio visual haber sido un aldeano del siglo IX vecino del palacio de un reino joven y pujante. Seguro que también sintieron la majestuosidad un conde o un clérigo de los que rezaron aquí junto a Alfonso II y conocieron Aquisgrán, Roma y Tierra Santa.

La realidad es más habitable que la recreación pero, visualmente, empalidece ante la realidad virtual con su luz de plató que da tanta nitidez a una decoración que tiene de romana y de visigoda. Las gafas deberían desprender olor a pigmentos.

La recreación virtual ofrece dos puntos de vista que cubren completamente la cruz de la planta. Uno, desde el coro, detrás del oficiante. Uno puede imaginar ser un religioso que acompañara el oficio. Otro, desde la nave central, detrás del rey. Uno puede imaginar ser un oficial de la corte, un jefe de guardia o un conde. El punto de vista está alzado más de metro y medio del suelo y eso provoca la irrealidad virtual de levitar y el gozo de la gracia del vértigo de feria.

Lo mejor es que esta realidad virtual reconstruye una realidad local. Nunca podemos vernos como espectáculo. Hasta ahora lo más inmersivo en la historia, lo que más sugería ese espacio habitado por sus contemporáneos, eran las historietas de Gaspar Meana en su fastuosa "La crónica de Leodegundo". Ahora unas gafas correctoras del presente llevan al pasado de una realidad virtual y vecindaria sin pasar por la puerta del Ministerio del Tiempo, sin meterse en túneles o máquinas, sin subir a un DeLorean DMC-12. De todas las máquinas imaginadas para ver el pasado la que más se ha acercado son unas gafas que ciegan en las que se ve por teléfono cómo era el pasado. Mola.

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